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La batalla de Europa ha comenzado
En Europa conviven dos almas. Lo mejor y lo peor de nuestra sociedad. Capaces de las peores atrocidades durante la primera parte del siglo XX, somos también los que movemos montañas para la reconciliación, la cooperación y la paz entre ciudadanos y pueblos europeos. Europa es hoy la contradicción de una extrema derecha atizando el odio hacia los refugiados, de un Brexit que despierta los repliegues nacionalistas más excluyentes, y esa Europa que es también las de las ciudades-refugio españolas y las banderas “Welcome refugees” en los estadios de fútbol alemanes. Es la lucha entre las élites nacionales y transnacionales entregadas ideológica o físicamente a las multinacionales, a las puertas giratorias, al TTIP y al CETA, y una ciudadanía comprometida que apuesta por una Europa donde la economía ha de ser una herramienta al servicio de las personas y el planeta.
Ahora bien, estas almas divergentes son partes intrínsecas de un mismo continente. Queda por saber cuál de las dos cogerá el timón de la Europa de mañana. O mejor dicho queda por saber por cuál de las dos vamos a luchar. Aquí van tres propuestas de líneas estratégicas para que gane la Europa solidaria, ecológica y democrática:
Europa para más solidaridad interna y externa
Desde la solidaridad, Europa necesita grandes proyectos que mejoren la vida de su ciudadanía y, a la vez, creen una adhesión positiva hacia la Unión Europea. Europa es el continente idóneo para dar un salto cualitativo en términos de solidaridad. Por ejemplo, una seguridad social europea sería un pilar básico para que la integración europea no solo sea sinónimo de mercado común, sino también, y sobre todo, de más bienestar y protección en un mundo globalizado. Una renta básica europea supondría un paso fundamental hacia un modelo social único donde la persona, y su vida digna y libre, estén en el centro de nuestras prioridades colectivas.
Pero la solidaridad no puede circunscribirse solo a los europeos. Una Europa fuerte y segura de sí misma es al mismo tiempo una Europa tolerante y abierta al mundo. Guiándose por los derechos humanos, es un continente que abre sus puertas a las personas migrantes y refugiadas y les propone, de forma organizada, un futuro común en nuestras tierras. Una Europa solidaria reconoce también su parte de responsabilidad en los procesos de migración inducidos o forzados a nivel mundial, como el fenómeno de los refugiados climáticos, y cambia por tanto su modelo de producción y consumo hacia otro que respete los límites del planeta.
Europa, cuna del nuevo modelo productivo y de consumo
Es hoy una evidencia que no puede haber un crecimiento infinito en un planeta finito. Una de los principales motivos que explican el auge de los partidos de extrema derecha o populistas es el que las élites tradicionales, ya sea locales, nacionales y europeas, o de derecha e izquierda, no son capaces de entender ni ofrecer una solución a la crisis de civilización y, en particular, a un modelo social y económico basado en el crecimiento que ya no funciona. Es más, su relato, día y noche en programas políticos y medios de comunicación acerca de las bondades del crecimiento, es una mentira que, al frustrar continuamente las expectativas creadas, alimenta la desconfianza cada vez mayor en la clase dirigente de la que se benefician a su vez los extremos.
Así que seamos claros: guste o no, la Europa del crecimiento ha terminado. Por razones ecológicas y sociales, el crecimiento ya no es ni posible, ni deseable. El ciclo abierto para la reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial queda atrás. Es hora de ofrecer un nuevo horizonte europeo, más realista y acorde al siglo XXI. En estos tiempos de desesperación social y decrecimiento impuesto para las clases medias y bajas, hace falta recordar que un nuevo modelo productivo y de consumo, a través de una Gran Transición justa y ecológica, puede responder a las expectativas del 99% con más empleo decente y sostenible, más seguridad social y global, y mejor calidad de vida diaria.
La democracia es el futuro de Europa
El fin de ciclo de esta Europa post-Segunda Guerra Mundial también es patente en el ámbito democrático. Europa ya no puede ser solo un proyecto de élites ilustradas como pasó hace setenta años con las primeras piedras comunitarias. Reconociendo y agradeciendo la labor de los padres fundadores, hoy necesitamos que muchas “madres y padres fundadores” sigan construyendo Europa desde abajo en ámbitos económicos, culturales, mediáticos, políticos, sociales, etc.
También tenemos que ser capaces de trabajar en clave paneuropea. Por eso, aplaudimos la creación de DiEM25 que, además de repensar el sueño europeo, pone de relieve que el futuro de Europa es la democracia. Del mismo modo, en un continente y mundo cada vez más interconectado e interdependiente, el futuro de la democracia pasa por Europa y su capacidad de compartir proyectos y visión común.
Además, esta suma de fuerzas es estratégicamente imprescindible. Con el cisma del Brexit (y de las demás crisis acumuladas, ya sean económicas, migratorias, ecológicas, etc.), es muy probable que después de las elecciones generales en Alemania y Francia del 2017, se abra un periodo de reforma de los Tratados de la Unión Europea. Es decir, un posible periodo constituyente donde ganarán los que llegan, o mejor dicho llegamos, previamente preparados tanto a nivel de ideas como de redes en la calle y en las instituciones.
Dicho de otra manera, la batalla de Europa ha comenzado. Preparémonos.
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