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ENTREVISTA | David García y Ainara LeGardon

“La SGAE mira de nuevo hacia otro lado como si la 'rueda' no fuera con ella”

Los autores de 'SGAE: el monopolio en decadencia': David García Aristegui y Ainara LeGardon

Ignasi Franch

A lo largo de la pasada semana, las autoridades practicaron detenciones y registros en una investigación contra la llamada “rueda de las televisiones”, una serie de prácticas que han acabado reportando millones de euros en derechos de autor a un grupo reducido de personas, algunas de ellos completamente desconocidas por el gran público. La investigación también afecta a la SGAE, de cuya presidencia fue descabalgado Antón Reixa tras denunciar estas redes, y a diversas televisiones.

El ensayista David García Aristegui y la artista Ainara LeGardon se proponen enriquecer el debate sobre gestiones posibles de la propiedad intelectual en las artes con el ensayo SGAE: el monopolio en decadencia, una investigación que parte de su experiencia personal como socios de la entidad.

Su libro es una crítica a la actual gestión de la entidad que, a la vez, elogia la tarea realizada por asociaciones alternativas como DAMA o EKKI. 

De nuevo estalla un escándalo millonario que afecta a la imagen de la SGAE: el de una trama que acumulaba millones en derechos de autor usando testaferros y todo tipo de tretas.

Ainara LeGardon: Y desde SGAE se emite un comunicado que echa balones fuera. Por lo que sabemos, en la Asamblea General celebrada el día 2 tampoco se le dedicó tiempo a este asunto.

¿Qué valoración hacen de este tratamiento?

A. L.: De nuevo, SGAE mira hacia otro lado como si con ella no fuera esta cuestión. Ni una sola mención al asunto en el comunicado a los socios tras la asamblea. El escándalo mediático sobre la trama de la 'rueda' es nuevo, pero el asunto en sí era bien conocido desde hace años.

Nosotros mismos ya lo describimos en el libro y recogemos declaraciones de Antón Reixa, quien destapó la trama durante su breve mandato al frente de la entidad. Esperamos que, ahora que el asunto ya está en manos de la justicia, se tomen medidas reales y efectivas al respecto.

¿Está habiendo una cierta confusión al explicar la 'rueda', quizá porque consiste de varias prácticas que tienen relación pero no siempre coinciden?

A. L.: Hay que tener en cuenta que ha habido muchas ruedas en SGAE. Reixa ya explicaba en 2013 lo que fueron los “Tupamaros”. Incluso el propio José Miguel Fernández Sastrón [actual presidente de la entidad] declaraba en 2015 que “existen muchas 'ruedas' en esta entidad y algunas de ellas vienen rodando desde hace mucho tiempo”.

David García Aristegui: El de 'la rueda' es un concepto un poco polisémico. Por una parte, las televisiones montan sus propias editoriales musicales para recuperar el dinero que pagan por derechos de autor. Y eso es algo que resulta más problemático cuando las televisiones solo ponen música de sus propias editoriales.

A. L.: Y cuando las televisiones obligan a firmar contratos editoriales leoninos con quienes componen música para ellos.

D. G. A.: Pero hay más ruedas. Por razones históricas, la música que suena en las franjas nocturnas es la que más derechos de autor genera. Como la música no sonaba en prime time, se facilitaba que participar en programas como Los conciertos de Radio 3 generase más dinero en beneficio de los creadores y de la industria. Pero ha acabado sucediendo que la música que suena a las cuatro de la mañana en programas de tarot es la más lucrativa.

Tanto las editoras musicales de cadenas de TV como las tarifas por la música emitida en las madrugadas televisivas son parte de la 'rueda' que se investiga ahora.editoras musicales de cadenas de TV

D. G. A. Sí, esta 'rueda' es la de un grupo de personas que han percibido millones de euros a través de una engrasada maquinaria. Han registrado miles de canciones en un breve periodo de tiempo y también dicen ser autores de arreglos sinfónicos de obras en situación de dominio público, que ya están libres de derechos de autor. Colarlos en las televisiones de madrugada les servía para recibir grandes cantidades de dinero.

¿Creen que todo esto debe impulsar una renovación real de la entidad?

A. L.: Sin duda. Estamos percibiendo que algo empieza a moverse en ese sentido, aunque creemos que es necesario depurar responsabilidades y que el Ministerio realice una verdadera labor de control. Esperamos que nuestro libro aporte un granito de arena para que los músicos y la ciudadanía en general entiendan un poco mejor la gestión de la propiedad intelectual y se impliquen más.

En su ensayo, Reixa afirma que la SGAE debe desaparecer.

A. L.: Sí, nos llamó la atención que hiciese una afirmación tan categórica. Y lo dijo tres veces.

¿Están de acuerdo con él?

A. L.: Si no debe desaparecer, al menos debería refundarse y recuperar su función original: que los autores autogestionen sus propias obras.

D. G. A.: Yo no veo la desaparición de la SGAE como un fin en sí mismo, como se plantea desde algunas posturas abolicionistas de la propiedad intelectual. Si desaparece en beneficio de nuevos modelos como los de DAMA o EKKI, quizá sea interesante. En cambio, si los autores tienen que negociar con las televisiones, las radios o las editoriales tal y como se negocia con YouTube o Amazon...

De nuevo, parece que los cambios en la SGAE deben derivar de terremotos externos. ¿Por qué sucede esto?

D. G. A.: La participación de los músicos deja mucho que desear. Pero aunque hubiese más implicación, la organización se autoperpetúa: quien más se beneficia del modelo es quien recauda más y tiene más votos. Por ello, las instituciones también deben asumir responsabilidades y facilitar cambios.

En los últimos años, con los juicios a Teddy Bautista y compañía, se prometieron renovaciones. ¿Se produjeron?

D. G. A.: Los cambios fueron más bien cosméticos. Sí que se eliminó la figura del director de consejo, a través de la que Teddy Bautista se blindó, pero quedan muchas cosas pendientes. Tanto la SGAE como el gobierno tienen que hacer cambios derivados de directivas europeas.

Destacan que en España se funciona bajo una ley de 1987.

D. G. A.: Sí. Le han ido añadiendo cosas y se ha convertido en un pequeño Frankenstein. Creo que necesitamos una reforma profunda para conseguir unos derechos de autor justos y comprensibles. Y que también cumplan una función social. No hay que debatir solo la remuneración de los creadores, sino cómo toda la sociedad puede tener acceso a sus obras de la manera lo más justa posible. Y no hablo únicamente del entorno digital, porque también existen las bibliotecas públicas y otros espacios.

¿Es negativo que autores y editores coexistan en la misma asociación?

D. G. A.: En otros países están aún peor, pero debemos pensar que la SGAE es un sindicato vertical en un sentido estricto: coexisten patrones y trabajadores. No demonizamos a las editoriales, pero tienen unos intereses legítimos que a veces chocan con los de los autores. Y acumulan un enorme número de votos en la asamblea.

Otro punto polémico de la gestión actual de SGAE es la limitación al operar con licencias Creative Commons.

A. L.: Yo misma no puedo elegir dejar una de mis obras musicales fuera de la gestión de la entidad usando licencias libres. Me gustaría tocar en una casa okupa, o en una pequeña librería, sin tener que justificar que ese día trabaje gratis o no cobre mis derechos de autor. Esta falta de libertad implica que se engrose una parte de la recaudación de la SGAE que está pendiente de identificar y que es millonaria. Es otro de los aspectos oscuros de la gestión de la entidad. Se recauda en nombre de artistas que no son socios y que, en algunos casos, no tienen ninguna voluntad de serlo.

También comentan que las licencias libres no encajan bien en la legislación española, que hay problemas técnicos y no solo de voluntad política.

D. G. A.: La inmensa mayoría de juristas, con excepciones como David Maeztu, afirman que las licencias libres no encajan en el ámbito europeo de los derechos de autor. Se podrían hacer licencias análogas, adaptadas a nuestro marco.

Escriben que la SGAE funciona bajo un régimen privilegiado heredero del franquismo.

A. L.: La SGAE puede fiscalizar las cuentas, el taquillaje de un teatro, por ejemplo, como si formase parte de la Administración pública. Esto viene de la época franquista en que queda como única entidad gestora de derechos de propiedad intelectual de la creación. Leyendo un ensayo publicado en 1974, La música en cifras, comprobamos también que muchos problemas de esa época siguen vigentes hoy. Por ejemplo, se denunciaba que la SGAE trata de cobrar por obras de dominio público.

Se han vivido momentos de película de Berlanga. Después de que la Guardia Civil entrase en la sede de la entidad y se destapase un gran agujero económico, una candidatura continuista se presentó a elecciones bajo el nombre No Estábamos Tan Mal.

A. L.: Algunas personas nos han dicho que el libro parece una novela negra. Y quizá sí sea una novela negra con toques surrealistas.

D. G. A.: En todo caso, hemos intentado no deslizarnos hacia el chascarrillo. Para que el resultado fuese completo, teníamos que abordar las relaciones de la entidad con el PSOE, con el PP, con la Casa Real. Pero no nos hemos querido regodear.

A. L.: Para eso ya ha escrito su libro Pedro Farré: Cazado. El hombre de la SGAE que sabía demasiado, donde ahonda en las relaciones de la sociedad con el poder político.

También hablan de entidades de gestión alternativas a la SGAE pero que ya funcionan. ¿Qué mejoras aplican?

D. G. A.: Un socio, un voto. En DAMA funcionan bajo ese principio y nadie se ha muerto. Y DAMA no es ninguna pesadilla asamblearia: está quitando todos los acuerdos internacionales a la SGAE en el ámbito audiovisual.

A. L.: También destacaría la posibilidad de gestionar los derechos de las obras y no un repertorio completo, pudiendo dejar fuera creaciones que quieres gestionar en la linea de las Creative Commons. La plantean tanto DAMA como EKKI.

D. G. A.: Estas entidades son interesantes porque demuestran que se puede operar de una manera más democrática. A la larga, la posición inmovilista de la SGAE es suicida.

A. L.: En el prólogo de nuestro libro, Servando Rocha, que además de escritor y editor es abogado, dice que la entidad debería ver nuestro libro como un informe, como una propuesta, y no como un ataque.

D. G. A.: PriceWaterhouseCoopers les hubiese cobrado cientos de miles de euros y nosotros se lo hemos hecho gratis. Además, hemos intentado sacudirnos un poco la fraseología difícil que usan los expertos en propiedad intelectual.

Algunos de los episodios narrados en el libro suenan a la estrategia tan neoliberal de usar jerga ininteligible y escenificar una ausencia de alternativas.

A. L.: Reixa afirmó que lo que es justo tiene que ser comprensible. Cuando le explicaron cómo se efectúa el reparto de derechos, un comité le enseñó un documento en Powerpoint hasta dieciocho veces.

D G. A.: Y dice que no lo acabó de entender del todo.

El funcionamiento de los gigantes de Internet también es opaco, además de generar una gran acumulación de capitales.

A. L.: Yo no sé cuánto pagan estas plataformas, no es fácil llegar a cifras. Como artista autogestionada, sé que hay derechos que no estoy percibiendo. A mí no me importa que cambie el modelo, pero lo está haciendo de manera desigual.

D. G. A.: En Internet hay los mismos intermediarios que antes y otros nuevos que son imposibles de sortear. Estamos en un momento de gran desregulación. Con las radios sucedió una cosa parecida: la gente emitía como le daba la gana y había un gran debate sobre qué pasaba con los derechos de autor, hasta que eso se regularizó.

Pero dicen que en Internet no se pueden poner puertas al campo.

D. G. A.: Si hago una página web mimetizando a Amazon, ¿no me la cierran en tres horas? Sí que se puede. Y sí que la SGAE puede hacer un reparto muchísimo más justo. Y sí que se podrían llegar a acuerdos mucho mejores con todas las plataformas digitales. Pero ahora, en paralelo a este monopolio en decadencia de la SGAE, tenemos un oligopolio en auge formado por Google, Amazon, Spotify...

Los artistas afrontan más problemas que la gestión de los derechos de autor. Y aquí entra en escena esa Unión Estatal de Músicos, Intérpretes y Compositoras a la cual ambos dan apoyo. ¿Visibilizará que el gremio está formado principalmente por trabajadores precarios?Unión Estatal de Músicos, Intérpretes y Compositoras

D. G. A.: Sindicatos de músicos hay en todo nuestro entorno, la anomalía era nuestra. Ver al artista como una persona vaga que no quiere trabajar, en cambio, es bastante internacional. No sé si la Unión lo cambiará. Eso sí: muchos músicos no quieren caer en eso de “o triunfas con 27 años o te vas para casa”. Se debe poder trabajar de manera digna en salas de aforo pequeño o mediano.

A. L.: Hay que tener paciencia, queda mucho camino por recorrer. Pero detecto un despertar de la conciencia colectiva.

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