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Malasaña Acompaña: un año repartiendo comida y nada que celebrar

Una de las recogidas de alimentos por parte de voluntarios de Malasaña Acompaña en un supermercado del barrio

Antonio Pérez

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A las 10 de la mañana del 28 de abril de 2020 la despensa solidaria de Malasaña, Conde Duque y Chueca iniciaba el primero de los muchos repartos de alimentos que desde entonces ha realizado entre personas necesitadas. Pero si los aniversarios suelen ser motivo de celebración, este no lo es tanto. Hay poco que celebrar.

Está el hecho de que la red de ayuda mutua levantada entre vecinos en la época más dura del confinamiento siga activa, pero su razón de ser es amarga y significa tanto que las consecuencias sociales provocadas por la irrupción de la pandemia persisten como que las instituciones aún no han sido capaces de dar respuesta a las necesidades de todas las personas que se han quedado atrapadas en ellas.

Malasaña Acompaña cumple un año muy a su pesar, sosteniendo aún el peso de ser el complemento necesario para que cerca de 100 familias de la zona puedan tener lo mínimo para pasar el mes. En concreto, son 251 las personas que se benefician de su ayuda, de las que 63 son menores de edad, “personas a las que el Ayuntamiento no ha proporcionado alternativas después de más de un año de pandemia”, denuncian desde la despensa. Ninguno de sus miembros querría que esta red tuviera que seguir realizando labores asistenciales, que entienden que corresponden a la administración, 365 días después de su puesta en marcha.

Para conseguir los alimentos y productos de higiene que reparte entre sus usuarios, esta red de voluntarios se nutre fundamentalmente de las donaciones en dinero y en especie que recibe de los vecinos del barrio, a través de la cuenta solidaria que tiene habilitada a tal efecto y a través también de las recogidas de productos que realizan a las puertas de mercados, supermercados y pequeños establecimientos de la zona. También el Banco de Alimentos de Madrid sigue realizando una aportación mensual de productos.

Siempre con el alma en vilo por ver si reúnen lo suficiente para el siguiente reparto o si, por el contrario, tendrán que recortar aún más las ya de por sí ajustadas cestas de ayuda que entregan, Malasaña Acompaña ha tenido que lidiar además durante todo este tiempo de existencia con las sospechas vertidas por la administración local sobre lo eficaz y necesario de la labor que viene realizando y también con la dificultad de encontrar el espacio adecuado para desempeñarla.

Afortunadamente, los repartos que comenzaron en la calle Marqués de Leganés, en un local prestado por Ecologistas en Acción ante la falta de voluntad municipal para ofrecer un espacio público para este fin, han encontrado estabilidad desde el mes de julio pasado en La Casa del Cura, el edificio público gestionado por el proyecto vecinal Haciendo Barrio.

En cualquier caso, esa cierta estabilidad está más que amenazada, dado que el gobierno de Almeida quiere recuperar la Casa del Cura, revocando la cesión de la misma realizada en la anterior legislatura. El asunto está judicializado y la continuidad de la despensa pende del fallo que se dicte: el cierre de la Casa del Cura significaría el suyo propio. En este sentido, el pasado lunes una concentración vecinal ante el edificio situado en la plaza del Dos de Mayo denunciaba lo que los organizadores de la protesta consideran el “acoso” del Ayuntamiento a los espacios autogestionados por colectivos sociales. Malasaña Acompaña habla de “persecución sistemática a los movimientos vecinales pese a la importante labor social que realizan”.

La fuerza de un barrio

Hoy, coincidiendo con el aniversario de la primera entrega de alimentos de Malasaña Acompaña, el cineasta Juanjo Castro ha estrenado el trailer de La fuerza de un barrio, una película que registra, a través de entrevistas, cómo personas individuales del barrio de Malasaña y algunos colectivos comenzaron a movilizarse y a organizarse a favor de otros vecinos necesitados en los inicios de la crisis social de la Covid-19.

El filme, que todavía no tiene fecha de estreno, documenta los inicios de Malasaña Acompaña, cuyos antecedentes se encuentran en las iniciativas surgidas en establecimientos como Casa 28 y el Lugarcito de Noviciado, los primeros en ponerse a cocinar gratis para todos aquellos que no tenían qué comer en las primeras semanas de confinamiento de marzo de 2020.

Tal día como hoy, un año después del inicio formal de su andadura, la despensa solidaria Malasaña Acompaña tiene más que reivindicar que de celebrar, como sucede con el resto de las despensas que siguen funcionando en distintos barrios de Madrid. Su existencia es una suerte de conciencia que señala las deficiencias del sistema público de ayudas sociales.

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