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¿Qué ocurriría si el adolescente precoz de 'Call me by your name' fuese una chica?

Timothée Chalamet, intérprete de Elio en 'Call me by your name'

Mónica Zas Marcos

Call me by your name ya ostenta el puesto de romance del año entre dos seres humanos (el de hombre anfibio y mujer terrícola le pertenece a La forma del agua). Su impudor al retratar la difícil transición del onanismo adolescente a la sexualidad adulta y el descubrimiento de una identidad no heteronormativa, o su audacia al representar un amor de verano entre dos hombres de distinta edad, tienen parte de culpa.

Para los que aún no han tenido el placer de descubrir esta candidata al Oscar, se ambienta en una villa toscana de ensueño y aborda el vínculo emocional y físico que se establece entre Elio y Oliver en pleno verano de 1983. El primero tiene 17 años, muy evidente en unas cosas, como su inexperiencia y su físico enclenque, y absolutamente precoz en otras. El otro es el hercúleo aprendiz de su padre, de 24 años (aunque el actor que lo encarna tiene 32), y quien le descubrirá a Elio el significado de las primeras veces.

La relación entre ambos se sucede de manera orgánica, sin prisas, entre horas perdidas bajo el sol y baños en una fuente grecorromana. Es una de las pocas veces que el cine no usa la brecha de edad para diseñar unos roles de poder, sino como evidencia de la situación vital de cada personaje: uno, consciente de su magnetismo sexual y usando su escapada italiana para echar una canita al aire antes de retomar su tapadera heterosexual en EEUU; otro, descubriendo su propio atractivo, su propio cuerpo y su confundida sexualidad.

Salimos del cine emocionados por la historia que se ha cocinado a fuego lento ante nuestros ojos y por los grandilocuentes discursos. La relación, como dijo el joven Timothée Chalamet (Elio), “no puede ser más consensuada y llena de amor”. Pero, una vez reposada, nos asalta una pregunta acorde con estos tiempos de lecturas feministas: ¿habría causado el mismo efecto si Elio, en lugar de un muchacho, fuese una chica de 17 años?

“Lo más posible es que se hubiese usado ese otro estereotipo de la Lolita”, opina la abogada y activista Violeta Assiego. En el caso de Call me by your name, si bien no considera negativas las relaciones intergeneracionales, admite que la apariencia aniñada de Elio “fue uno de los elementos que menos me gustó de la película”.

“El cuerpo infantil del chico en contraste con el cuerpo de hombretón del tipo maduro es algo que como feminista me perturba y que como activista LGBTI me preocupa porque puede reforzar el falso mito que relaciona la homosexualidad masculina con la pederastia. Como si fuera eso lo que les pone a los tíos gais”, razona.

Alfredo Murillo, editor jefe de la edición española de Buzzfeed y fan confeso del filme, coincide en que la acogida habría sido muy distinta “en el contexto de cambio social que estamos viviendo”.

Es más, piensa que el error de esta comparación está en “asumir que las relaciones de poder entre dos hombres y entre un hombre y una mujer son iguales, obviando que el machismo del sistema evita que así sea. Dos hombres, uno de 17 y el otro de 24, pueden mantener una relación en la que el poder no se incline ni hacia uno ni hacia otro dependiendo del contexto en el que se encuentren. En el caso de un hombre y una mujer, siempre se va a inclinar hacia él”, afirma el periodista.

Hace unos años, las relaciones heterosexuales entre un hombre mayor y una chica más joven estuvieron en auge. Crepúsculo, Una educación o Perdona si te llamo amor eran el pan de cada día en la cultura pop juvenil, y Barbijaputa piensa que esa dinámica no cambiaría demasiado a día de hoy. La columnista pone de ejemplo actual El cuento de la criada, donde la protagonista en el libro es varias décadas más joven que el hombre que la somete, aunque este no sea el foco del debate.

Según ella, hay otra razón para la buena acogida de Call me by your name: “Se ve mucho erotismo pero poco sexo. No sé si hubiera sido igual si las escenas de sexo fueran tan explícitas como en La vida de Adele o El cuento de la criada”, dice. “El rechazo que pueda provocar que dos hombres se enrollen en pantalla, también es patriarcado”, asegura.

Relación de poder: ¿sí o no?

El poder de la imagen en el cine es quizá más clave que el propio guion. Si en el escrito hay una brecha de edad de siete años, pero en pantalla parece el doble, las reacciones que despierte la película serán muy distintas. Lo mismo, pero en el caso contrario, ocurrió con Lolita de Kubrick, donde la niña de doce años fue representada como una adolescente mucho más avanzada y el golpe psicológico fue menor entre los espectadores y la crítica.

A esta “innecesaria manera de jugar con la imagen” alude Victoria Assiego, que en su opinión provoca que percibamos una relación de poder entre los dos personajes de Call me by your name que en realidad no se existe. En cambio, Barbijaputa sí que la ve, aunque “una cosa es que haya poder, y otra cosa es que se use para beneficio propio en detrimento del que no lo tiene”.

La tuitera y escritora piensa que hay ciertas escenas en las que el personaje de Oliver se aprovecha de su madurez para “confundir al chico”, aunque en el fondo “ambos se cuidan y son buenas personas, mientras luchan contra su propio deseo y el qué dirán”.

Justo lo contrario opina Alfredo Murillo, que aporta el contexto para argumentar la inexistencia de una relación tóxica o de poder. “Oliver, el mayor, se encuentra en la casa como invitado y alumno del padre de Elio, por tanto, sin autoridad de ningún tipo sobre el menor. Elio es un chaval culto, formado y bastante seguro de sí mismo, capaz de deslumbrar a Oliver sin problema y plenamente consciente de ello”, explica.

¿Tiene esto que ver con que un chico de 17 está más empoderado para decidir sobre su vida sexual que una chica de su edad? “Por supuesto. Las chicas han sufrido un bombardeo constante sobre cómo reprimir su sexualidad, sobre cómo era malo que la vivieran en libertad y sobre cómo solo tenía sentido si era para satisfacer los deseos de un hombre. El mensaje para los hombres ha sido el contrario”, concede Murillo.

Barbijaputa lo suscribe, y ofrece el ejemplo ilustrativo del personaje secundario de una chica de la edad de Elio con la que descubre (y no disfruta del todo) el placer heterosexual.

“Son la cara y la cruz: él despreocupado de su físico, de su casa, de su familia y viviendo intensamente lo que tiene en la cabeza, que es el otro hombre. La chica vive en constante ansiedad, insegura de sí misma y esperando a que él se decida para construirse”, recuerda.

Assiego no olvida tampoco que la situación de Elio es especial y le ayuda a encajar ese proceso de transición mejor que cualquier otro chaval homosexual. “La relación que establecen no es tóxica, sumado al apoyo familiar que tiene el chico, el tipo de educación, la clase social y el entorno de protección. Una chica en esas circunstancias también estaría empoderada”, dice como contrapunto.

La fantasías patriarcales en escena

Aunque no hay sexo explícito en Call me by your name, la ambientación estival favorece que veamos a menudo los cuerpos desnudos de los dos hombres. Y que los comparemos. Los tres entrevistados hacen referencia a la apariencia de Elio como factor visual importante a la hora de analizar la relación entre estos dos hombres.

En el supuesto de que la menor fuese una mujer, ¿ocurriría lo mismo? ¿Estaría más naturalizado por la continua sexualización de las mujeres en la ficción? El ejemplo más cercano lo tenemos en La vida de Adele, donde la relación también se da entre una adolescente y una mujer más mayor, aunque muy pocas veces se analizó desde ese punto de vista.

“Las mujeres somos vistas como objetos, casi como un fetiche. Poner a dos chicas (insisto, con físicos normativos) teniendo relaciones explícitas, no es lo mismo que poner a dos hombres. Las chicas no pierden puntos en el carné de feminidad porque se líen con otra chica (sobre todo si son interpretadas con delicadeza o con roles típicamente femeninos). Ellos pierden todos en su carné de masculinidad si hacen lo mismo con otro chico”, argumenta Barbijaputa.

Alfredo Murillo vuelve a hacer mención aquí de los prejuicios “de la parte más rancia de nuestra sociedad, que se empeña en vincular la homosexualidad con la pederastia”. “Cuando el objeto de sexualización es un hombre, esos mismos que ven normal sexualizar a una adolescente se escandalizan por una relación entre dos chicos de 17 y 24 años”, razona el periodista.

Para Violeta Assiego, concebir la pasión lésbica y la relación madurito-chica precoz como fantasías masculinas, tiene raíces patriarcales comunes con la representación de Elio como un chavalín flacucho y de Oliver como un tipo musculado. “El elemento común es que el film se dirige al hombre y, por tanto, condiciona la representación de esa diferencia de edad de una forma machista”, plantea la abogada.

A diferencia de los demás, ella considera que La vida de Adele triunfa en lo que Call me by your name flaquea: “Esa mirada sexualizada no se da en otras películas donde la relación está protagonizada por dos mujeres, como La Vida de Adele o Carol. Estas historias de amor no están dirigidas a los hombres, y por tanto parece que no necesitan ese ingrediente”, infiere.

Todos coinciden en que debe desaparecer de la ficción el reflejo de la brecha de edad desde una perspectiva condescendiente - o abusiva- del mayor hacia el más joven. Es una tarea difícil porque, como recuerda Murillo, “hay una clara lectura de género asociada a esa práctica” y que afecta también las representaciones de las parejas bisexuales entre sexos opuestos y las trans.

Violeta Assiego, por su parte, afirma que no es la intergeneracionalidad lo que hace que una relación sea tóxica, dependiente o condescendiente, e invita a tomar como ejemplo a parejas famosas que así lo demuestran.

“Pienso en José Saramago o Pilar del Río, y también en Ellen De Generes y Portia Rosi como relaciones diversas que no destacaría por la diferencia de edad. Las relaciones, sean del sexo que sean y tengan sus miembros la edad que tengan, deben ser igualitarias, nutritivas, libres y sin dependencias”, concluye la activista. Una lección que ha de perdurar mucho más allá de las lecturas múltiples de Call me by your name.

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