Estancos sin género, franquicias cerradas... y colas para donar sangre en los buses móviles
El primer viernes con alerta de coronavirus, previo al cierre casi total de comercios, ha dejado varias estampas sorprendentes en Chamberí. Se veía muy poca gente por la calle, como fruto del llamamiento a quedarse en casa efectuado por las autoridades. Y la que circulaba lo hacía con objetivos bastante claros: los estancos por si a partir del sábado se hacía más difícil conseguir tabaco (aunque van a seguir abiertos), los supermercados (aunque el abastecimiento está asegurado) y la donación móvil de sangre.
La Comunidad de Madrid había efectuado un llamamiento urgente a los ciudadanos para que acudieran a donar, ya que en los últimos días “las donaciones de sangre han caído significativamente”, explicaban en un comunicado. “Las salas de donación de hospitales y las unidades móviles son espacios seguros a los que pueden acudir con tranquilidad”, añadían. Y los ciudadanos respondían notablemente: en el autobús de donación instalado este viernes en la calle San Bernardo, junto a la glorieta de Quevedo, se observaba una larga cola de personas que esperaban pacientemente su turno para que le extrajeran su sangre.
Al lado, en Fuencarral, la calle más comercial del distrito, algunas franquicias como Zara ya habían cerrado sus puertas adelantándose al previsible decreto de la Comunidad de Madrid que ordenará la suspensión de toda actividad comercial salvo la de supermercado y farmacias. Estas últimas se preparaban para mantenerse abiertas en medio de la crisis por coronavirus. En la calle Trafalgar, una de ellas avisaba a sus clientes que entraran por turnos y sin juntarse más de dos personas en su interior. Otras están encargando mamparas a última hora para disminuir el riesgo de contagio, confirmó a Somos Chamberí un comercio distribuidor de plásticos cerca de Olavide.
Los ciudadanos hacen caso también los consejos de las autoridades a la hora de hacer colas. En la del estanco de la calle Fuencarral, por ejemplo, las personas guardaban al menos un metro de separación entre ellas para intentar evitar el riesgo de pillar el coronavirus que esta semana ha cambiado el ritmo de Madrid. En el de Magallanes estaban un poco más apretados, al ver que escaseaba el género: “No es que cerremos, es que no nos queda”, se le oía al estanquero.
La Comunidad de Madrid ha ordenado el cierre de todos los comercios a partir de sábado, excepto los de alimentación o farmacias. El decreto afecta a cafeterías, bares y restaurantes, lugares que este viernes todavía albergaban a mucha gente pese a que en algunos barrios como Malasaña la mayoría de los nocturnos anunciaron que echaban la persiana el jueves, antes de que lo ordenaran las autoridades.
A partir de este sábado solo podrán abrir los servicios de restauración para entrega a domicilio o para su recogida en el local y consumo a domicilio. Además se permite la apertura de minoristas de alimentación y primera necesidad. En concreto: “fruterías, carnicerías, pescaderías, panaderías, farmacias, gasolineras, estancos, quioscos y supermercados, entre otros”.
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