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Los brotes de Portugal provocan incertidumbre en el vecino ejemplar

Icíar Gutiérrez

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Del optimismo a tener que dar marcha atrás. De país modelo a otro ejemplo más de que, incluso para quienes han sobresalido en su respuesta al virus, el aumento de los casos tras haber conseguido doblegar la curva ya no es un riesgo, es una realidad. Portugal ha estado durante semanas en el podio de los países de Europa occidental que mejor lo han hecho contra la COVID-19, con un nivel de infección y muertes muy inferior al de sus vecinos. Ahora, en plena reapertura al turismo, tiene una de las peores ratios de nuevos contagios por 100.000 habitantes del continente y se ha visto forzado endurecer algunas medidas en la zona de mayor incidencia, Lisboa y su periferia.

Portugal, con 10 millones de habitantes, logró aplanar su curva en abril. En su pico, el país vecino no llegó a las 1.600 nuevas infecciones en un solo día. Con la sensación de haber hecho los deberes, las autoridades lusas comenzaron a relajar las restricciones gradualmente el pasado 4 de mayo. El primer ministro, el socialista António Costa, llegó a pedir a la población que volviera a salir a la calle con precaución para superar el duro golpe que había sufrido la economía nacional.

La trayectoria de la curva de nuevos contagios había continuado en constante descenso hasta entonces. A mediados de mayo, volvió a subir. En esta semana, se han registrado una media de más de 300 casos adicionales al día, un ritmo que se ha visto empujado por diferentes brotes localizados en el mes junio. El balance de este viernes contabiliza un total de 40.866 casos y 1.555 fallecimientos desde el inicio de la pandemia, aún lejos de las cifras de otros países europeos.

Así han evolucionado los nuevos casos diarios de COVID-19 en Portugal

Ritmo de nuevos casos diarios. La línea azul muestra el promedio semanal de nuevos casos diarios

Fuente: Universidad de John Hopkins

El epicentro de la epidemia se ha trasladado desde la región Norte, que antes era la zona más golpeada por el coronavirus y aún engloba el mayor número de muertes contabilizadas por el país. El gran foco de infecciones es ahora la región de Lisboa y el Valle del Tajo, que concentra más de dos tercios de los nuevos casos diarios en el último mes.

“Al principio, muchos de los casos estaban ocurriendo en sectores de trabajo que no se cerraron durante la cuarentena, como la construcción, el sector industrial o el trabajo temporal. Luego, se identificaron algunos grupos en algunos barrios pobres de la región de Lisboa”, explica a eldiario.es João Júlio Cerqueira, médico de familia y creador del Proyecto de Medicina Basada en la Evidencia (SCIMED). Además, se han producido brotes en residencias de mayores, como el de Reguengos de Monsaraz (Alentejo), cerca de la frontera con España, con más de medio centenar de positivos.

Por otro lado, las fiestas en la playa o explanadas que superan el máximo de participantes permitidos han hecho saltar las alarmas. “Los jóvenes no están cumpliendo con las normas, están participando reuniones ilegales que pueden impulsar el aumento de las infecciones”, sostiene Cerqueira. No solo ha ocurrido en Lisboa, también en otras localidades lusas. En el Algarve, uno de los pilares turísticos del país, una fiesta a principios de mes en Lagos acabó con un brote de más de 100 casos.

En respuesta, las autoridades lusas anunciaron al inicio de esta semana nuevas restricciones para los habitantes del Área Metropolitana de Lisboa, la zona con mayor densidad de población del país (2,8 millones de residentes) que comprende la capital y otros 17 municipios. Se restableció la prohibición de reuniones de más de 10 personas, el cierre de las tiendas a las 20:00 horas –salvo restaurantes y supermercados–, los límites a la venta de bebidas alcohólicas para evitar los “botellones” y la prohibición del consumo de alcohol en los espacios públicos –que se extiende a todo el territorio–. Además, se incrementará la vigilancia policial para impedir concentraciones.

En un intento por detener las cadenas de transmisión, el Gobierno dio una nueva de vuelta de tuerca más este jueves, ordenando de nuevo el confinamiento para los residentes de 19 freguesías [división administrativa similar a barrios o parroquias] en el área metropolitana que envuelve a la capital. En concreto, la restricción afecta a municipios aledaños donde se concentran la mayoría de los brotes: Amadora (todas las freguesías), Odivelas (todas), Sintra (seis, más de la mitad), Loures (dos). En el caso de la ciudad de Lisboa, la limitación se ciñe a la freguesía de Santa Clara, al norte, por lo que el centro de la capital queda fuera.

En estas 19 freguesías se ha decretado lo que se denomina el “deber cívico de recogimiento”, algo más suave que el confinamiento que se impuso en España. Consiste en el deber de permanecer en casa salvo para lo considerado esencial: trabajar, comprar alimentos y medicamentos, así como para hacer deporte. Las restricciones estarán vigentes desde el 1 de julio al 14 de julio, según acordó el Consejo de Ministros.

“Hago un llamamiento a todos, para que sean conscientes de que es esencial hacer este esfuerzo extra. La COVID-19 no desaparece y no desaparecerá hasta que haya un tratamiento o una vacuna. La forma efectiva de controlar esta pandemia es permanecer en casa siempre que sea posible, y mantener siempre la distancia física y cumplir las normas de protección y de higiene”, ha dicho Costa. Durante los meses más duros, el Gobierno elogió en repetidas ocasiones el civismo de la población portuguesa a la hora de cumplir las recomendaciones. El mensaje de las autoridades ahora es volver a apelar a la responsabilidad ciudadana.

El primer ministro ha asegurado que “las situaciones de transmisibilidad están a un nivel esperado y controlable en todo el territorio nacional”. Sobre el mayor número de infectados en el Área Metropolitana de Lisboa, Costa reconoció que no hay una respuesta clara de los expertos: en general se considera que las principales fuentes de transmisión son la convivencia y el trabajo, según recoge el periódico portugués Diário de Notícias.

“El problema ahora es generalizado en Lisboa, especialmente en las 19 freguesías”, coincide Cerqueira. Echando la vista unas semanas atrás, inicialmente, hubo focos de infección en algunos sectores laborales como la industria o el trabajo temporal, así como la construcción. Una operación de detección entre el 30 de mayo y el 6 de junio en los cinco municipios afectados por las nuevas restricciones (Amadora, Lisboa, Loures, Odivelas y Sintra) identificó que el 5% de las aproximadamente 14.000 pruebas practicadas en sectores como la construcción y cadenas de suministro, transporte o distribución dieron positivo en COVID-19, según explicó la Dirección General de Salud. Se trata de sectores caracterizados por una alta rotación de los trabajadores.

También han salido a la luz casos en algunos barrios pobres como Quinta da Fonte (municipio de Loures), Cova da Moura (en Amadora) o el barrio de Jamaica (a las afueras de Seixal, al sur del Tajo), apostilla Cerqueira. Los boletines oficiales solo revelan datos totales por municipio, por lo que no se conoce el número exacto de infecciones en estos barrios de Lisboa y su área metropolitana. Los vecindarios afectados cuentan con condiciones habitacionales diferentes que van desde asentamientos a viviendas públicas. El Gobierno anunció un plan de realojamientos de emergencia para las personas con viviendas precarias y hacinamiento, para poder aislar a los afectados por la COVID-19.

Un país a tres velocidades

Para Cerqueira, las nuevas medidas de confinamiento son “apropiadas”. “Por desgracia, algunos negocios locales van a sufrir otra vez. Pero si no actuamos rápidamente, el problema solo empeorará y se necesitarán medidas más drásticas para contener el virus”, opina. El médico considera que lo que se está viendo en Portugal “va a ser la norma en la mayoría” de los países. “Habrá grupos de infecciones que deberán ser controlados por las autoridades, para mitigar la propagación de la enfermedad, después de reabrir la economía. En este sentido, no es nada raro. Todo depende de cómo actúe el Gobierno para contener estos grupos”.

Este jueves, el director de la oficina regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Europa, Hans Kluge, alertó de que el continente experimentó la semana pasada un aumento de casos por primera vez en meses. “Durante semanas he hablado sobre el riesgo de rebrote a medida que los países adaptan las medidas. En varios países de Europa, este riesgo se ha convertido en una realidad: 30 países y territorios –que no ha detallado– han visto aumentos en los nuevos casos acumulados en las últimas dos semanas”. En 11 de ellos –entre los que no está Portugal– la transmisión acelerada ha llevado a un resurgimiento muy significativo que, si no se controla, ha advertido, “empujará a los sistemas de salud al límite una vez más” en Europa.

Así, la agencia de Naciones Unidas en Europa ha recalcado la necesidad de poner en marcha “intervenciones rápidas y específicas”. De momento, la estrategia no está siendo endurecer medidas a nivel nacional. Alemania, por ejemplo, las autoridades han decretado restricciones locales después de un brote de cientos de casos de coronavirus relacionado con un matadero en el distrito de Gütersloh, al oeste del país.

Portugal ha apostado por lo que la prensa local está llamando un sistema de “un país a tres velocidades”, declarando diferentes niveles de emergencia en función del territorio –establecidos en la ley–, con sus respectivas restricciones. Las 19 freguesías lisboetas se encuentran en “situación de calamidad”, el más alto de los decretados este jueves, que prohíbe las reuniones de más de cinco personas y los mercadillos.

En el resto del Área Metropolitana de Lisboa se aplica el siguiente, la situación de contingencia. Y el resto del país está en situación de alerta, el nivel más suave, con reglas sobre distancia física y el uso de mascarillas, así como la prohibición de reuniones de más de 20 personas.

Las dos “T” del debate: test y turismo

Costa ha recalcado que el número de pacientes recuperados evoluciona positivamente y que la capacidad de respuesta del Servicio Nacional de Salud ha sido positiva en términos de hospitalizaciones y cuidados intensivos.

El Gobierno portugués no quiere perder la buena imagen internacional que se ha labrado por la gestión de la primera fase de la epidemia en un momento de reapertura al turismo. La situación ha desatado fricciones políticas, con críticas de los partidos de la oposición.

Pero las principales autoridades niegan cualquier tipo de “descontrol” sobre los brotes de coronavirus de Lisboa e insisten en que el aumento en el número de pruebas contribuye al incremento de los casos identificados. Según sus estadísticas, han incrementado la media de test semanales respecto a abril. También reiteran que Portugal es el sexto país europeo que más pruebas efectúa por cada millón de habitantes –108.076, a 25 de junio–, por detrás de España, Chipre, Reino Unido, Lituania y Dinamarca, que es el primero.

Algunos expertos han planteado reservas sobre este argumento y consideran que el número de pruebas no explica toda la realidad. Hay quienes creen que la situación es preocupante, planteando la hipótesis de una posible segunda ola en la región de Lisboa. Para algunos, afirmar que hay más positivos porque se hacen más test promueve una falsa sensación de seguridad.

“Es verdad que estamos haciendo muchos test, pero estamos haciendo pruebas porque tenemos casos”, dijo a EFE el presidente del Colegio de Médicos de Portugal, Miguel Guimarães. Por su parte, Cerqueira opina que “parte del problema está relacionado con el hecho de que Portugal siempre ha sido un país con una notable capacidad de pruebas”. Pero, matiza, “eso no lo explica todo”, y añade que el Gobierno está teniendo que tomar “medidas serias”.

“No se están haciendo pruebas para quedar bien en la fotografía internacional. Si hay más casos, hay más casos. Por supuesto que no son las pruebas las que crean los casos, pero también está claro que si no hago pruebas, no tengo casos”, ha defendido Costa este jueves. “Solo los próximos días dirán si va a haber una próxima ola”, dijo, pidiendo diferenciar este escenario de los “brotes aislados”.

El argumento que ha generado especial polémica en un momento en el que se ha conocido que varios países limitan o prohíben las llegadas desde el país luso por sus cifras. Dinamarca, por ejemplo, ha dicho que no permitirá la entrada a los viajeros de Portugal a pesar de abrirse a la mayoría de las otras naciones europeas a partir de este 27 de junio. Otros como Austria, Bulgaria, República Checa y Lituania han impuesto condiciones para el reingreso de los viajeros de Portugal, como cuarentena, pruebas y autoaislamiento, según recopila Reuters. Estas restricciones han sido duramente criticadas por el Gobierno. Está previsto que España reabra la frontera con Portugal con una ceremonia oficial el próximo miércoles 1 de julio.

La preocupación también va en dirección contraria, porque los nuevos brotes están empañando el estreno del verano, cuando el país vecino espera recuperar el turismo –vital para su economía– y albergar la fase final de la Champions League amparándose en su imagen de destino seguro gracias a su primera gestión de la pandemia.

“Tenemos que encontrar un equilibrio entre el rescate de la economía y la salud pública”, señala Cerqueira. “Portugal depende mucho de los ingresos del turismo, así que, en cierto sentido, es positivo que las fronteras se reabran. También es motivo de preocupación, porque si la gente no es responsable en sus comportamientos y no se compromete con las normas que contienen la propagación de infecciones como el uso de mascarillas, el distanciamiento social o el lavado de manos, todos nuestros esfuerzos serán en vano. Afrontar la pandemia es un maratón, no una carrera”.

Preguntado por la actuación general del Gobierno en la pandemia, al médico le resulta difícil dar una respuesta. “Tuvimos suerte porque tuvimos tiempo de aprender de los errores de Italia y España. El Gobierno actuó poco después de ver lo que sucedía en esos países, así que contuvimos la infección con una baja mortalidad y sin el colapso del sistema sanitario”, explica. “En cuanto a las autoridades portuguesas en general, ha habido cierta falta de comunicación y cierto negacionismo cuando las cosas no van bien. Afortunadamente, esto se ha corregido pronto. La realidad no cambia, no importa lo que queramos creer”.

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