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El abandono de Francia a los migrantes y refugiados en Calais: sin techo, aseos y ni agua potable

Un hombre llena una botella de agua de uno de los cinco puntos de suministro del campamento de La Jungla, en Calais. / Foto: Thom Davies.

Laura Olías

Una comida al día. Unas 4.300 personas duermen entre sábanas húmedas y con la ropa sucia. Algunos de los cinco puntos de agua a los que tienen acceso para beber y asearse a diario están contaminados con residuos fecales y, precisamente, un aseo es un bien más que escaso: tienen menos sanitarios de los que Naciones Unidas recomienda en situaciones de emergencia. No se encuentran en ningún país en vías de desarrollo, ni en un enclave azotado por alguna catástrofe o conflicto. Malviven en Francia, en los alrededores de la localidad norteña de Calais, uno de los puntos más próximos a Reino Unido y a donde quieren llegar para comenzar de nuevo.

Esta imagen es la que dibuja, a grandes rasgos, el primer estudio científico independiente de las condiciones de vida en el campamento construido por migrantes y refugiados en Calais, denominado “la Jungla”. El informe, de tres investigadores de la Universidad de Birmingham –y apoyado por Médicos del Mundo–, retrata toda una serie de deficiencias y situaciones “chocantes”, “increíbles”, en uno de los países más ricos del mundo, admite Thom Davies, uno de sus autores.

'La Jungla' es en realidad 'La nueva Jungla', que tomó el nombre de un campamento anterior desmantelado por las autoridades francesas. El asentamiento ha vuelto a formarse, ahora con unas 4.300 personas en sus precarias tiendas según Acnur, ante la dejadez del estado frente a las cientos de personas que llegan a este punto con la idea de alcanzar Reino Unido. Ese es el atractivo de Calais desde hace más de una década: su proximidad con el suelo británico a través del túnel del Canal de la Mancha, un camino en el que se han dejado la vida al menos 13 personas desde junio.

¿Por qué quieren llegar a Reino Unido? “En las muchas entrevistas que hicimos para el informe, muchas personas contaban que entraron por Italia y que lo habían pasado muy mal, han sufrido experiencias horribles, abusos racistas... Estas malas experiencias, y también la posibilidad de encontrar trabajo más fácilmente gracias al inglés, son los principales motivos que encontramos para intentar llegar a Reino Unido”, explica Davies.

Según los datos del Acnur y del informe, gran parte de las personas que soportan estas situaciones son de Sudán, Eritrea, Afganistán, Siria y Etiopía. “La mayoría son de Sudán”, indican en Acnur. Muchos, por tanto, huyen de zonas de conflicto y son potenciales refugiados “que no reciben la información suficiente para pedir protección”, critica Isabelle Bruand, miembro de Médicos del Mundo, una de las pocas grandes organizaciones que trabaja desde hace años en los asentamientos de Calais.

Según los datos de la ONU, en 2015 se han presentado en esta zona unas 1.800 demandas de asilo. Desde Acnur están “ preocupados” por las precarias condiciones que soportan los migrantes en este punto. Francia, que se ha presentado como uno de los grandes defensores del reparto de refugiados en la UE y de la necesidad de colaborar con Italia y Grecia ante el aumento de llegadas a sus costas, tiene a alrededor de 4.000 personas sin refugio ni apenas asistencia.

“Muchas de las personas con las que hablamos habían recibido una educación, eran profesionales, por ejemplo un diseñador, un fixer de la BBC que hablaba perfecto inglés, que es gente que no está acostumbrada a vivir así y que sufren un impacto psicológico muy fuerte”, indica Thom Davies.

Agua con contaminación “fecal” y sin aseos suficientes

En Francia, o al menos en Calais, la atención de las autoridades ha dejado mucho que desear. El agua potable, limpia, es una de las carencias destacadas en el estudio. Los migrantes y refugiados tienen acceso a “cinco puntos de agua corriente en el campamento” y algunos están contaminados con diferentes bacterias por encima de los límites de seguridad. En uno de los grifos, el estudio encontró bacterias E coli y Coliform, “indicativas de contaminación fecal”, que pueden provocar diarreas y diferentes enfermedades.

“La contaminación ha podido darse porque los residentes en el campo utilicen recipientes cuando van a los aseos que luego utilicen también para recoger agua”, explica el autor del informe. Los pocos aseos que hay, muchas veces no están limpios y se atascan y los migrantes utilizan agua. La falta de sanitarios suficientes es una de las carencias más visibles: en la visita de los investigadores en julio de este año (cuando la población era de unas 3.000 personas), solo había un váter por cada 75 personas. Los mínimos exigidos por Naciones Unidas, y en situaciones de emergencias, es uno por cada 20 personas.

“Algunos urinarios los han suministrado las autoridades francesas y el resto, porque son insuficientes, varias organizaciones sociales”, cuenta Davies. Además, ni un solo urinario cuenta con lavabos. El número de váteres sigue siendo demasiado escaso y la investigación apunta que es frecuente encontrar heces cerca de las tiendas en las que viven los refugiados, “un gran riesgo para la salud en particular con instalaciones de lavado y desinfección insuficientes”.

“En Calais el Estado no existe”

A principios de año las autoridades francesas crearon un centro de día, el Jules Ferry Centre, la única intervención social del estado en la zona. “Es un lugar donde el Estado no existe”, resume Thom Davies. En el centro, hay duchas pero tampoco las suficientes: la capacidad diaria es de unas 400 duchas diarias para 3.000 personas. “No nos hemos lavado en meses”, lamentaba un migrante kurdo a los investigadores en su trabajo sobre el terreno.

En el centro se alojan algunas mujeres y niños, pero no hay plazas para todos: hay 114 personas acogidas, mientras que el total de mujeres y niños asciende hasta las 600 personas. Con unas 4.100 personas en la calle con este panorama, el Gobierno francés tiene previsto incrementar la capacidad del centro a 200 personas a finales de 2015. Hace unos días, el Ejecutivo reafirmó el compromiso de crear plazas de acogida para unas 1.500 personas.

La comida, con una sola ración en el centro Jules Ferry, no proporciona una alimentación adecuada. “El hambre persistente” es una de las características del lugar, según sus habitantes, a tres horas de París. Muchos tienen que complementar la ración que da el estado francés con donaciones y comida que recolectan, pero la mala conservación de algunos productos y la imposibilidad de lavar los utensilios de cocina con detergente han generado enfermedades en el campamento, como diarreas y vómitos.

La basura es una constante en el asentamiento, que alimenta a ratas y ratones, que también pueden transmitir enfermedades. Algunas, de gran gravedad: las ratas pueden portar Leptospira, por ejemplo, “cuya enfermedad puede causar fallos orgánicos”.

Vivir de este modo puede acarrear secuelas en la salud de los migrantes y refugiados a largo plazo, expone el informe. “Sobre todo tratamos enfermedades dermatológicas, respiratorias y fracturas de los intentos de tomar camiones y trenes para llegar a Reino Unido”, dice Isabelle Bruand.

Los responsables del estudio ofrecen una serie de medidas, desde la construcción de albergues a la atención sanitaria a los migrantes, que corran a cargo de “las autoridades francesas y británicas”, dice Thom Davies. En los últimos meses, Reino Unido cada vez endurece más su discurso antiinmigración y en Calais solo colabora en la protección de su frontera exterior. La ministra del Interior, Theresa May, sugirió hace unos días modificar el sistema de asilo para que sea más restrictivo con las personas que llegan de manera irregular a su territorio.

Hoy, Calais está abandonado por ambos países. “Y el abandono puede ser una forma de violencia”, denuncia Thom Davies.

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