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Malos tiempos para Deutsche Bank, otro emblema del capitalismo alemán

Una oficina del Deutsche Bank.

Salvador Martínez Mas

Berlín —

Los días de glorioso poderío de Deutsche Bank, uno de los baluartes del capitalismo alemán y el mayor banco de inversión de Europa, son historia. La entidad, como exponía recientemente el semanario económico germano Handesblatt, es “vulnerable” porque tras la crisis financiera de 2008 está “encerrada en sí misma” como consecuencia de no pocos problemas y de su imperiosa necesidad de reinventarse. El británico John Cyran, CEO del banco alemán desde julio, ha sido el elegido para que la entidad cambie el rumbo. Pero Deutsche Bank arrastra numerosas taras. Solo en el último medio año, el valor de sus acciones ha caído alrededor de un 20%.

El escándalo de los motores diésel de Volkswagen ha ocupado con razón buena parte de la atención internacional en lo que asuntos económicos alemanes se refiere. Sin embargo, a la sombra del fraude del consorcio automovilístico y de sus difícilmente calculables consecuencias, Deutsche Bank sufre una relevante crisis. Cyran anunció a principios de mes un récord de 6.000 millones de euros en pérdidas previstas para el tercer trimestre de este año. Un golpe para un mundo empresarial alemán ya sacudido por el escándalo de Volkswagen.

“Es normal que Deutsche Bank presente estos resultados, porque está pagando costes de unas decisiones judiciales que no se han resuelto todavía”, dice a eldiario.es Rainer Stachuletz, experto en finanzas y profesor de la Escuela de Economía y Derecho de Berlín. Este académico alude, entre otras cosas, a la implicación del banco alemán en el escándalo del Libor, un caso de manipulación en el tipo de interés del mercado interbancario de Londres. Hasta 2.300 millones de euros ha acordado pagar a las autoridades británicas y estadounidenses el gigante de las finanzas germano por su implicación en ese escándalo.

“El escándalo del Libor es algo muy duro para Deutsche Bank, porque si estás manipulando la principal referencia del mercado mundial de préstamo interbancario luego nadie te puede creer”, señala Stachuletz. Con él coincide Johanna Mair, profesora de gestión, estrategia y liderazgo de la prestigiosa Hertie School of Governance de Berlín. “No creo que se pueda poner un número o monetarizar los costes de ese escándalo, porque no se puede calcular claramente el valor de la erosión de la confianza que ha generado dentro del banco, en los empleados, y fuera del mismo, en los clientes”, asegura Mair. “Los costes son inmensos y no sólo en términos de dinero”, subraya. La erupción del escándalo del Libor data de 2012, pero sus efectos todavía tienen por qué doler a Deutsche Bank.

Además, según Stachuletz, “las cuentas del banco no están limpias, porque todavía no han transferido todos los activos tóxicos que acumularon hasta la crisis de 2008 e incluso después”. “Deutsche Bank no informó a sus clientes sobre sus productos financieros antes de la crisis de 2008 y eran unos productos financieros de alto riesgo”, añade este experto. Por otro lado, se ha apuntado que Deutsche Bank es una entidad “infracapitalizada”, sin recursos suficientes para salir ilesa de eventuales situaciones críticas. Hace un par de años, Thomas Hoening, vicepresidente del Fondo de Garantía de Depósitos de Estados Unidos, una de las autoridades reguladoras estadounidenses, hizo saltar no pocas especulaciones en este sentido al señalar que Deutsche Bank estaba “horriblemente infracapitalizado”.

Esta circunstancia sigue siendo una realidad, de acuerdo con Mair, la profesora de la Erthie School of Governance. “Atendiendo a los criterios de la nueva Unión Bancaria europea”, Deutsche Bank “está y estará infracapitalizado, lo que puede convertirse en un problema para la dirección del banco”.

Cambio de estrategia

Ahora bien, Cyran tiene un plan, bautizado “Estrategia 2020”. Se trata de un programa de medidas del que a buen seguro se sabrá más a partir del próximo 29 de octubre, día en que el banco presenta sus cuentas. En la “Estrategia 2020”, según ha podido saberse hasta ahora, se valora realizar unos 23.000 despidos, reducir los pluses y dividendos, además de recortar actividad en algunos sectores como la banca minorista y de inversiones. También se sabe que se renovarán hasta cinco de los ocho miembros del Consejo de Administración, un cambio que el diario Süddeutsche Zeitung calificaba este fin de semana de “radical”.

“Deutsche Bank es un banco de los grandes, no va a desaparecer mañana, va a reestructurar su negocio y encontrar un camino para sobrevivir”, mantiene Stachuletz. “Probablemente frene su actividad en el mercado de la banca de inversión, que no puede crecer sin fin, mientras que, por otro lado, cabe esperar que haga lo mismo en la banca minorista, algo que está en vías de extinción, porque ya cualquiera puede hacer una transferencia con su teléfono móvil”, explica el profesor de la Escuela de Economía y Derecho de Berlín. Él avala, por ejemplo, la decisión vender Postbank, uno de los principales actores de la banca minorista alemana con cuyo control se hizo Deutsche Bank en 2008.

No obstante, por muy necesaria que parezca una reestructuración, puede que haga falta algo más para cambiar la dinámica del banco. Así, Mair opina que el anuncio de una reestructuración en el banco “no será suficiente” para reorientar a la entidad. “Cyran tendrá que asegurarse que tiene aliados dentro del banco que le ayuden a alcanzar sus objetivos, y también para recuperar la confianza en el sector bancario y en la sociedad en general”, mantiene la profesora de la Hertie School of Governance. Por su parte, Stachuletz apunta que el anuncio de una reestructuración en Deutsche Bank es un lugar común en la información económica. “Es una noticia que se repite cada cierto tiempo”, mantiene. Pese a todo, todavía hoy, “nadie entiende a Deutsche Bank”, concluye.

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