El autor porno que escribía cartas de amor
Dispuestos a elevar un par de grados el termómetro corporal en pleno verano nos lanzamos a devorar un libro que habla de bajas pasiones y de amor. ¿Acaso no todo se reduce a eso? Tenga especial cuidado porque El pudor del pornógrafo (1985) del escritor argentino Alan Pauls, reeditado por la editorial Anagrama, esconde en sus líneas otro frenesí, el de la escritura.
La ópera prima del autor argentino narra cómo el desenfreno de la escritura mantiene a su protagonista atado a su escritorio, día y noche. Allí se dedica a dar respuesta, en forma de carta, a perversiones -reales o inventadas- que hombres y mujeres le escriben. Esta excéntrica tarea no le permite salir de casa ni apenas dormir para dar salida a un enorme volumen de trabajo. El personaje se postula así como un anti Bartleby, ya que al contrario que el protagonista del famoso cuento del escritor norteamericano Herman Melville, Bartleby, el escribiente, que decide dejar de escribir, éste no puede abandonar su extenuante labor.
El personaje del que no conocemos su nombre, ni siquiera una inicial, tiene un dulce descanso, asomarse a la ventana para ver a su amada Úrsula frente al amplio parque que hay frente a su casa. Hasta que un día ella decide cambiar las reglas de juego y acercarse a él. Y no encuentra mejor forma de hacerlo que a través de carta.
El terror del pornógrafo
Uno de los terrores del pornógrafo es que las letras que le escribe a su amada se pierdan o sean interceptadas. Ese miedo a que ella no pueda leer lo que él le escribe hace que entre en acción un amigo íntimo de Úrsula que recoge y entrega las misivas, escondido tras una máscara. La aparición de este personaje dispara la intriga que no tarda en aparecer en las cartas del protagonista. A través de sus cartas seguimos el giro de los acontecimientos y descubrimos alguna que otra perversión.
Leyendas de pasión
Se dice que la primera obra de un autor es la más autobiográfica, pero Pauls decide esconderse en la correspondencia que un pornógrafo le envía a su amada para revelarle al lector su pasión por Borges y Kafka. “Nada más personal, nada más marcado que una carta. Ningún texto más sembrado de huellas, las del que lo escribe, las de aquel a quien está dirigido” asegura el autor en el posfacio inédito que escribe ahora con 54 años, 30 después de haber escrito su primera obra.
Este escritor, premio Herralde 2003 por su novela El pasado con la que consiguió su consagración internacional, desvela que a los 20 años uno es lo que lee. Su dieta literaria de entonces consistía en los llamados “géneros menores”: diarios, memorias, autobiografías, relatos de viajes, carnets. Y cartas.
Inspirado en las cartas que Kafka le escribió a sus mujeres, Felice y Milena y en los correos sexuales de las revistas eróticas que en la pubertad le robaba a su padrastro dio forma a El pudor del pornógrafo. Novela que tras ser rechazada en un concurso literario en los ochenta fue publicada por uno de los integrantes del jurado, “el cerebro de la editorial Sudamericana”, Enrique Pezzoni.
Roberto Bolaño lo definió como uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos. Y esta pequeña joya epistolar permite viajar al pasado para conocer al primer Alan Pauls que acaba de cerrar su trilogía sobre los años setenta en Argentina, Historia del llanto, Historia del pelo e Historia del dinero, ésta última donde cambió las escenas de sexo por el capital. Otra perversión que a muchos no deja dormir.
Y como buen anti Bartleby Pauls continúa escribiendo; tiene pendiente una biografía sobre el cinematógrafo chileno Raúl Ruiz y una nueva novela.