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Análisis

Consejeros que perdían tarjetas, se pasaban del límite o pedían una extra: las black eran un caos total

Rodrigo Rato y Miguel Blesa, en el banquillo de los acusados del juicio de las tarjetas 'black' / Chema Moya \ EFE

Belén Carreño / Pedro Águeda

Los antiguos servidores de correo de Caja Madrid siguen escupiendo pruebas contra la cúpula de la entidad. Bankia incorporó el día antes del comienzo del juicio varios cientos de correos electrónicos en los que se configura el sistema de reparto de tarjetas y de cuantías entre beneficiarios de las black. Los correos, adelantados por la Cadena Ser y El País, muestran el total descontrol interno sobre las tarjetas. Los consejeros las perdían, se pasaban de los límites, las rayaban o pedían una paguita extra. Un caos que echa por tierra cualquier mínima posibilidad de dar crédito a la teoría de que eran remuneraciones y que evidencia que se repartían en función de los favores cercanos a la cúpula directiva.

Ildefonso Sánchez Barcoj (cuya defensa ha sido la más agresiva en pedir que no se admitan los nuevos correos como prueba), repartía las cuantías mensuales a conveniencia, que favorecían sistemáticamente a un grupito de allegados, especialmente Matías Amat. Amat llegó a pedir en un mes de agosto una ampliación de su límite mensual (en principio de entre 6.000 y 12.000 euros), para irse de vacaciones en agosto de 2006. No llegó a fundirse toda la cantidad, pese a que se compró billetes de avión por algo más de 20.000 euros.

Los correos a los que ha tenido acceso eldiario.es son una vuelta de tuerca sobre el uso de las tarjetas black que se tenía hasta ahora. Con el informe de Anticorrupción y de la propia Bankia no se podía inferir que las cantidades se repartían de forma tan arbitraria como demuestran estos correos. Barcoj le pedía a las secretarias encargadas de gestionar estas tarjetas que le ampliaran el crédito mensual a las personas que él mismo decidía y totalmente a conveniencia. El presidente Miguel Blesa aparece también de forma puntual aunque con ampliaciones de límite algo más discretas que las de Amat. En 2006, por ejemplo, se pagó su viaje de semana santa y de verano con dos ampliaciones de la tarjeta black.

No es posible sostener que en ningún caso esto pudiera formar parte de un salario, ya que se ampliaban los límites según la necesidad del usuario. Llama la atención que constantemente se pregunta qué cantidad tiene adjudicada tal o cual consejero. Aparentemente ni Barcoj ni nadie tienen apuntada la cantidad que le han repartido a los consejeros. Lo que lleva a situaciones kafkianas en las que los consejeros piden a Caja Madrid que les desbloquee la tarjeta, cuando lo que ha sucedido es que se han pasado del límite de crédito. Uno de los usuarios a los que singularmente les sucede esto es a Estanislao Rodríguez-Ponga, exsecretario de Estado de Hacienda.

Precisamente Rodríguez-Ponga es uno de los que está bendecido oficialmente con un límite mayor en la disposición de las tarjetas. En ningún momento se aclara, porqué él recibe más que el resto durante varios años (oficialmente 5.500 euros frente a 3.200). Lo cierto es que estas cantidades aparecen en varios cuadros que se cruzan en los correos pero no corresponden en absoluto con las cantidades que se gasta el expolítico del PP. Finalmente, a todos los consejeros en 2008 se les suben los gastos a 6.000 euros de forma oficial, con excepción de Blesa, Amat y Barcoj que tienen algo más de 12.000 euros mensuales.

En uno de los correos las responsables de administrar los plásticos les explican que los límites no son anuales, sino mensuales. Aparentemente a los que recibían la tarjeta se les explicaba que podían gastar 25.000 o 50.000 euros anuales y creían que podían distribuirlos a lo largo del año. Pero no era así, ya que los límites eran mes a mes y si no se usaban en un mes se perdían, como explica el correo. Algo que, de nuevo, es absolutamente incompatible con cualquier tipo de remuneración.

En cualquier caso, para los más allegados a Barcoj, pasarse de los límites no suponía un problema. Los límites estaban para saltárselos en fechas señaladas como el verano, la cuesta de enero y la de febrero, para los más gastones.

El caos de las tarjetas era interior y exterior. Si no se sabía los límites que tenían los usuarios estos no respondían con un cuidado de sus plásticos. Las tarjetas Business Oro Caja Madrid se perdían o eran robadas. A un mismo usuario se le quedó una atascada dentro de un cajero y además la perdió. Otra fue clonada desde Colombia, las había desmagnetizadas, imantadas, caducadas... Un descontrol poco propio de los altos cargos de sus propietarios. En algunos casos se pedían que se emitieran de un día para otro porque era muy urgente para los consejeros. Por los plásticos en ocasiones venían sus chóferes o secretarias.

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