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La jineología y el asesinato sin esclarecer de tres activistas kurdas en París

Multitudinarios entierros de las tres activistas kurdas asesinadas en París.

Alba Calejero García

Tres militantes kurdas fueron asesinadas en París el 9 de enero de 2013. Sus nombres son Sakine Cansız, Fidan Doğan y Leyla Şaylemez. Recibieron varios disparos en la cabeza en la sede del Centro de Información de Kurdistán, donde trabajaba Fidan, en un momento clave para las negociaciones entre el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y Turquía.

La investigación se cerró tras la muerte del principal sospechoso, Omer Güney, en diciembre de 2016 antes de que se celebrara su juicio. El pasado mes de mayo, Francia decidió relanzar la investigación con el fin de explorar la implicación de los servicios secretos turcos (MIT) en las muertes.

Los nombres de Sakine, Fidan y Leyla están dentro de los referentes de las mujeres kurdas que luchan por el reconocimiento de su pueblo y su identidad, como es el caso de las mujeres de Rojava, el Kurdistán sirio.

En Rojava se ha apostado por observar la sociedad desde el prisma de la jineología, un concepto específico desarrollado por el movimiento feminista kurdo que consiste en “replantear y vaciar el concepto que se tiene de mujer y trabajar por rellenarlo otra vez, como si todo lo estudiado se volviera a estudiar desde otro prisma” con el fin de “replantear los interrogantes de la parte oprimida”, explica Irene P., del colectivo Rojava Azadî.

La jineología procede de las experiencias de las mujeres kurdas durante los últimos 40 años y forma parte del currículum de las escuelas y de la universidad de Rojava. Nace de un proceso de revolución social y de liberación de la mujer, por lo que se presenta como una ciencia complementaria al feminismo y critica el fracaso del feminismo occidental por alcanzar la interseccionalidad de manera efectiva.

Fidan Doğan, nació en Elbistan, al sur de Turquía, pero se crió en Francia. Fue miembro del Congreso Nacional de Kurdistán (KNK) y se ocupaba del trabajo diplomático para dar a conocer la lucha del pueblo kurdo dentro del ámbito institucional. Era conocida por las autoridades políticas francesas, entre ellos el entonces presidente de Francia, François Hollande, y el exministro de Interior, Manuel Valls.

André Métayer, presidente fundador de la asociación francesa Amitiés kurdes de Bretagne, cuenta que a Hollande y a Valls “les tomó por sorpresa la eliminación de tres kurdas en pleno París el 9 de enero de 2013” y considera que “sus declaraciones de querer esclarecer todo parecían sinceras”. No obstante, sostiene que “pasada la emoción, la razón de Estado prevaleció y ya no se ha cuestionado el origen de este triple asesinato”. Sabe que “como muchos crímenes de Estado, este está en riesgo de caer en el olvido” y lamenta que “quienes están comprometidos con una causa y luchan por que triunfe descubren, evidentemente, que su lucha no está lo bastante mediatizada”.

Por su parte, Sakine cofundó el PKK y fundó también el Movimiento de Mujeres de Kurdistán. Se convirtió en un símbolo de la resistencia kurda en las cárceles de Turquía, en Diyarbakir (Amed, en kurdo), la capital de Kurdistán-Turquía, al ser detenida en 1979.

Sus memorias, escritas entre 1996 y 1998, se publicaron en 2015 bajo el título Toda mi vida fue una lucha. Para Melike Yaşar, miembro del Congreso Nacional de Kurdistán, el título hace justicia a la realidad, puesto que la considera una “luchadora, una militante contra el enemigo, el estado turco” y “contra la mentalidad feudal y patriarcal en Kurdistán”.

Melike, que también es representante del Movimiento de Mujeres Kurdas para América Latina, asegura que la muerte de Sakine fue muy dura “porque fue desde el principio una victoria, un ejemplo de lucha hasta que murió”. “La historia vivía y la mataron”, sentencia.

Sakine influyó en la relevancia de la liberación de las mujeres kurdas, uno de los dos ejes principales de las negociaciones entre el estado turco y el fundador del PKK, Abdullah Öcalan, encarcelado desde 1999 en la isla turca de Imrali. Cuando las mujeres empezaron a unirse a la lucha armada, se dio una contradicción dentro del movimiento kurdo: “¿Cómo puede [Kurdistán] ser libre si dejamos de lado la liberación de la mujer?”, reflexiona Melike.

En cuanto a Leyla Şaylemez, cuyo nombre de guerra era Ronahî, nació en Mersin, al sur de Turquía, pero creció en Alemania. Dejó su vida y su familia para organizar a los jóvenes kurdos en Francia, por lo que se convirtió en un referente para la juventud kurda residente en Europa.

Fueron un objetivo elegido

Cada 9 de enero se convocan concentraciones en honor de estas tres activistas kurdas, no sólo en Francia, sino en ciudades de todo el mundo, como en Bilbao, Caracas o Buenos Aires. Asimismo, se celebran eventos, conferencias y festivales con el fin de homenajearlas y recordar la lucha que todavía libran las mujeres kurdas.

“Nos atacaron al corazón. No lo vemos sólo como un asesinato. Las mujeres siempre fueron un objetivo de los grupos paramilitares y las inteligencias por su importante lucha. Hoy, por ejemplo, lo vemos también en América Latina con el caso de Berta Cáceres”, dice Yaşar, que asegura que las tres militantes kurdas “fueron un objetivo elegido”.

Para Melike, es necesario homenajearlas a ellas y a todos los mártires, pero también “tratar de resolver sus sueños”. “Nosotros no lloramos las muertes de nuestros mártires. En la práctica, tratamos de responder a los mártires, de seguir su lucha” porque “el cambio y la transformación que hubo en la sociedad kurda, todo, empezó con ellas”.

La reapertura del caso puede suponer un punto de inflexión en el tratamiento de investigaciones similares. “La ONU tiene que decidir si en Francia y en Turquía podemos lograr que se reconozca como asesinato político”, afirma Yaşar. Considera que “la solución política para la causa kurda significa una solución para todo el Medio Oriente”. Por ello, reivindica la liberación de Öcalan: “Romper el aislamiento significa volver a la mesa”, sentencia.

Desde Rojava Azadî lamentan la poca información que llega de lo que sucede en Kurdistán e inciden en que esta difusión era mayor cuando se relacionaba con el tema de la mujer armada en Siria. Mientras las mujeres que luchaban hace 40 años “fueron consideradas terroristas”, recientemente las mujeres armadas “ganaron simpatía y nos molesta esa imagen romantizada”, coincide Melike.

Rojava, la revolución de las mujeres kurdas

En 2012 en Rojava comenzó un proceso de revolución durante la guerra civil siria en la ciudad de Kobane, donde se instauró una forma de autogobierno popular: el confederalismo democrático. Este modelo fue promulgado por Abdullah Öcalan y a él se adhiere el PKK, si bien este partido se fundó en 1978 con una perspectiva marxista-leninista en busca de un estado socialista independiente.

El confederalismo democrático rechaza el modelo del Estado nación y aspira a la transformación social. “Propone un sistema en el que todos los pueblos viven con su propia identidad y su propia cultura, y la sociedad trata su autodefensa y su propia economía” siempre “encabezada por las mujeres”, matiza Melike.

“En Siria ahora mismo hay un florecimiento, han podido construir instituciones suyas, tener una posición social, tener peso en la economía, una fuerza militar”, describe Irene, en alusión a la brigada femenina kurda (YPJ) dentro de las unidades de defensa del pueblo kurdo (YPG).

María Villar Jiménez, Esther Martín, Elene Gabrielle y Alaitz Berriozabalgoitia, de la ONG Suargi de Durango, son testigos del funcionamiento de este modelo tras su viaje a Kobane -hermanada con Durango- en agosto de 2018 como parte de una delegación. “Nos han transmitido que las mujeres siempre han tenido un papel de cuidadoras y nunca un papel activo”, reflexionan sobre su experiencia. “El objetivo final es liberar a todas las mujeres del mundo y enseñar a los hombres la importancia de la libertad y el respeto hacia nosotras”.

Su viaje tenía por objetivo crear lazos y puentes con las mujeres de Kobane y Rojava, y comprobar las necesidades que pudieran tener en cuanto a perspectiva de género. Allí estuvieron bajo la supervisión de Kongra Star, que definen como “la asociación paraguas de todos los movimientos de las mujeres del norte de Siria”, visitaron Jinwar, la aldea de las mujeres, y se reunieron con cargos de la municipalidad, que están duplicados en busca de la paridad y la igualdad de género: “hay un presidente y una presidenta, alcalde y alcaldesa, etc”, indican.

Visitaron la Casa de Mujeres de Kobane, un lugar de refugio y de encuentro de mujeres, donde había un mural con fotografías de Sakine, Fidan y Leyla, entre otros muchos referentes y mártires. “Ellas están bastante presentes en su vida”, aseguran desde Suargi, aunque insisten en que “la lucha es continua”.

El caso de Sakine, Fidan y Leyla despierta curiosidad por el hecho de no haber sido resuelto, pero a la vez “abre una puerta a que más gente se interese por conocer esa región remota que mucha gente no conoce que es Kurdistán”, asegura Irene, al tiempo que recuerda un dicho kurdo para pedir que no se les olvide, ni se les silencie: “Los únicos amigos de los kurdos son las montañas”.

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