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Viaje Mérida- LLerena, ni tren, ni autobús

Francisco Venegas Nuño

Soy una de esas personas que sigue apostando por el transporte público, y más concretamente por el tren (aunque cada día nos lo ponen más difícil en esta tierra). Lo utilizo cada fin de semana para ir al pueblo (el viernes Mérida-Llerena y el domingo la vuelta), y en lo que va de mes ya me han devuelto tres veces (parcialmente o en su totalidad) el importe de mi billete, lo que significa que he llegado a mi destino “bastante tarde” o “muy tarde”. Y en las tres ocasiones ha sido como consecuencia de actuaciones incompetentes ante situaciones ya programadas de antemano –cabe pensar en un boicot para que el servicio funcione mal, aunque no me llego a explicar el beneficio que puede suponer eso a sus responsables–.

En las dos primeras (domingos 2 y 9 de septiembre), el tren procedente de Sevilla llegó a la hora prevista a Llerena, pero allí tuvo que esperar al que llega desde Zafra –huelga decir que no disponemos de doble vía– 15 o 20 minutos, con el agravante de que una vez en la estación de Llerena perdió otros 10 o 15 minutos efectuando maniobras a todas luces innecesarias (dicho tren no trae viajeros y solo entra en servicio a la mañana siguiente, por lo que parece inconcebible su retraso y más aún su pérdida de tiempo una vez colocado en una vía de la estación).

Pero lo más lamentable (casi surrealista) fue lo que ocurrió el pasado viernes, 21 de septiembre. Llegamos a Zafra (desde Mérida) a la hora prevista, y allí, como consecuencia de las obras de reparación de un puente a la altura de Usagre, nos debía estar esperando un autobús (algo programado previamente y conocido por todos) para cubrir el trayecto final hasta Lerena. Pero al bajar del tren en Zafra nos encontramos con la sorpresa –el interventor incluido– de que dicho autobús no estaba y –lo peor de todo– “nadie sabía nada del tema”. Allí permanecimos durante una hora hasta que por fin llegó. Éramos unos veintitantos viajeros, dos o tres que rondábamos el medio siglo y el resto eran jóvenes estudiantes, esa generación de jóvenes preparados que acabará marchándose de Extremadura, entre otras cosas por encontrarse a diario con situaciones como esta.

Y nuestros gobernantes nos hablan de hacer todo lo posible para “retener el talento”: señores, retener el talento no significa hacer rehenes durante una hora en una estación de tren a las personas que pretendemos que se ocupen de nuestra región en las próximas décadas (para “retener el talento” es necesario “un mínimo de talento”). La incompetencia que hace que nuestro ferrocarril no funcione no debería quedar impune, y aquí les dejo el relato de los hechos por si alguno de ustedes tiene la decencia de interesarse por el tema y empezar a poner soluciones.

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