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Trump eleva la presión sobre una UE pasiva con una nueva amenaza de aranceles del 30%, ¿y ahora qué?

El presidente de EE.UU., Donald Trump, habla con los medios de comunicación antes de salir de la Casa Blanca a bordo del Marine One, en Washington, DC, EE.UU. EFE/WILL OLIVER

Irene Castro / Andrés Gil

Bruselas / Washington —
12 de julio de 2025 19:08 h

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La Unión Europea aguardaba un acuerdo inminente, pero en Bruselas siempre contienen el aliento porque son conscientes de que la volatilidad de Donald Trump pueda echarlo todo por tierra. Y es lo que ha pasado este sábado, cuando el presidente de EEUU ha enviado una carta a Ursula von der Leyen en la que comunica que impondrá aranceles por el 30% a las exportaciones que hace el bloque comunitario. Esa carta no se esperaba en Bruselas, pero la negociación se ha enquistado en la recta final por los productos agrícolas y los vehículos, y Trump ha decidido actuar unilateralmente.

Y todo esto llega al final de una semana en la que Trump ha escalado en su guerra comercial con el mundo, con nuevos aranceles más altos de lo previsto a Canadá (el mayor comprador de productos estadounidenses) y Brasil (por motivos personales y políticos, aun siendo un país con el que EEUU mantiene un superávit comercial); arancel del 50% al cobre; amenaza de posible arancel del 200% a productos farmacéuticos; y posible multiplicación por dos del arancel mínimo hasta un 20%.

¿Qué significa la carta de Trump?

Lo que dice Trump en su carta es que, a partir del 1 de agosto, impondrá aranceles del 30% a los productos que la UE vende en EEUU. Ni el 10% que está ahora en vigor, ni el 20% de los falsamente denominados “aranceles recíprocos”, sino un 30% con el que asegura que se va a equilibrar el actual “déficit comercial” que hay entre los dos bloques.

El presidente de EEUU sale así por la tangente, tras varios meses de negociaciones en las que la UE le ha ofrecido comprar más gas para equilibrar la balanza, aranceles 'cero por cero' a los productos industriales... pero nada es suficiente para el inquilino de la Casa Blanca.

“Tenga en cuenta que el 30% es mucho menor de lo necesario para eliminar la disparidad del déficit comercial que tenemos con la UE. Como sabe, no se aplicará ningún arancel si la Unión Europea, o empresas de la UE, deciden fabricar productos en Estados Unidos”, dice en su carta.

¿Habrá aranceles sí o sí?

Las amenazas de Trump no siempre se cumplen, y en principio hay plazo para seguir negociando hasta el 1 de agosto. De hecho, al líder republicano le han bautizado como TACO, es decir, Trump Always Chickens Out —Trump siempre se raja—, un mote del que el presidente de EEUU se enteró hace unas semanas durante una comparecencia ante la prensa en la Casa Blanca.

Y lo cierto es que los aranceles no han dejado de ser una montaña rusa: anuncios y rectificaciones, fechas límite y prórrogas, una cifra y luego otra. Fueron la gran amenaza del 2 de abril, luego se suspendieron, el plazo para negociar vencía el 9 de julio y ahora, en la práctica, se amplía hasta el 1 de agosto.

La UE aún confía en llegar a un acuerdo de aquí a entonces que suponga un alivio. Algunas fuentes comunitarias consideran que la maniobra de Trump puede buscar “incrementar la presión para aceptar un mal acuerdo”. Y es que hay países, como Alemania, que empujan para que se cierre un principio de acuerdo cuanto antes, aunque implique tener gravámenes elevados, con tal de salvar su industria y esquivar la incertidumbre.

¿Y qué va a hacer la UE?

La UE encaró inicialmente la guerra comercial desde una posición de fortaleza. Respondiendo a las amenazas con firmeza. Cuando Trump impuso un 25% de aranceles del 25% al acero y el aluminio –que posteriormente elevó al 50% y añadió el cobre–, los 27 pactaron un paquete de contramedidas por un importe de 21.000 millones de euros en respuesta. Y amenazaron con usar “todas las herramientas” a su disposición para contestar. Incluido el 'bazuca', el instrumento anticoerción, que da un amplio abanico de medidas para responder, como la restricción de importaciones o la prohibición de que las empresas de EEUU se hagan con licitaciones en la UE.

Cuando Trump decretó una tregua parcial, la UE decidió pisar el freno para dar señales de buena fe. Y paralizó los aranceles de respuesta.

Con la nueva amenaza, dice que adoptará “las medidas necesarias para salvaguardar los intereses de la UE, incluida la adopción de contramedidas proporcionadas en caso necesario”. Pero no da más detalles. Ni siquiera si reactivará los aranceles en respuesta al gravamen del acero y el aluminio, cuya suspensión caduca en la medianoche del 15 de julio.

Para analizar la situación, se reunirán los embajadores de los 27 de urgencia este domingo por la tarde y también hay prevista una cita de los ministros de Comercio el lunes. Entre las medidas que la UE tiene sobre la mesa, hay un paquete de aranceles por 95.000 millones como medida de reequilibrio que se planteó en el momento en el que el bloque comunitario asumió que volver a la etapa anterior era imposible y que una parte de los gravámenes había llegado para quedarse.

Los aranceles como palanca de Trump

Donald Trump usa los aranceles como palanca negociadora. Ahora está en un pulso complejo con la Unión Europea en el que no solo busca que la UE exporte menos a EEUU para equilibrar esa balanza comercial. Lo que busca Trump es que sus socios contribuyan más a la defensa europea para poder replegarse él –ya ha conseguido un gasto del 5% del PIB en defensa en la OTAN, pero tiene la vista puesta en Ucrania–, pero también que compren más energía y gas estadounidenses, cosa que lleva haciendo la UE desde la desconexión del gas ruso.

Y luego está la otra pata, que interesa mucho a la Casa Blanca porque afecta a empresas punteras estadounidenses con muy poca competencia en Occidente: la regulación europea de las plataformas digitales –Facebook, X, etc.–, y de las grandes empresas tecnológicas con posiciones monopolísticas –Amazon, Google, Apple– que son multadas sistemáticamente por la Comisión Europea por posición dominante en el mercado.

El vicepresidente de EEUU, JD Vance, ha acusado en el pasado a la UE de censura por la Ley de Servicios Digitales (DSA), porque exige a las plataformas digitales responsabilidades sobre lo que en ellas se publica. En febrero, Vance acusó a los líderes europeos, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, de reprimir opiniones disidentes al etiquetarlas como “desinformación” y “fake news”.

El presidente de EEUU dijo esta semana: “La Unión Europea ha estado hablando con nosotros, hemos hablado con Ursula y han sido muy amables. Nos trataron muy mal hasta hace poco. Ahora nos tratan muy bien, es como otro mundo. De hecho, nos han tratado muy mal. Fueron de los más difíciles de tratar, en muchos aspectos fueron mucho peores que China. Miren lo que les hacen a nuestras empresas: demandaron a Apple y a Google, y recibieron de Apple una indemnización por una demanda que no tenía fundamento. Tienen jueces de la Unión Europea, y dictaminaron quitarle muchísimo dinero a nuestro país. Son muy duros, pero ahora están siendo muy amables con nosotros, y veremos qué pasa. Estamos hablando con ellos”.

Guerra comercial

Que el resto de países del mundo compren más en EEUU es lo que subyace detrás de la guerra comercial a nivel mundial que ha desatado Donald Trump y que le ha llevado a ir anunciando aranceles indiscriminadamente a lo largo de esta semana, en la que ha dicho a más de dos docenas de países que enfrentarán aranceles de al menos el 20% a partir del 1 de agosto si no llegan a acuerdos para entonces.

Lo que quiere el líder republicano es equilibrar la balanza comercial. El principal socio de ese país es la Unión Europea. El comercio entre los dos bloques es de unos 1,6 billones de euros al año. Cada día se producen intercambios comerciales entre los dos lados del Atlántico por un valor de 4.400 millones de euros. Pero la UE tiene un superávit de 50.000 millones de euros. Y eso es lo que Trump quiere cambiar.

La energía es una de las bazas negociadoras de la UE con EEUU, que ha sido uno de los principales beneficiarios de la ruptura de los 27 con Rusia a raíz de la guerra en Ucrania. En 2024 las importaciones de gas natural licuado (GNL) del bloque comunitario a EEUU se duplicaron respecto a 2021. Pero la desconexión total que persigue ahora la UE le da margen para comprometer un aumento de esas compras.

Trump quiere también que sus aliados compren más armamento de la industria estadounidense. Y la presión se la ha trasladado a los miembros de la OTAN con la exigencia conseguida de un incremento del gasto militar hasta el 5.

La mayoría de aliados, entre ellos España, han anunciado incrementos históricos del gasto militar. También la Unión Europea, que inicialmente era un proyecto alejado del concepto de la seguridad y la defensa, ha ideado un 'plan de rearme' que ha cifrado en 800.000 millones de euros. Una parte (150.000 millones) se articularán a través de préstamos a los Estados miembros para proyectos de defensa 'made in Europe'.

“El coste de los componentes originarios de la Unión, de los estados EEE-AELC o de Ucrania no podrá ser inferior al 65% del coste estimado del producto final. Ningún componente procederá de un tercer país que contravenga los intereses de seguridad y defensa de la Unión o de sus Estados miembros”, recogen las normas del mecanismo SAFE.

Y esa cláusula no ha gustado en Washington, a pesar de que el grueso del plan (650.000 millones), que se presupone a través de la flexibilización de la disciplina fiscal cuando se trate de gasto militar, da vía libre a los Estados miembros para reforzar sus capacidades donde quieran. “Consideran que no es la mejor manera de reforzar la relación trasatlántica”, expresan fuentes aliadas sobre los recelos expresados por EEUU. Esas fuentes admiten que el incremento de las importaciones de la industria estadounidense es una de las cuestiones que forma parte de la negociación en el marco de la cumbre de la OTAN. Y los países europeos, entre ellos España, no ponen pegas a incrementar las inversiones en ese país.

La línea roja de las leyes digitales

El gran quebradero de cabeza tiene que ver con las leyes digitales de la UE, que pretenden poner coto a las grandes plataformas y que su actuación online esté acompasada con la realidad offline. Y la gran mayoría de los gigantes tecnológicos (Google, Meta, Microsoft, Apple, X...) están en EEUU. De hecho, muchos de los magnates tecnológicos, entre ellos Mark Zuckerberg o el propio Elon Musk –que llegó a formar parte de la Administración Trump–, no han dudado en susurrar al oído del líder republicano para que ponga las normativas digitales (DSA y DMA, por sus siglas en inglés) en la diana.

Enmendar o dejar de aplicar sus leyes digitales es una línea roja para la UE, que se ha encontrado en las últimas semanas en la compleja situación de imponer las primeras sanciones según esas reglas pioneras bajo la presión de Washington. No obstante, la vicepresidenta primera, Teresa Ribera, que es a quien corresponden esos expedientes, aseguró este lunes que no han recibido la queja airada del Ejecutivo estadounidense. No obstante, la Comisión Europea dio un perfil bajo a la decisión, que se quedó muy por debajo de los límites establecidos para las multas en la regulación.

Conscientes de que el punto fuerte de EEUU respecto a los intercambios comerciales con la UE son precisamente las plataformas, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, apuntó directamente a las 'Big Tech' en caso de que no haya un acuerdo que evite los aranceles. “Hay una amplia gama de contramedidas en caso de que las negociaciones no sean satisfactorias. Un ejemplo es que se podría poner un gravamen a los ingresos publicitarios de los servicios digitales”, dijo la alemana en una entrevista con el periódico Financial Times, en la que aseguró que las normas digitales de la UE “son intocables”.

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