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De vender carne de caballo a servir gintonics

La expendeduría de carne de caballo, en 1934 | BIBLIOTECA NACIONAL

Somos Malasaña

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Malasaña lleva décadas albergando locales innovadores y diferentes, con gran personalidad. Lo puede ver cualquiera mientras camina por sus calles viendo tiendas de dulces para perros o de guillotinas y lo podían ver los madrileños hace 80 años, cuando se produjo en el barrio la apertura de un comercio que se comentó en todo Madrid.

El local en cuestión estaba situado en la Corredera de San Pablo y fue la primera expenduría de carne de caballo de la capital. Abrió en 1934, año en el que se permitió por primera vez en Madrid el sacrificio de caballos para el consumo humano, al estilo de lo que ya estaba de moda en otros países de Europa.

“El dueño de la nueva carnicería manifestó que en su establecimiento se daría a cada pieza una presentación tan atractiva que sería capaz de competir con la ternera más aristocrática, como en las tiendas de París”, cuentan desde el blog Antiguos cafés de Madrid, de donde rescatamos esta historia y que pone de relieve lo exclusivo de la propuesta, tratada desde los periódicos de la época con titulares como el de “Nos europeizamos” para referirse a la apertura de este establecimiento.

Al parecer, la carne de caballo era considerada hasta entonces en España de poca calidad, asociada durante siglos a intoxicaciones alimentarias y a intentos de estafa al mezclarla clandestinamente con otros tipos de carne. Pero eso cambió el 16 de noviembre de 1934, fecha del primer sacrificio legal de estos animales en el Matadero de Madrid.

La expectación por esta carne era tal que ese mismo día se agotó toda la oferta disponible de carne de caballo en la Corredera. Su bajo precio -asociado a su mala fama anterior- tuvo parte de la culpa: se vendía a dos pesetas la de primera calidad, a seis reales la de segunda y a una peseta la carne de tercera.

Hoy, restaurante y gintonics

El éxito de la propuesta comercial de aquella época fue tal que la expendeduría permaneció abierta hasta los años setenta. Luego cerró sus puertas. En la actualidad, en el número 49 de la calle en la que se situó el local no queda nada de su recuerdo.

Hoy ocupa el espacio una propuesta gastronómica bien diferente, La inopia: un local de diseño en el que no hay carne de caballo en su carta y se sirven gintonics de forma habitual.

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