“La derecha ha convertido la democracia en puro simulacro al servicio de sus intereses”
Carlos Gómez Gil, profesor del departamento de Análisis Económico Aplicado de la Universidad de Alicante y presidente de la Red de Investigadores y Observatorio de la Solidaridad (RIOS) de ámbito internacional, se siente, por encima de todo, “una persona comprometida con esta sociedad” y empeñada en que pueda avanzar y mejorar desde la “solidaridad, la ciudadanía y el respeto”. Sin embargo, el camino al que se enfrenta este especialista en cooperación al desarrollo (que ha sido durante más de diez años investigador de BAKEAZ y ha realizado investigaciones para ministerios y gobiernos autónomos) es arduo. Gómez Gil cree que “la ofensiva neoconservadora está utilizando la crisis como coartada para proceder a un profundo desmantelamiento del tejido de ONG” y advierte que la acción política de “este PP cateto y paleto solo busca ciudadanos con un nivel cultural bajo ”presos de deudas, hipotecas y precariedad“. Desde su tweeter @carlosgomezgil y su blog http://carlosgomezgil.com/ combate a diario ”el capitalismo caníbal“ y en este entrevista con eldiarionorte.es carga contra la actitud de algunos partidos que utilizan la política ”como coartada para salvaguardar los intereses de los poderosos“.
Pregunta. La política de cooperación española no atraviesa buenos momentos.
Respuesta. Efectivamente. Tampoco el conjunto de políticas sociales y de solidaridad, si bien, el recorte que se ha efectuado sobre la ayuda al desarrollo en España solo puede considerarse de histórico, descomunal, el mayor en toda la comunidad de países donantes y muy superior al que se ha llevado a cabo sobre otras áreas sociales, educativas o sanitarias. Es así que se ha insistido en la profundidad de los recortes sobre la cooperación española, ignorando que esta política atraviesa un estado de extrema gravedad que va más allá de los recortes económicos, aun siendo estos enormemente graves, para conducirla a una situación que desdibuja completamente sus finalidades esenciales y la reduce a un simple instrumento de intereses de distinta naturaleza.
P. Es decir, ¿asistimos a un proceso de voladura controlada de la cooperación al desarrollo?
R. El panorama que se está configurando sobre la política de cooperación española desde la crisis no puede ser más sombrío: los recortes que se han llevado a cabo son de mucha mayor profundidad de los que se anunciaron en un primer momento; se está produciendo una acelerada pérdida de calidad, así como un alejamiento de los compromisos y acuerdos internacionales que conforman la agenda del desarrollo mundial; institucionalmente existe un progresivo derrumbe del precario andamiaje operativo que se había construido; el interés económico y empresarial ha adquirido una renovada fuerza, poniendo el grueso de nuestra cooperación a su servicio; la ausencia de transparencia, publicidad y equidad en el conjunto de la Ayuda Oficial al Desarrollo es clamorosa, moviéndose en niveles de opacidad injustificable; la rendición de cuentas se ha convertido en una caricatura y una falta de respeto público; y el amiguismo, el clientelismo y la fidelidad son el criterio para seleccionar a quienes participan en ella. Mientras, en la cooperación descentralizada, reina la confusión y el colapso de muchos de los avances y compromisos trabajados con esfuerzo en las últimas décadas.
P. Desmantelar la cooperación al desarrollo implica la renuncia a la proyección internacional dando imagen de política social y de equidad.
R. Sí y también significa erosionar el sentido comunitario de nuestra sociedad y valores, como el bien común global, la solidaridad internacional y la equidad. Y sin ninguna duda, supone apoyar la construcción de un mundo arrojado a las fuerzas del mercado y los intereses privados, frente a la colaboración, la solidaridad y la responsabilidad global entre sociedades como valores apoyados por el conjunto de la sociedad.
P. ¿Es necesaria una profunda revisión del modelo de la ONG para que estén más despegadas de la administración?
R. Buena parte de las ONG optaron más por una estrategia de captar y gestionar cada vez más recursos, en lugar de ensanchar su base social, ofrecer cauces nuevos de participación e intervención efectiva y aumentar su capacidad crítica frente a las instituciones y la sociedad misma. La consecuencia de todo ello ha sido que buena parte de las ONG en España han avanzado sobre bases organizativas muy débiles, mientras alimentaban una elevada dependencia económica de las instituciones públicas, sacrificando a cambio muchos de sus cimientos ideológicos esenciales para tratar de adaptarse a las exigencias instrumentales de las instituciones que les financiaban. A la luz de todo ello, asistimos a un auténtico fin de ciclo, algo que muchas organizaciones no son capaces de comprender, creyendo que los problemas se reducen a una simple cuestión económica delimitada por el impago de las administraciones y el recorte de subvenciones. Pero esto no es así, la ofensiva neoconservadora está utilizando la crisis como coartada para proceder a un profundo desmantelamiento del tejido de ONG y asociaciones en España, por la vía de anular convocatorias de subvenciones y partidas presupuestarias para servicios esenciales que habían sido transferidos a ONG para su gestión, alargando al máximo los pagos contraídos muy por encima de otros sectores, e incluso llegando a eliminar pagos asumidos y concedidos legalmente. Así las cosas, se plantea la exigencia de una profunda revisión en el sector de las ONG, que lleve a que el modelo de organizaciones entendidas únicamente como proveedores de servicios baratos a las administraciones públicas dé paso a una nueva generación de ONG, mucho más comprometidas, mucho más militantes, mucho más politizadas, dotadas de un ‘corpus’ crítico y analítico de mayor calado. El rearme ideológico de las ONG es una condición necesaria para articular respuestas efectivas a los cambios que se están generando y a sus efectos, así como para reforzar su legitimidad social.
P. ¿Cree que la izquierda está interpretando correctamente lo que está ocurriendo en el país o la ve desubicada?
R. La política debe estar al servicio de las personas, de su bienestar y de su felicidad en lugar de convertirse en una coartada para salvaguardar los intereses de los poderosos, como estamos sufriendo en España desde hace demasiado tiempo. Y frente a todo ello, la izquierda no está haciendo los deberes de comprender e interpretar lo que está sucediendo, lo que la lleva a estar desubicada, pensando que todo se arregla edulcorando un capitalismo caníbal que se ha convertido en una máquina de picar carne en términos de paro, pobreza, exclusión y sufrimiento. Y ante todo ello, tenemos una derecha convertida en epítome de la corrupción, que ha convertido la democracia en puro simulacro al servicio de sus intereses, deformando deliberadamente la realidad, criminalizando al discrepante, utilizando el miedo y la represión como un instrumento fundamental de su acción; junto a una izquierda sin musculatura, que no es capaz de comprender la profundidad de las transformaciones protagonizadas por la derecha política y económica que va mucho más allá de unos simples recortes y ajustes para transformar en profundidad el modelo político, económico y democrático a medio y largo plazo.
P. Da la sensación de que España avanza como un país zombi, sin alma. ¿Hasta cuándo es posible seguir así?
R. Hay algo incuestionable como es que el conjunto de la sociedad avanza, sufre y se preocupa de forma manifiestamente distinta a la de nuestros gobernantes, y no solo en España, sino también en Europa. Nunca se había alcanzado tal grado de rechazo de la sociedad hacia el mundo de lo político y lo institucional, como evidencian todos los estudios demoscópicos, conscientes de que vivimos un gigantesco disparate promovido por quienes deberían de velar por el bienestar de los ciudadanos, pero que están haciendo todo lo posible por asegurar su futuro y el de las élites económicas a las que defienden. La sociedad es cada vez más consciente de ello y sabe que la salida de su crisis es la entrada en una sociedad de la inseguridad permanente donde estamos perdiendo la capacidad de tener un proyecto vital, convertidos en residuos humanos en estado de precariedad permanente. El colapso moral y político que vivimos está fuera de toda duda, pero la voluntad de sobrevivir a pesar de todo y por encima de todo, es muy superior a la miseria moral de una generación de gobernantes que pasará a la historia como una de las peores.
P. ¿Las condiciones para un conflicto social están servidas?
R. Sí, claro, pero el propio sistema ya se garantiza de tener a los ciudadanos prisioneros: de deudas, de hipotecas, de empleos precarios, de bienes de consumo. Por eso necesita que su educación emancipadora sea cada vez menor y que su nivel cultural sea muy bajo, algo que vemos con nitidez en la acción política de este PP cateto y paleto. Pero, ¿cuánto resistirá esta sociedad? Creo que hasta que al igual que las bombas, el explosivo necesita de una espoleta para que detone, y esa espoleta todavía no la tenemos.
P. Cae la fertilidad, los jóvenes se marchan, aumenta la esperanza de vida, desciende la inmigración y algunos se marchan a sus países. Una tormenta demográfica se avecina.
R. La caída de la fertilidad, los importantes volúmenes de jóvenes bien preparados que están saliendo fuera de España a buscar un trabajo que aquí se les niega, el aumento en la esperanza de vida, junto al descenso en la inmigración y el retorno de muchos extranjeros, proyectan un escenario demográfico muy negativo que, de mantenerse, va a aumentar algunos de los muchos problemas que ya tenemos. El poder de España en Europa, la insuficiencia de recursos en medio de una economía en recesión, o la financiación del sistema de pensiones son tres cuestiones inmediatas afectadas por esta crisis demográfica, de la que, por cierto, nadie nos contará la verdad una vez más. Los países que viven este declive demográfico tratan de llevar a cabo políticas que inviertan esta tendencia, conscientes de su papel regresivo. Algo que en el caso de España ni siquiera se menciona, a pesar de agravar otros muchos pésimos indicadores económicos y sociales que plantean un futuro todavía más incierto del que ya tenemos.