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Las obras del barrio de Loiola arrasan en Donostia con un caserío construido a comienzos del siglo XVIII

Demolición del caserío Matxiñene, construido a comienzos del siglo XVIII

Rubén Pereda

Vitoria —

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Las obras para la nueva ordenación del barrio de Loiola, en Donostia, han arrasado con el caserío Matxiñene, situado a orillas del río Urumea y de comienzos del siglo XVIII. Así lo denuncia la asociación Áncora, dedicada a la conservación del patrimonio cultural de la ciudad, que subraya que el edificio gozaba de “interés histórico-arquitectónico” por tener un “valor simbólico asociado a la imagen y la memoria colectiva del caserío vasco”. El derribo se inscribe, según esta asociación, en un borrado continuado de “referentes históricos” situados en la vega del Urumea, que lamentan que el Ayuntamiento percibe “como estorbos”.

Esta semana, cuando la excavadora derruía mampostería, ladrillo y madera, estaba tirando abajo un edificio que se levantó hace más de trescientos años y que figura documentalmente en un pleito del año 1720 que se conserva en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. De planta regular, el antiguo caserío tenía piso bajo, primero y desván, y desde Áncora lo catalogaban como “uno de los últimos supervivientes de la arquitectura tradicional en el barrio”. “Aunque su estado de conservación era regular, permanecía habitado y su pervivencia resultaba interesante dada la ubicación central que ocupaba en el barrio, lindante con la Casa de Cultura y con un paseo fluvial muy concurrido. Poseía un interés histórico-arquitectónico cierto, correspondiéndole el valor simbólico asociado a la imagen y la memoria colectiva del caserío vasco”, abundan.

Habilitado a mediados del siglo XX como bar-merendero, había en las inmediaciones también un frontón y un embarcadero desde el que llegaron a botarse traineras, señal de que quizá hubiera habido un astillero en los alrededores. “Se cubría mediante tejado simétrico a dos aguas con su caballete perpendicular a la fachada principal, que se orientaba al suroeste. Disponía de terreno con animales y un pequeño jardín”, explican.

Desde Áncora denuncian que no es el primer caso. En una ciudad con pocos ejemplares de edificios que daten de antes de 1813 —año en que fue pasto de las llamas en el marco de la guerra de independencia—, la asociación solicitó la catalogación de hasta siete decenas de caseríos, pero no lo logró. Se perdieron, en consecuencia, otros inmuebles, como el caserío de Txanponenea y la casa solar de Erbetegi. “El menosprecio hacia la arquitectura vernácula es notorio en Donostia”, lamentan, y añaden: “Los nuevos desarrollos urbanos en la vega del Urumea han supuesto la desaparición de casi todos los referentes históricos que prestaban soporte a la identidad euskaldun de Donostia y son percibidos como estorbos por el gobierno municipal”.

El Bellas Artes y Villa María, entre otros casos

No es el único ejemplo de patrimonio que Donostia pierde recientemente, y las denuncias de Áncora se vienen sucediendo en los últimos años. En 2021, en plena celebración del Festival de Cine, el Ayuntamiento dio luz verde a un proyecto de rehabilitación del Palacio Bellas Artes que preveía la adecuación del interior y algunos ajustes en la fachada, de modo que se pudiera reconvertir en un hotel de lujo. Para Áncora, este movimiento supuso sellar la muerte anunciada del que era el cine más antiguo de toda España, de 1914, pues aseguraban que no era menos que un derribo “disfrazado de rehabilitación” y que tras las obras quedaría apenas “un 20%” del edificio histórico.

Más recientemente, hace apenas dos meses, a comienzos de agosto, la Fiscalía, a instancias de una denuncia de la propia Áncora, emprendió la investigación de las obras que se habían acometido en la Villa María del Carmen de la ciudad, al considerar que era posible que se hubieran destruido “varios elementos protegidos”. Antigua casa de campo edificada en 1912, los propietarios trataron de tumbar su protección, si bien el Ayuntamiento “se reafirmó en el valor arquitectónico y paisajístico de la finca”, según recogió Europa Press de declaraciones de la asociación. Pese a que la protección obligaba a preservar todas las partes exteriores del inmueble por estar catalogado, y aunque Áncora solicitó por escrito que se detuvieran las obras, el derribo siguió adelante. ¿El resultado? “La villa aparece gravemente mutilada y el jardín paisajista ha sido arrasado, perdiéndose su frondosa cubierta vegetal compuesta por magnolios, palmeras, limoneros, tamarindos y un magnífico ejemplar de tulipanero de Virginia”, recalcaron entonces. Al listado se suma también la estación central del ferrocarril, que tenía marquesina de Gustave Eiffel, mientras que aún está pendiente una resolución definitiva del Tribunal Supremo sobre los cuarteles militares de Loiola.

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