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The Guardian en español

Cómo la crisis venezolana divide a la izquierda latinoamericana

Pancarta en una calle de Caracas (Venezuela)

Dom Phillips / Sibylla Brodzinsky / David Agren / Dan Collyns / Uki Goñi

En su primer discurso internacional como presidenta del poderoso Partido de los Trabajadores de Brasil, Gleisi Hoffmann se metió de lleno en la polémica al manifestar apoyo incondicional al presidente venezolano Nicolás Maduro.

Frente al Foro de San Pablo, una conferencia anual de los partidos de izquierda en Managua el pasado julio, Hoffmann dijo que Venezuela se enfrentaba a una “violenta ofensiva de la derecha”, y apoyó la Asamblea Constituyente que los críticos de Maduro han descrito como una flagrante apropiación de poder.

Hoffmann dijo que el nuevo cuerpo, que entró en funciones la semana pasada entre las protestas de hasta 40 países, “contribuirá a consolidar aún más la revolución bolivariana”.

En un continente cuya historia reciente está repleta de golpes de estado de la derecha, dictaduras militares y intervenciones de Estados Unidos, a muchas personas de la izquierda les parece bien ese apoyo. Para ellos, Venezuela es el símbolo de la resistencia anti-imperialista, como alguna vez lo fue Cuba.

Pero para otros, el discurso de Hoffmann apoyó indefendiblemente a un gobierno acusado de autoritario y de ejercer la violencia contra su propio pueblo.

Esta semana la ONU dijo que 5.000 personas han sido detenidas arbitrariamente en Venezuela desde abril y habló de “informes creíbles de trato degradante, cruel e inhumano” por parte de las fuerzas de seguridad. La economía del país está en caída libre, mientras el desabastecimiento de comida y medicamentos ha desatado una crisis humanitaria.

Después de cuatro meses de agitación política, Venezuela ha descolocado a la izquierda latinoamericana, que alguna vez estuvo unida en respaldo al carismático líder Hugo Chávez. “La izquierda está absolutamente dividida”, dice Leonardo Valente, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Federal de Río de Janeiro.

Lucha de clases sin solución democrática

Valente describe una corriente dura que cree que “Venezuela hoy es un ejemplo de la lucha abierta de clases, para la que no hay solución democrática”. Sin embargo, otros están horrorizados por la represión violenta a la oposición. “Esos están más enfocados en la cuestión humanitaria,” señala.

El coro de críticos ha dejado a Maduro cada vez más aislado. Venezuela fue suspendida del bloque de comercio sudamericano Mercosur y el martes pasado 17 países –incluidos Brasil, Argentina, México y Colombia– condenaron “la ruptura del orden democrático”.

Incluso el Vaticano ha pedido la suspensión de la nueva Asamblea, aunque el papa Francisco –nacido en Argentina– también ha sido criticado por no hablar abiertamente contra el presidente venezolano.

En Brasil, los comentarios de Hoffmann han sido criticados sobre todo por la derecha. Pero no únicamente por ella. “La Asamblea Constituyente de Maduro es la última locura de un régimen que hace tiempo que está podrido”, asegura en una publicación de Facebook Jean Wyllys, abogado perteneciente al Partido Socialismo y Libertad de Brasil. “La situación en Venezuela es catastrófica, es una tragedia humanitaria de verdad”.

Wyllys dijo que fue atacado en Internet por sus comentarios. “Hubo una campaña de odio contra mí en las redes sociales, especialmente de sectores de la izquierda que todavía defienden el viejo estalinismo del siglo pasado”, le dijo a the Guardian.

Wagner Mourão, profesor de ciencia política de la Universidad Estatal de Campinas y miembro del Partido de los Trabajadores, dice que Venezuela ha perdido el encanto que alguna vez tuvo.

“Venezuela fue un caso ejemplar”, señala, apuntando que el fundador del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva, apoyó a Chávez luego de un golpe de estado fallido en 2003.

Muchos miembros del Partido de los Trabajadores establecen paralelismos entre las protestas contra Maduro y la destitución de la ex presidente brasilera Dilma Rousseff, que describen como un golpe de estado armado por la “élite” del país.

Mónica Valente, secretaria del partido para las relaciones internacionales, acusa a las clases altas venezolanas de “jugar en contra del país” y exacerbar la crisis política y económica para hacer caer al régimen.

El problema de la dependencia del petróleo

Valente asegura que el colapso económico de Venezuela es consecuencia de su enorme dependencia de las reservas de petróleo, y compara a los miles de venezolanos que han huido a países vecinos con las olas migratorias que buscan entrar a Estados Unidos o la Unión Europea. “Esto es un fenómeno que sucede no solo en Venezuela,” dice.

El martes pasado, un grupo de aliados de Venezuela –incluidos Cuba, Bolivia y Ecuador– declaró su apoyo a Maduro y declaró que las sanciones impuestas por Estados Unidos son una “interferencia imperialista”.

El presidente boliviano, Evo Morales, ya ha defendido la nueva Asamblea. “La agresión a la democracia venezolana es una agresión a toda América Latina”, tuiteó. Y, bajo el nuevo gobierno del presidente de izquierda Lenin Moreno, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Ecuador apoyó la nueva Asamblea venezolana, diciendo que “ratifica su apoyo hacia cualquier proceso que busque la paz en Venezuela”.

Durante algunos de los años más oscuros de la guerra civil colombiana, Venezuela fue refugio de los rebeldes de las Farc, pero también jugó un importante papel en las negociaciones para la liberación de rehenes.

Y Chávez fue fundamental para convencer a las Farc de que se sienten a negociar la paz con el gobierno de Juan Manuel Santos, que eventualmente llevó a la desmovilización del mayor grupo insurgente de América Latina

A su vez, las Farc han apoyado sin miramientos al atribulado sucesor de Chávez.

El líder de los rebeldes, Rodrigo Londoño, conocido como Timochenko, ha dicho que si bien el gobierno de Venezuela ha cometido errores, son las fuerzas del “neoliberalismo” las que están intentando desestabilizar a un gobierno democrático. “Apoyamos a Nicolás Maduro Moros y a la revolución bolivariana. Denunciamos la violenta arremetida de la que son víctimas”, escribió en abril.

Después de la elección de la Asamblea Constituyente a principios de este mes, Andrés París, otro líder de las Farc, afirmó: “Estamos muy felices de que el pueblo venezolano haya triunfado, que haya triunfado la paz y que haya ganado la democracia”.

Sin embargo, Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá por el Movimiento Progresista de izquierda –y antes de eso, exmilitante del ya disuelto grupo guerrillero M19– se distanció de las políticas de Maduro. “Venezuela, como país petrolero, padece los problemas de la distribución de la renta y la crisis de la caída del precio del petróleo, pero amplificados por una pésima política económica. Venezuela puede rehacerse a partir del diálogo de su sociedad o seguir el camino de Siria e Irak”, dijo.

En Argentina, la izquierda también tiene sentimientos encontrados, y no apoya abiertamente ni a Maduro ni a oposición. “El gobierno de Maduro ha perdido el apoyo popular y se está apoyando en las fuerzas armadas, con medidas cada vez más antidemocráticas”, explica a the Guardian Myriam Bregman, excandidata a vicepresidenta, cuyo Frente de Izquierda salió cuarto en las elecciones argentinas de 2015.

Pero Bregman también criticó a Estados Unidos, al papa Francisco y a los gobiernos de derecha de América Latina por “presionar al gobierno de Maduro a que negocie una solución con la derecha”.

Mientras se acercan las elecciones del año que viene en México, Andrés Manuel López Obrador –candidato socialista que actualmente lidera los sondeos– no se ha manifestado respecto de Venezuela, aunque algunos miembros de su partido, Morena, han apoyado abiertamente a Maduro.

Por el contrario, la crisis venezolana ha sido muy comentada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), actualmente en el poder, cuyas políticas tecnocráticas ahora tapan las raíces de esta corriente populista en la revolución mexicana. Si bien el PRI ha apoyado incondicionalmente a Cuba, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ha condenado firmemente a Maduro, aunque eso puede deberse a cuestiones internas, argumenta Federico Estévez, profesor de ciencia política del Instituto Tecnológico Autónomo de México.

“Es una cuestión de política interna. El PRI está haciendo campaña contra López Obrador, adaptándose a las políticas dominantes de la región”, dice.

Lula, en Brasil, también se ha quedado inesperadamente callado a medida que la crisis fue empeorando. Lula tiene planes de presentarse a un tercer mandato en las elecciones presidenciales del año próximo, si no es antes encarcelado por los cargos de corrupción y lavado de dinero, y no quiso realizar comentarios para este artículo.

“No tiene sentido que Lula haga ningún comentario. Él quiere ver qué va a pasar con su propia candidatura”, asegura Oliver Stuenkel, profesor de relaciones internacionales de la Fundación Getulio Vargas de San Pablo.

A medida que empeora la crisis en Venezuela, es probable que más representantes de la izquierda de América Latina –especialmente aquellos que están por presentarse a elecciones– adopten una actitud similar.

“Es una situación en la que no hay forma de salir ganando”, dice Stuenkel.

Traducido por Lucía Balducci

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