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Santiago de Compostela, donde el cambio empezaba por calmar la ciudad

Vista del casco viejo de Santiago desde las torres de la Catedral

David Lombao

En mayo de 2015 el PP llegó a las elecciones gobernando el Ayuntamiento de Santiago con una mayoría absoluta que había sido histórica para los populares, que solo habían conseguido levantar el bastón de mando en la capital de Galicia durante apenas un año en los 80 gracias a una moción de censura. Pero el alcalde no era el mismo que había ganado las elecciones en 2011. Ni el regidor ni la práctica totalidad del equipo de gobierno, formado por mayoría de ediles no electos tras varias oleadas de sustituciones obligadas por ceses y dimisiones derivadas de una tormenta de presuntos casos de corrupción.

El primer alcalde de aquel mandato, Gerardo Conde Roa, tuvo que dimitir nueve meses después de llegar al cargo tras desvelar el diario El País un caso de fraude fiscal en su empresa inmobiliaria, por el que acabaría condenado. El segundo, Ángel Currás, se vio forzado a dejarlo tras ser imputado en el caso Pokémon, momento en el que Alberto Núñez Feijóo envió a la alcaldía a su entonces conselleiro de Infraestructuras, Agustín Hernández, que había cerrado simbólicamente la lista del partido en 2011.

La sucesión de tres alcaldes y la cascada de escándalos de mayor o menor dimensión marcó de modo crucial la carrera electoral de 2015 e impulsó en gran medida la candidatura de Compostela Aberta, la marea municipal santiaguesa a cuyo frente se situó el entonces alcalde del vecino municipio de Teo, Martiño Noriega -miembro del BNG hasta la escisión de 2012-. Durante toda la campaña Noriega había reiterado que su primera labor, en caso de ser elegido, tendría que ser “pacificar”, “calmar” y “normalizar” un Ayuntamiento en la que su tradicionalmente tranquila vida local había saltado por los aires en apenas un trienio.

Críticas por falta de “gestión”

Cuatro años después, el alcalde y candidato a la reelección asegura haber conseguido con creces “normalizar la vida del Concello”, pero no solo. Esa “actuación responsable” su gobierno la ha combinado con “gestión” y “conquistas sociales”, afirma Noriega, que cita como ejemplos la reducción de la deuda municipal -de 45 a 27 millones-, la creación de una renta social municipal para personas sin recursos, la “desaparición de la lista de espera para ayuda en el hogar” a personas dependientes o la consecución de “20 millones de euros en fondos europeos”.

Mientras, agrega, Santiago ha recuperado “dinamismo cultural” con iniciativas como la Semana do Libro y ha aprobado operaciones como la municipalización de la ORA y la grúa. También resalta que ha marcado la agenda en áreas como la reivindicación feminista a través de campañas como la exitosa En negro contra as violencias machistas, que tras ser impulsada por el Concello santiagués acabó siendo asumida por un centenar de municipios de toda Galicia. Son decisiones con las que el gobierno de Compostela Aberta ha “marcado una senda de independencia con respecto a los poderes fácticos” que, según el alcalde y candidato, los ha convertido en “pieza a batir” en estos comicios, resume, también para parte de las empresas editoras de la prensa local.

El resto de la izquierda municipal admite que el regreso de la normalidad al Ayuntamiento santiagués es un hecho pero matiza que el cambio, en gran medida, se ha quedado en eso y en cuestiones más bien simbólicas, como la apuesta por la laicidad en una ciudad con un marcado componente religioso. Es la opinión de Goretti Sanmartín, candidata del BNG a la alcaldía, que no aprecia “políticas transformadoras” en el gobierno de Compostela Aberta y sí achaca al equipo de Noriega “falta de gestión” en el día a día municipal.

Esa es la misma crítica que lanza Xosé Sánchez Bugallo, alcalde de la ciudad por el PSOE de 1998 a 2011, cuando perdió frente al popular Conde Roa, recuperado en este 2019 como apuesta de los socialistas tras un complejo juego interno de equilibrios. Bugallo asegura que ha vuelto porque le “duele” que Compostela haya “perdido el liderazgo”, se haya “quedado atrás” primero por los escándalos del PP y después, por la “incapacidad” de Compostela Aberta y de Noriega, a quien achaca haber sido “cómodo” y “poco trabajador” en estos años. Los populares, por su parte, han trazado durante todo el mandato un retrato de “parálisis”, “sectarismo” y “amiguismo” combinado con la ausencia de “gestión”.

Las materias pendientes

Tanto Noriega como Bugallo han convertido la campaña, en gran medida, en un mano a mano a la luz de unas encuestas que han situado a la derecha lejos de sumar para volver al poder. El líder de Compostela Aberta se ve “en condiciones de revalidar el gobierno” para “completar” un trabajo en el que, admite, hay materias que se han quedado en el tintero. Entre ellas destaca poner coto a la presión turística y a algunas de sus manifestaciones más preocupantes, como el auge de los apartamentos turísticos. El “diagnóstico” está hecho y las primeras medidas en marcha pero, matiza, necesita la colaboración de la Xunta en materias como la inspección o la aprobación de una tasa turística que el gobierno de Feijóo veta.

Noriega y su equipo también admiten que les hubiera gustado llegar a 2019 habiendo implantado ya su nuevo modelo de transporte público, pero lo cierto es que el nuevo contrato no ha llegado a ver la luz. La nueva ley de contratos y “problemas estructurales” de la administración local han retrasado los pliegos de una nueva concesión, aseguran, y agregan que será realidad en el nuevo mandato si continúan en el gobierno.

Otra concesión que está en el centro del debate de la campaña y que, según Compostela Aberta, tendría los días contados si repiten en el poder es la del servicio de aguas. La municipalización de este servicio, aseguran, culminaría en este segundo mandato tras los trabajos de estudio iniciados en el que termina.

Por el agua pasa también otro de los asuntos que se queda a medias, la nueva depuradora. Esta es una cuestión casi histórica en la capital de Galicia que ha marcado la recta final de campaña al admitir el candidato socialista durante un mitin que en 2011, cuando el ahora candidato del PP era conselleiro de Medio Ambiente, ambos pactaron retrasarla para apartar la cuestión del rifirrafe electoral. Después de ese acuerdo -tan lógico como anecdótico, defiende Bugallo- el PP ganó y decidió un traslado de la infraestructura que nunca llegó a realizar; Compostela Aberta acabó optando por su emplazamiento inicial y la obra parece haber quedado desbloqueada tras arduas negociaciones con el Gobierno de Pedro Sánchez, ejecutivo de un PSOE que, según Noriega, no representa lo mismo que Bugallo.

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