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ENTREVISTA Escritora y Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2020

Elia Barceló: “Es muy injusto que, si tienes más de 60 años, lo que te ocurra ya no sea digno de aparecer en una novela”

Elia Barceló. Roca Editorial.

Francesc Miró

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Elia Barceló recibió hace unas semanas una llamada de un número desconocido: era el Ministerio de Cultura, que le anunciaba así que había ganado el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2020 por su obra El efecto Frankenstein (Edebé). El Jurado destacaba “su prosa fluida y madura, su trama perfectamente encajada hasta el final, y unos personajes que evolucionan a lo largo de la historia y están dotados de una profundidad que los hace creíbles”. Lo mismo se podría decir de muchas otras de sus novelas, aunque estén alejadas de las estanterías de literatura juvenil.

La noche de plata sería el mejor ejemplo. Acaba de publicarla Roca Editorial y narra una investigación a partir del hallazgo de unos cuerpos infantiles encontrados en el jardín de una casa de las afueras de Viena. Un caso que coincide con la estancia en la ciudad de Carola Rey Rojo, especialista en secuestros y homicidios infantiles, a quien el comisario Wolf Altmann recurre para para esclarecer lo sucedido. Los cuerpos del jardín traerán consigo fantasmas del pasado de la inspectora.

Elia Barceló (Elda, Alicante, 1957) era profesora de Estudios Hispánicos en la Universidad de Innsbruck, en Austria. Ha publicado numerosas novelas como Consecuencias naturales (recuperada actualmente por el sello Crononauta), que le valió el reconocimiento internacional y el título de “gran negra” de la literatura española. Con Edebé ha publicado novelas como La roca de Is (2003), Cordeluna (2007) , Por ti daré mi vida (2016) o la recientemente premiada El efecto Frankenstein (2020). Con Roca Editorial ha publicado El color del silencio (2017), un auténtico éxito de ventas en el año de su publicación, El secreto del orfebre (2017), Las largas sombras (2018) y El eco de la piel (2019). Hace tres años que dejó la universidad para dedicarse exclusivamente a la escritura y de esta labor acaba de nacer su última novela. La noche de plata es un thriller ambicioso, repleto de personajes complejos y poliédricos, encajados como piezas clave de una trama de elegante desarrollo. Es, sencillamente, una de las mejores novelas negras del año.

Antes que nada, enhorabuena por el Premio Nacional de literatura Infantil y Juvenil. ¿Cómo recibió la noticia?

Iba en el coche, por suerte no conducía yo, y me llamó un número desconocido. Y lo cojo y me dicen “espere un momento que la vamos a pasar con el Ministro de Cultura”. Y yo, “¿¡Cómo!? ¿¡Pero por qué!?” Me dijeron que no me lo podían decir. Y yo no entendía nada. Y entonces se puso el caballero, que me dijo que no me preocupase, que era una buena noticia y me dijo lo del premio. 

Me quedé pasmada. Porque yo no tenía ni idea de que estaba nominada ni nada, porque eso no se sabe. Y me parece muy bien que lo hagan así porque debe ser horrible eso que hacen en los Oscar de enfocar a los nominados, y luego no ganar. ¡Siempre enfocan a los que no han ganado, a ver qué cara ponen! Así que esto es maravilloso porque si pierdes tampoco te enteras. Es fenomenal. 

El jurado destacó de El efecto Frankenstein su abundante proceso de documentación sobre el papel de las mujeres en los últimos doscientos años de Historia. ¿Cree que esto no suele ser común en la literatura infantil y juvenil?

Cuando lo dicen así suena a algo que debe ser un tostón, pero no es tal cosa. El efecto Frankenstein es una novela con mucha acción y aventura, solo que en un mundo que he tratado de hacer creíble, con toda la documentación necesaria. En eso me ha ayudado muchísimo toda mi carrera como escritora de ciencia ficción, donde lo primero que uno debe saber hacer es crear un mundo posible, sin decirle al lector todo el rato 'mira, como eres tonto, te voy a explicar cómo funciona'. 

Eso me ha servido para la novela histórica, porque yo sé muchísimo más sobre la época en la que se ambienta la novela pero elijo los detalles, los comportamientos, las formulaciones que te hacen ver que no estás en tu época y que en aquella época todo funcionaba de otra forma. Pero sin ser pesada: lo peor que puede hacer un escritor es querer rentabilizar todo lo que ha aprendido antes de escribir una novela. 

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¿Cree que en la ficción histórica se corre el riesgo de que el conocimiento del autor esté por encima de la ficción propuesta?

Es un peligro, sí. Más si, como yo, has sido profesora toda tu vida. Tienes que tener cuidado para no pasarte y que tu novela diga “mira, mira cuánto sé de esto”. Eso es horrible. A mi parecer lo mejor es decir solamente lo que consideres que sea fundamental. Y si la gente cree que es interesante ya investigará por su parte. O si considera que hay algo que no puede ser y que te lo has inventado, pues lo busca en Internet. Es decir, que también es una forma de estimular al lector para que amplíe su conocimiento. 

¿Cómo nace La noche de plata? ¿Cómo fue pasar de historias de la Guerra Civil en El color del silencio o la Transición en Las largas sombras a un thriller sobre el infanticidio en Viena?

Pues es algo que viene de lejos, porque es un tema sobre el que siempre me he interrogado. Hace muchísimo tiempo que me pregunto algo que, a pesar de haber escrito esta novela, no he sabido contestarme a mí misma: ¿Cómo puede haber tantísima gente en este mundo que le haga daño, conscientemente, a niños pequeños? ¿Cómo puede haber gente que se sienta sexualmente atraída por personitas de tres o cinco años?

Es algo que siempre me ha dado vueltas porque creo que no hay nada peor en este mundo que cometer un crimen contra un niño. También es cierto que me impresionó mucho investigar sobre desapariciones. Uno siempre lee aquí y allá que desaparecen personas. Pero cuando te pones a documentarte te das cuenta que en España, al año, desaparecen cerca de 5.000 personas [5.529 denuncias activas en 2019 según el Ministerio del Interior]. Es una auténtica barbaridad. Algunos terminan apareciendo, pero otros jamás se vuelve a saber de ellos. Niños, jóvenes, personas mayores…

¿Y por qué elegir Viena como escenario?

Viena es una ciudad que me encanta. Yo tengo un concepto, si se quiere algo vago, de que estaría muy bien que los que escribimos contribuyésemos a generar una suerte de tradición de novela europea y europeísta. Me refiero a que se ambienten o sucedan en lugares no anglosajones, y que los personajes no tengan nombres o apellidos anglosajones. Parece que las novelas o series importantes, los hechos importantes, siempre acontecen en el terreno del habla anglosajona, y creo que hay muchísima más diversidad ahí fuera. Si llegan los extraterrestres podemos estar tranquilos, porque suelen ir a Nueva York [ríe]. 

Yo creo que en Europa tenemos ciudades maravillosas y muchas veces no sabemos cómo se vive allí. Todos sabemos lo del baile del instituto americano, pero nadie sabe qué se suele hacer en Austria, en Dinamarca, en Grecia… Así que ya hace mucho tiempo empecé a escribir novelas en las que las ciudades europeas tienen un papel fundamental. Y a Viena ya le tocaba. 

¿Qué hay de Carola Rey Rojo, la protagonista de La noche de plata? Sorprende, aunque no debería, que se escoja una protagonista femenina de más de sesenta años para un thriller sobre secuestros y desapariciones. 

De lo poco que tenía claro al empezar esta novela es que necesitaba descubrir un personaje que fuese mujer y que no fuera jovencita. Para mí era muy importante. Me parece que hemos construido una sociedad con el deseo desmedido de juventud. Lo único que cuenta es ser joven y ser guapo. Y si tienes más de 50 años puedes meterte en un rincón y olvidarte de todo porque nadie te quiere ver. Es algo muy absurdo. Cuando una mujer o un hombre tiene, estadísticamente, un mínimo de veinte años de vida por delante parece ser que lo que le pueda pasar ya no es digno de que ocurra en una novela. Ya no importa. Es muy injusto.

Y lo cierto es que ahora en España hay un montón de gente de más de 60 años, un montón de gente que entra en esa tercera etapa de su vida cuando se acaba la vida laboral, en la que uno o una se vuelve a plantear esa pregunta de “¿Y ahora qué?”. Todos esos temas creo que hay mucha gente que los considera relevantes, pero no se narran. 

Muchas veces los personajes de avanzada edad suelen jugar el papel de guías morales del o la protagonista joven. Cuando no, directamente, son arquetipos exagerados aptos para la comedia como en El abuelo que saltó por la ventana y se largó de Jonas Jonasson. 

Pues fíjate que eso es lo que se ha hecho, a lo largo de los siglos, con las mujeres, con las personas racializadas o con el colectivo LGTBI. Con cualquier grupo considerado minoritario. ¿Minoritarias las mujeres, que somos el 52% de la población mundial? En fin, siempre se ha utilizado ese tipo de expresiones del tipo “qué graciosos”, o “qué encantadores”. Claro, son encantadores para ti, narrador, siempre que estén calladitos y en su redil, ¿no?

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Por otra parte Carola Rey Rojo llega en un momento en el que la literatura española es fructífera en personajes femeninos detectivescos. Pienso en Amaia Salazar de la trilogía de Baztán de Dolores Redondo, la Antonia Scott de Reina Roja de Juan Gómez Jurado o en Raquel Colina de la reciente La Puerta de Manel Loureiro. ¿Considera que existe una necesidad actual de reinterpretar el tropo del detective clásico masculino de carácter bogardiano?

Pienso que, por un lado, es una necesidad sociológica. Se supone que la literatura refleja la sociedad de su época y de su mundo. Y ahora mismo las mujeres tenemos, por fin, más participación en la sociedad, y nos damos cuenta de que hay que cambiar ciertos estereotipos. Pero por otro lado también ocurre otra cosa, más metaliteraria, y es que cuando llevas un tiempo trabajando seriamente un género literario llegas a un punto en el que pienas: “Joder, si es que está todo hecho. ¿Qué puedo aportar yo de nuevo?”.

No voy a escribir una novela de detectives con un protagonista cincuentón, depresivo, alcohólico, abandonado por su mujer... Hoy hay detectives que van en silla de ruedas, detectives asexuales, homosexuales, hasta tenemos a Nero Wolfe [personaje creado por el escrito Rex Stout], que criaba orquídeas y no salía de casa. En su época debió ser una auténtica revolución. Lo que quiero decir es que como escritor te planteas eso: escribir algo que sea tuyo, que sea un poco original. Así que en la tendencia que comentas veo eso: la parte sociológica en la que una novela es una imagen del mundo y la parte literaria en la que como escritor quieres aportar algo a la tradición.

La complejidad de Carola o del comisario Wolfe en ocasiones me ha hecho pensar en Janina Duszejko, la protagonista de Sobre los huesos de los muertos de Olga Tokarczuk [Premio Nobel 2018]. ¿Qué referentes ha manejado para construir personajes tan poliédricos y contradictorios, tan humanos en definitiva?

La base: la vida. Yo conozco muchísimas mujeres de la edad de Carola, y me doy cuenta de que cuando llegamos a los sesenta la gran mayoría llevamos un montón de cosas a nuestras espaldas y no todas son agradables. Hoy en día, que una mujer haya estado casada dos veces es lo más normal del mundo, por suerte no a todos les ha desaparecido sin dejar rastro una niña de ocho años. A mí no me parece que sea un personaje excesivo en ningún momento y todas sus dudas de respecto a “¿qué voy a hacer ahora?”, “¿qué quiero para mis próximos años?”, “¿quiero o no quiero tener una relación sentimental con alguien?” o “¿me apetece liarme con un hombre por el que me siento sexualmente atraída?”... Son dudas que tienen muchísimas mujeres de la edad de carola. Y me parece correcto, justo y digno que eso suceda en una novela. 

¿Carola Rey Rojo es un personaje que ha llegado a su obra para quedarse o considera que La noche de plata es una historia cerrada?

De momento lo que hay es esta novela [ríe]. No me planteo hacer ni una serie ni una saga, pero nunca se sabe. Porque por ejemplo Wolf es un personaje con el que ya he trabajado en cuatro novelas. Apareció la primera vez en mi primera novela juvenil El caso del artista cruel (Edebé, 1998), entonces era joven y estaba trabajando en Innsbrück. Y luego lo saqué en El caso del crímen de la ópera (Edebé, 2002) y en El vuelo del hipogrifo (Lengua de trapo, 2002) porque necesitaba a un policía y me dije, ¡pero si ya tengo uno! Por entonces el personaje tenía 42 años y estaba pensando en pedir el traslado a Viena.

Y ahora, en esta novela, Wolf es comisario en Viena y está terminando su carrera. Nunca me planteé que ese personaje fuera un personaje de serie, pero me ha ido acompañando. Y lo mismo puedo decir de Carola: si a lo mejor la necesito en una intriga en España, pues puede que me sorprenda y aparezca. 

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