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The Guardian en español

El director de la televisión más combativa de Siberia que se ha exiliado para no apoyar la guerra de Putin

Viktor Muchnik, durante el último día de emisión de la cadena en una imagen publicada en Facebook por una compañera.

Shaun Walker

Ereván (Armenia) —
4 de junio de 2022 22:20 h

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Al noveno día de la guerra de Vladímir Putin en Ucrania, el director Viktor Muchnik reunió al equipo de TV2 en su pequeña redacción de la ciudad siberiana de Tomsk. Los nuevos tiempos de guerra significaban que toda la redacción se arriesgaba a ir a la cárcel por informar sobre el conflicto, les dijo Muchnik, y el organismo ruso de control de la comunicación acababa de bloquear oficialmente TV2, al igual que muchos otros medios de comunicación independientes.

“Todos los que queríamos cambiar las cosas a mejor sentimos que hemos fallado”, dice Muchnik, echando amargamente la vista atrás a sus tres décadas de trabajo en uno de los medios de comunicación más resistentes de Rusia.

Los periodistas se bebieron unas copas de vino y casi todo el mundo lloró. Entonces Muchnik firmó las cartas de despido para todo el equipo. Unos días después, él y su mujer, Viktoria, que también trabajó en TV2 durante más de un cuarto de siglo, hicieron un par de maletas y huyeron de Rusia, probablemente para siempre.

“Una razón fue profesional: se han cargado lo que llevábamos haciendo durante tanto tiempo. La otra fue humana. Ninguno de nosotros quería estar en ese lugar, en este país que ha lanzado una guerra, y viviendo entre personas que apoyan esta guerra”, dice Muchnik en una entrevista en Ereván, la capital de Armenia, donde ahora vive la pareja junto a decenas de miles de rusos que han huido en las semanas posteriores al comienzo de la guerra.

Remanso de libertad en Siberia

Durante años, TV2 fue una anomalía en el panorama mediático ruso, un remanso de libertad de prensa en la ciudad universitaria de Tomsk, en Siberia. Desde sus comienzos caóticos pero idealistas cuando cayó la Unión Soviética, pasando por varias batallas con las autoridades y los desafíos hasta la derrota, la historia de TV2 ofrece una extraordinaria retrospectiva de las últimas tres décadas en Rusia.

El creador del canal fue Arcadi Maiofis, un reportero de la televisión soviética que quería crear un lugar para el debate libre en 1991, cuando la Unión Soviética estaba en las últimas. En aquella época, Muchnik era un joven profesor de Historia en la universidad a quien le atraía la idea de hacer programas sobre política. El primer cámara fue un antiguo policía.

“Arcadi era el único que sabía algo sobre televisión; el resto llegamos directamente de la calle. Teníamos una cámara VHS e hicimos programas y los llevamos a la torre de televisión. Ellos lo emitieron por nosotros”, recuerda Muchnik.

Para los espacios de ocio, el canal emitió películas estadounidenses: localizaron cintas piratas en el mercado y las emitieron alegremente sin preocuparse por los derechos de autor.

El canal se consolidó en agosto de 1991, con el golpe de las fuerzas reaccionarias que querían restaurar la línea dura del régimen soviético. Al fundirse a negro las televisiones estatales, los periodistas de TV2 consiguieron seguir actualizando la información llamando a amigos en Moscú y emitiendo la última hora para los espectadores en Tomsk. Más tarde, TV2 envió un equipo de dos personas a Moscú para filmar lo que sucedía. Los periodistas mandaban las cintas de vuelta con ayuda de pilotos que volaban a Tomsk.

Así que los televidentes en el corazón de Siberia tuvieron información más relevante que los que observaban los acontecimientos desde su casa en Moscú, y eso a pesar de que los siberianos estaban a miles de kilómetros.

En la Rusia de Boris Yeltsin, los periodistas del canal tuvieron la sensación de estar cabalgando sobre una ola de libertad. A los políticos locales no les gustaba mucho TV2, pero se sentían obligados a ir al plató para conceder entrevistas.

El cambio con Putin

Pero cuando Vladímir Putin se convirtió en presidente en 2000, las cosas empezaron a cambiar lentamente. “No me gustó desde el principio. No me gustaba su pasado en la KGB, no me gustaba su sonrisa ni su forma de hablar”, dice Muchnik.

El espacio para una programación libre comenzó a disminuir gradualmente. No ayudó que comprara el canal el oligarca Mijail Jodorkovski, quien mantuvo su promesa de no interferir en la línea editorial, aunque generó sospechas entre las autoridades, que veían el canal como su altavoz particular.

Para entonces, TV2 se había convertido en un conglomerado mediático con varias cadenas de radio y dos canales de televisión. Había un edificio de nueve plantas en construcción para acoger al grupo mediático cuando detuvieron a Jodorkovski en 2003, una señal de las intenciones de Putin de asegurarse que los oligarcas no se metían en política.

El canal sobrevivió a la detención de Jodorkovski, pero la presión contra los medios independientes siguió creciendo. En 2007, el canal recibió una serie de advertencias no oficiales desde Moscú.

“Lo dejaron claro: si queréis atacar al alcalde, vale; si queréis atacar al gobernador, está bien, pero por favor no ataquéis a Putin”, cuenta Muchnik. “¿Cómo se supone que vas a dejar a Putin fuera de esto si quieres hacer periodismo en nuestro maravilloso país? Si profundizas en cualquier problema, en nada llegarás hasta el Kremlin porque así es como está hecho el sistema”, dice.

Insultos por hacer periodismo

El canal siguió haciendo entrevistas a figuras de la oposición como Boris Nemtsov y Alexei Navalni, censurados en la mayoría de las cadenas de televisión rusas, cuando visitaban Tomsk.

A finales de 2013, TV2 mandó a un equipo de reporteros a Kiev para cubrir las primeras protestas de la Revolución del Maidán y publicó reportajes sobre la posterior anexión de Crimea con un tono muy distinto a los de la televisión estatal.

“Nuestra información nos distanció no solo de las autoridades, sino también de parte de nuestra audiencia, que empezó a insultarnos”, dice Muchnik.

Un mes después se suspendió la emisión del canal debido a supuestos problemas técnicos, y a finales de 2014 se cerró formalmente. TV2 pasó de ser un conglomerado de medios con más de 250 empleados a una página web con un equipo de 15 personas. Las autoridades se negaron a registrar la página como medio de comunicación, lo que supuso la prohibición de acudir a ruedas de prensa o solicitar declaraciones oficiales.

A pesar de ello, TV2 siguió teniendo impacto más allá de sus modestos medios. Durante la pandemia del coronavirus, los periodistas de TV2 recibieron llamadas de médicos hablando de una catástrofe que la televisión estatal hacía como si no existiera. La gente les mandó vídeos de pacientes tumbados en el suelo por falta de camas.

La web publicó varias exclusivas relacionadas con el coronavirus: un hombre que se disfrazó de médico para cuidar de su abuela y grabó las horribles condiciones del hospital durante el proceso; también contó la historia de una familia a la que dijeron que su abuela había muerto, pero cuando abrieron el ataúd se encontraron con el cuerpo de una extraña.

“La gente no quiere saber”

Trabajar en estas condiciones fue duro, pero posible. Sin embargo, la invasión de Ucrania en febrero dio un vuelco a la situación: una nueva ley rusa sobre “noticias falsas” suponía que las autoridades podrían encarcelar a toda la redacción por su cobertura. En esas condiciones, Muchnik tomó la decisión de cerrar el canal.

“No podíamos transmitir a la gente lo que sucedía en su propio país, y eso me duele”, dice Alexander Sakalov, un cámara de TV2. “La gente no quiere saber. Quieren flores y pájaros. Pues ahora todos los medios independientes del país cerrarán y la gente tendrá lo que quiere”.

Ahora, desde Erevan, la familia Muchnik mantiene el contacto con periodistas de otras publicaciones regionales independientes que también han huido de Rusia. Tratan de coordinar su futura labor. También están trabajando en un proyecto llamado “Testigos” en el que entrevistan a los rusos sobre sus sentimientos acerca de la guerra y cómo esa decisión ha cambiado sus vidas. Algunos son personas que han huido, pero otros continúan en Rusia y rechazan las peticiones para entrevistarles aun protegiendo su identidad.

“Algunas personas consideran importante mostrar sus caras a pesar de los riesgos. Si vas a una manifestación, te pueden detener sin más y nadie te verá, pero –para ellos– ésta es una forma de dejar constancia de que no están de acuerdo con esta guerra”, explica Viktoria.

Muchos de los sujetos entrevistados han contado a la pareja Muchnik que se habían peleado con sus propias familias por su oposición a la guerra. Viktoria ha tenido conversaciones parecidas con su propia madre, que tiene 82 años y ve sobre todo la televisión estatal. “Ella estaba muy contrariada cuando nos fuimos. Quería que nos quedáramos y decía ‘¿por qué tuvisteis que hablar tanto? ¿No os podíais callar sin más?’”, dice Viktoria.

Al igual que muchos rusos recién emigrados, la pareja se siente muy decepcionada al ver que todos sus años de trabajo para propiciar una Rusia diferente han fracasado. También están tristes por haber sentido que no tenían otra opción más que huir.

Tienen la esperanza de poder seguir teniendo cierta influencia sobre la política rusa desde fuera del país, pero tienen muy claro que no volverán antes de que haya un cambio político. “Es muy difícil existir en medio de ese ambiente de histeria militarista. No volveremos hasta que no caiga el régimen”, dice Viktor.

Traducción de María Torrens Tillack

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