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¿Tiene sexo el poder? Crónica de una conversación

Los ponentes de 'Cartagena Piensa' junto a los asistentes a la charla '¿Tiene sexo el poder?'

Mateo Ripoll Planas

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El lunes 3 de junio, en el salón de actos del Teatro Romano de Cartagena, tuvo lugar una de las últimas actividades de Cartagena Piensa. Acudió un nutrido grupo de asistentes al evento, una conversación abierta en torno al Feminismo y el Poder entre Anna Caballé y Jorge Alemán moderada por Lola Frutos quien introdujo el tema señalando que una palabra representa la diferencia entre hombres y mujeres y que esa palabra es “desigualdad” y que lleva haciéndolo desde la Revolución Francesa, la “oportunidad perdida de las mujeres” (Celia Amorós).

Para Frutos el problema de la desigualdad es su legitimación por parte de los ilustrados, Rousseau y Montesquieu, quienes siendo críticos con la desigualdad estamental obviaron la de género.

Frutos puso el acento en el hecho de que habiendo pocas mujeres en espacios de toma de decisiones no disponemos de una masa crítica que nos permita juzgar el asunto. “Por lo que sí parece tratarse de una cuestión de número”.

A su vez propuso otro tema: la identidad. Caracterizando al feminismo por su “vocación de ayuda” y por discurrir paralelo a otros movimientos sumó otras cuestiones.

¿Hay un derecho democrático a la identidad?

¿Debe la identidad ser legitimada por los intelectuales?

¿Cuestiona el Feminismo el orden social en su aspiración por lograr una sociedad feliz centrada en los cuidados?

Desde la sociología de género, concluyó, se sabe que “lo que más ayuda a las mujeres es tener un estado que ofrezca servicios” ya que es un hecho que “las mujeres tenemos doble jornada”, a pesar de que cada vez haya más hombres que trabajen y hagan su parte en el hogar. Por ello suelen ser hombres los que ocupan puestos representativos o de poder, incluso en sectores muy feminizados como el comercio.

Pasó aquí a presentar a los ponentes.

De Jorge Alemán, pensador argentino exiliado en España desde los 25 años, destacó su “vocación promiscua desde la sociología” con un enfoque interdisciplinar, lacaniano e influenciado por Heidegger y destacando su título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Rosario.

En el caso de Anna Caballé destacó su valía como docente y su aportación académica con sus trabajos sobre el género autobiográfico.

Animando a ambos a conversar dio paso a Alemán quien comenzó afirmando no tener organizado “más que un laberinto, lo que en Argentina llamamos una cochimbamba” y advirtiendo no tener un cuerpo de ideas coherente al respecto aunque el Feminismo forme parte de su vida cotidiana.

Indicó que fue Marx el primero en señalar que “el momento de la acumulación primitiva de capital” fue un “primer momento de violencia pleno de desigualdad” que nos habría llevado a que “en el vértice final de la desigualdad esté siempre la mujer” vinculando capitalismo, poder y desigualdad.

Apuntaba Alemán que “la Historia de la Filosofía naturalizó la idea de un logos y de un sujeto masculino” sin otorgar dignidad política a las mujeres...

A la pregunta de si tiene sexo el poder matizó que el poder no es violento (Foucault) y sí creativo (Gramsci) concluyendo que “el poder seduce, le interesa su reproducción, que es ilimitada”, es decir, “no tiene límites, no podemos pensar el corte, acá acaba el Capitalismo”. En estos términos, dedujo, “el Capitalismo puede vivir sin el patriarcado” del mismo modo que puede prescindir de la Religión.

Llegado a este punto, recordó a Margaret Tatcher, mujer y uno de los pilares del Neoliberalismo.

Advertía Alemán de que para el Capitalismo “todos los seres humanos son lugares para optimizar su mayor valor” y que a tal forma de pensamiento no le preocupa el género. Poniendo como ejemplo las “villas miseria” de América Latina y el fracaso electoral de las izquierdas en estas zonas que atribuyó al individualismo propio del Neoliberalismo. “Que todos los individuos sean empresarios de sí mismos” (Foucault).

Se preguntaba Alemán “¿queda algo en nosotros que no haya sido capturado por el mercado?”.

“No creo -sentenció- que por caer el patriarcado vaya a caer el capitalismo”, la “supuesta superioridad masculina” sería una muestra más del proceso de “descivilización” que estamos presenciando.

Pasando a la identidad señaló que fue, precisamente, escuchando “a las mujeres cuando Freud entendió que el inconsciente no tiene nada que ver con construcciones históricas”. Que no somos transparentes, que no hay leyes lógicas que rijan nuestro comportamiento y que no tomamos decisiones racionalmente.

Desde el psicoanálisis, concluyó, “no hay identidad” señalando el error de considerar la heterosexualidad como referencia y que “no existen el sujeto-hombre ni el sujeto-mujer”.

Destacó aquí el gran potencial emancipador del Feminismo como herramienta “para sacudir identidades” advirtiendo que “la identidad lleva por su propia esencia a ser segregacionista” pues requiere de un otro que es diferente a uno mismo y “amenaza la identidad propia”.

Así el auge de las ultraderechas podría vincularse al auge del Feminismo.

Recomendó Alemán “no poner el acento en la identidad ya que sus lógicas clausuran, no abren horizontes de emancipación, los cierran”. Como Gramsci “no creo que ninguna práctica pueda ser emancipadora si no se articula con otras”. De hecho ese sería el potencial del Feminismo, “su extensión y diseminación en otras prácticas”.

Entraba así en “el problema de la izquierda, que es mi laberinto, un laberinto de izquierdas”. Apuntando que “hay dos izquierdas. La fácil, con identidades fuertes, y la difícil, con identidades débiles”.

“Yo sí pienso -afirmaba- que la igualdad es femenina” aunque “no ha de confundirse igualdad con identidad. Ahí surge la homogeneidad y con ella la segregación y la exclusión”.

En este punto tomó la palabra Anna Caballé, quien agradeció la iniciativa y señaló haberse “contagiado del laberinto de Jorge”.

Respecto a la cuestión principal señaló que, en efecto “el poder tiene sexo. El sexo tiene poder. Siempre lo ha tenido”. Y señaló como un error ubicar el problema de la desigualdad a comienzos del XIX indicando que “viene de mucho atrás” siendo la Historia de la explotación de la mujer la más larga de la Historia de la Humanidad.

Discrepó Caballé de Alemán. “Poder -matizó- es una palabra atractiva. En castellano es sustantivo y verbo a la vez”. Debiéndose diferenciar claramente entre poder y dominación.

En primer lugar “el poder no tiene por qué ser negativo”. Es “la capacidad de hacer cosas”, citando a Nietzsche, para quien el poder implica movimiento siendo este una condición indispensable para la vida, una necesidad vital.

Esta idea se diferencia de la de dominación que es la “imposición de ideas o creencias sobre otras personas” poniendo como ejemplo el caso de la Manada.

Habiendo muchos Feminismos, señaló, se caracterizan “por su acción social, la toma de conciencia y su penetración entre los más jóvenes” afirmando que es una “forma de pensar que tenemos que poner a trabajar junto a otras” como la sostenibilidad de la Tierra tras una depredación feroz que está extinguiendo los recursos disponibles.

Si algo ha caracterizado al Feminismo, según Caballé, es que el “centro de su reflexión lo haya puesto en la vida humana” convergiendo esta constante con la sostenibilidad.

Respecto al ejercicio del poder señaló que “las mujeres nunca hemos podido ejercer el poder de forma abierta y frontal”. Insistió en que “la necesidad de las mujeres de ocupar esferas de poder no es la necesidad de ocupar cargos sino de hacerlo de otra manera”.

A este respecto habría que definir la “feminización del poder” que consistiría en “instalar la preocupación por la vida (humana en la Tierra) en el centro de la reflexión”.

Introdujo históricamente aquí otro concepto, el “empoderamiento femenino” definido como “la conciencia de que las mujeres constituimos media sociedad en condiciones de desigualdad laboral, económica, moral y en todos los regímenes de la vida” y consistiendo en “la adquisición del poder suficiente por parte de la clase marginada a fin de revertir la situación” concluyendo que “necesitamos ocupar espacios de poder”.

Respecto a la identidad respondió que aunque sea borrosa “en esta misma sala está claro quiénes son hombres y quiénes mujeres”. Concretando que nacemos con un sexo que nos condiciona aunque “la Educación es uno de los grandes avances de nuestra cultura”.

Se remontó Caballé aquí al “Dios y Libertad” de Concepción Arenal, obra que su autora no se atrevió a publicar en su momento, decidiendo mantenerse dentro de los límites considerados aceptables para una mujer en su época.

Señaló que uno de los grandes logros del XIX fue que las mujeres del Romanticismo y del Realismo empezasen a publicar en un momento en que el pensamiento hegemónico diferenciaba entre Naturaleza y Logos. Siendo la primera el lugar donde la mujer se realizaba, donde tenía un destino definido, la maternidad y la procreación, frente al del hombre, que se encontraba en el conocimiento (logos) pues el hombre sí tenía “un sujeto en su interior” que le era negado a la mujer.

“Las románticas rompen esta frontera” señalando que “las mujeres venimos del Romanticismo, de los ideales de libertad que reivindicaron para sí mismas”.

Concluyó que “la sociedad ha dicho basta” planteando tanto que hay que encontrar otras vías y formas de reparto del poder como que “la mujeres debemos establecer nuevas estrategias discursivas del mundo”.

Llegados a este punto y por alusiones debatieron Alemán y Caballé varias cuestiones.

Alemán respondió que “el poder no tiene sexo, es logarítmico” siendo “los puestos de gobierno otra cosa”.

Caballé no compartió su opinión y puso como ejemplo el porcentaje de mujeres en altos cargos del IBEX 35.

Según Alemán nada cambiaría con un porcentaje inverso en el IBEX 35 pues “el Capitalismo no entiende de hombres y mujeres”.

Frente al convencimiento de Alemán Caballé dudó señalando que simplemente “no lo sabemos”.

Alemán argumentó que “la voluntad de poder desemboca en la Técnica” (Heidegger) entendida ésta como “estructura abstracta que ha emplazado al mundo a producir y reproducirse” por lo que unas cifras diferentes de mujeres en el IBEX 35 “no cambiarían nada a menos que haya un proyecto feminista que se articule con un proceso emancipatorio” pues “tendrían que ser no sólo mujeres sino mujeres transformadoras”. Citó como ejemplo que pese a todos sus méritos “Christian Lagarde no feminiza el FMI”.  

Dando por concluida la conversación a dos Lola Frutos dio paso al público con varias intervenciones interesantes.

Jorge Alemán consideró que más relevante que las cuotas de poder y sus cifras es “detenerse en las cifras de homicidios” de mujeres a manos de hombres. Preguntándose a qué obedecen.

Finalmente, y habiéndose prolongado la actividad más de lo previsto, Lola Frutos puso fin al diálogo entre las gradas repletas del Salón de Actos y los ponentes de la mesa, celebrando que Cartagena piense y lamentando no disponer de más tiempo.

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