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Pedro Alonso, experto en malaria: “Tenemos por primera vez una vacuna contra una de las enfermedades más letales del mundo”

El director del programa de malaria de la OMS, Pedro Alonso.

Icíar Gutiérrez

Pedro Alonso (1959, Madrid) evita caer en lugares comunes, pero se muestra convencido de que la lucha para erradicar la malaria ha dado en los últimos días un paso histórico. Este martes, Malaui dio el pistoletazo de salida a la primera campaña de vacunación multitudinaria contra esta enfermedad a nivel mundial, a la que en las próximas semanas se sumarán Kenia y Ghana.

“Se ha empezado a vacunar por primera vez de forma rutinaria, no como parte de una investigación, sino como un producto listo para ser usado”, explica desde Ginebra el médico español, director del programa mundial de malaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 2014.

El organismo coordina el programa piloto en colaboración con los ministerios de salud de los tres países. Unos 360.000 niños recibirán las dosis cada año, que deben complementarse con otras medidas contra la enfermedad como el uso sistemático de mosquiteros, la fumigación de interiores con insecticidas y la utilización de las pruebas de diagnóstico y su tratamiento.

La vacuna, llamada RTS,S, es hasta la fecha la “única capaz de reducir drásticamente la malaria entre la población infantil”. Sin embargo, su eficacia es limitada: los ensayos clínicos demostraron que reduce los casos en un 40%. “Esa protección parcial puede tener un gran impacto a nivel global”, defiende el investigador. Según datos de la OMS, la malaria se cobra cada año la vida de 435.000 personas, en su mayoría niños. La mayor parte de las muertes se producen en África, donde más de 250.000 menores mueren al año como consecuencia de la enfermedad.

El avance se produce después del batacazo experimentado el año pasado en la lucha contra la malaria, que se estancó por primera vez en la última década por la falta de inversión en programas de prevención y de tratamiento. Detrás de este programa pionero impulsado en Malaui hay más de 30 años de investigación. Alonso, con una larga y reconocida trayectoria en este campo, también ha formado parte de ella, llevando a cabo los primeros ensayos hace más de 15 años.

El programa de vacunación contra la malaria ya es una realidad en Malaui. ¿Es un antes y un después en la lucha contra la enfermedad?

El término 'histórico' se utiliza con cierta ligereza a veces pero en este caso está plenamente justificado: es un día histórico. Porque el reconocimiento de la necesidad y los primeros intentos para desarrollar una vacuna contra la malaria se remontan a hace más de 100 años. Este martes se empezó a vacunar por primera vez de forma rutinaria, no como un estudio o una investigación, sino como un producto listo para ser usado, se empezó a vacunar al primer niño de África contra esta enfermedad.

Por lo tanto, es un logro extraordinario de la ciencia, del conocimiento y de la tecnología al servicio de los más necesitados. Que se tenga por primera vez una vacuna contra una de las enfermedades más letales y que más sufrimiento ha causado en la historia de la humanidad es, efectivamente, un momento histórico. Estamos ante la historia de la ciencia, de la medicina y de la salud, especialmente en los países más pobres.

¿Cómo han ido los dos primeros días de la vacunación?

Está yendo todo muy bien. Es parte del hito, que son la misma gente que vacuna contra el sarampión, la varicela o la difteria son los mismos que están vacunando ahora en los dispensarios, exactamente igual que el resto. Es un servicio aportado plenamente por los ministerios de salud de los países. Son gente muy experimentada y está yendo todo muy bien. Este es el salto tan especial que se ha generado. Ya no es un proyecto de investigación, no es un ensayo como los que hemos hecho tantas veces, esto es: ya tenemos una vacuna lista y puede empezar a utilizarse.

Lo mencionaba antes: ha habido muchos proyectos que han investigado vacunas contra la malaria, pero este es el primero que sale adelante hasta poder aplicarse de forma rutinaria.

Ha habido muchos intentos de desarrollar vacunas -es decir, la sustancia que inyectas, genera una respuesta inmune y eso te protege, o te protege parcialmente- desde hace 100 años. Algunas han progresado bastante, pero no ha habido ninguna que haya completado el proceso de lo que se llama desarrollo clínico, la evaluación por agencias regulatorias y luz verde para su aplicación. En este sentido, esta sí es la primera vacuna que puede aplicarse a gran escala porque es la primera que ha cubierto todo ese proceso. Otras vacunas y otros intentos de vacunas se han quedado por el camino.

Otra cosa distinta son otras herramientas de lucha contra la malaria como fármacos o medicinas. Sí contamos con otras con otras herramientas, pero es la primera vez que tenemos una vacuna que ha cubierto todo su desarrollo, como haríamos con cualquier otra vacuna para cualquier otra enfermedad, y que estaría lista para ser aplicada.

La vacuna RTS,S ha sido resultado de más de 30 años de trabajo. Usted ha estado más de una década colaborando en la investigación. ¿Cómo han sido todos estos años?

Empiezan con una investigadora de la Universidad de Nueva York, Ruth Nussenzweig, que fue la que describió por primera vez la proteína del parásito. Luego se decidió intentar utilizar esa proteína como vacuna. Hablamos de finales de los años 70, son efectivamente más de 30 años de investigaciones de distintas personas en distintos momentos que han ido aportando distintos componentes.

Esta mañana hablaba con mi hija y me preguntaba: “¿Hay un inventor de esta vacuna?”. No, no hay un inventor, hoy en día estas cosas no son así. Son d istintas personas en distintos momentos: desde quien descubre la proteína, al primero que generó una proteína recombinante que la imitaba o a los que empezaron a ensayarla en humanos cuando no funcionaba.

Luego se empezaron a desarrollar adyuvantes [sustancias que se añaden a la vacuna para aumentar su eficacia, según la OMS] que permitían potenciar la respuesta de la vacuna, se comenzaron a ensayar y a ver respuestas positivas. En mi caso, a primeros de los años 2000 se nos pide que evaluemos si esta vacuna podría funcionar y cómo podría hacerlo en niños africanos, que era el objetivo fundamental.

Eso permitió que desde el Hospital Clínico de la Universidad de Barcelona y, muy importante, un centro de investigación creado en Mozambique, con apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), se tuvieran las capacidades técnicas y el conocimiento para poder desarrollar y evaluar el producto en África. Dados los resultados, pudieron entrar otros grupos también a apoyar hasta que se completa todo el proceso con los comités asesores de la OMS y la Agencia Europea del Medicamento.

Es un proceso largo, muy complejo, que requiere distintos actores en distintos momentos. Esto nos recuerda la complejidad que es desarrollar una vacuna contra un parásito tan difícil como este.

No obstante, la vacuna tiene eficacia limitada. Previene 4 de cada 10 casos de malaria.

Es una vacuna imperfecta, de eficacia moderada, que incorpora tecnologías, sobre todo en cuanto a los adyuvantes, realmente punteras. Pero no es una vacuna como la imagen que mucha gente tiene: 'Una vez que estoy vacunado, ya estoy completamente protegido'. No, estás solo parcialmente protegido, pero porque en la malaria es muy difícil.

Pero esa protección parcial puede tener un gran impacto a nivel global. Por eso, cuando la gente le pregunta “¿pero merece la pena producir la vacuna que solo reduce el 40% de los casos?”, es que el 40% de los casos de 200 millones de casos que tenemos cada año y 400.000 muertes anuales son muchos casos y muchas muertes los que esta vacuna puede evitar.

Es una vacuna que requiere cuatro dosis, que daremos a niños de entre 5 meses y dos años de vida. Tenemos esperanza de que vaya a contribuir junto con las otras herramientas que tenemos como las mosquiteras o fármacos a tratar de controlar una enfermedad que ha visto grandes progresos en la última década, pero que en los últimos dos o tres años estamos viendo cómo resurge con fuerza.

¿Qué queda ahora por hacer para avanzar en la eficacia? ¿Cuál es el siguiente objetivo que se marcan?

Hay varios objetivos. El primero es inmunizar, medir el impacto de la vacuna y eventualmente extender su utilización. En segundo lugar, y esto requiere monitorizar, ver el impacto, ver que se cumplen las dosis como hay que darlas, que se confirman los los perfiles de seguridad... ahí hay todo un trabajo por hacer.

En paralelo, hay que tratar de nuevo cómo mejorar esta vacuna. Siempre lo hemos dicho: no es una vara mágica, no es la solución a todos los problemas, pero contribuye a una solución. Necesitamos otras vacunas eventualmente mejores y esto llevará muchos años todavía por delante de investigación, pero no renunciamos a que se pueda mejorar los niveles de eficacia en esta vacuna aporta.

También es la primera vacuna contra un parásito.

Cuando hablaba de días históricos no es solo porque se aplique una vacuna contra la malaria, sino porque es la primera vacuna contra un parásito humano. Es un logro extraordinario.

África es la zona del mundo más golpeada por la malaria, que se ceba con las personas más empobrecidas. ¿Por qué son tan importantes este tipo de avances para reducir la desigualdad?

Muchas veces pensamos que la solidaridad con los que menos tienen se resuelve con voluntarios yendo a trabajar a esas zonas o con recursos económicos. Esto es importante, tiene valor, pero las capacidades están en los propios países de África. No necesitamos mandar a nadie, ellos tienen capacidades y cada vez más.

Efectivamente, necesitan recursos económicos. Pero muchas veces faltan conocimientos, ciencia y tecnología. Estos son una palanca que pueden ayudar a resolver grandes problemas. Desde el ámbito de la energía o desde el ámbito de la potabilización del agua o la salud... muchas veces requieren soluciones tecnológicas. Y tecnología es precisamente lo que no tienen.

El antiguo primer ministro de Mozambique Pascoal Mocumbi, un hombre extraordinario y uno de los padres de la independencia, decía: “Necesitamos investigar precisamente porque somos pobres”. En España ha costado mucho, también en el mundo, reconocer que una de las mayores aportaciones que como países ricos podemos hacer es poner al servicio de las poblaciones más desfavorecidas la ciencia, la tecnología y el conocimiento que tenemos, porque son los que tienen la verdadera capacidad de transformar.

Para mí, la vacuna de la malaria, como otros, es un ejemplo de esa capacidad de transformar. España jugó un papel importante y los recursos de los contribuyentes españoles a través de la AECID han jugado un papel fundamental en el ámbito de la ciencia y la tecnología. Muchas veces me da pena ver cómo hoy en día, en el debate público, estos temas están absolutamente ausentes. Me da tristeza ver que la discusión sobre la cooperación internacional de España ha desaparecido completamente.

De hecho, España lleva desde 2010 sin aportar un solo euro al Fondo Mundial contra el sida, la tuberculosis y la malaria, uno de los organismos que han financiado este programa piloto.

Junto a GAVI Alianza Global de Vacunas y Unitaid, el Fondo Mundial contra el sida es uno de los organismos que está financiando este despliegue. España está ausente. Pero está ausente del debate público, no hay más que ver los discursos en el parlamento o los debates entre los candidatos, donde estos temas no aparecen. España ha abdicado de su responsabilidad global.

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