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Sobre este blog

'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.

La literatura es el bosque

Carlota Gurt, autora de 'Sola'

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Posee este 'Sola' de Carlota Gurt un planteamiento inicial bastante similar a una novela reciente con la que tiene no pocas coincidencias: Un amor (2020) de Sara Mesa. En ambas obras tenemos a una protagonista que escapa de la ciudad para establecerse sola en una casa de campo. En los dos casos las mujeres se enfrentan a los cotilleos de los vecinos y a un propietario de la vivienda que han arrendado brutal y amenazante. Ambos problemas se conjugan en el caso de Sola con otros que vienen determinados también por su edad y por su condición de mujer.  

En primer lugar, Remei (o Mei) siente el peso que las personas que no han podido tener hijos habiéndolo deseado deben soportar; ella acaba de rebasar los cuarenta y se aferra a las últimas posibilidades que su cuerpo le ofrece de ser madre. En el plano laboral, debe afrontar las consecuencias de haber dejado su trabajo en una editorial para escribir, por fin, la novela que tanto deseaba crear. El paro que en unos meses se le acabará actuará como una espada de Damocles, al igual que la cuenta atrás que marca cada capítulo y que nos va acercando a un día cuyo verdadero significado sólo conoceremos al final.  

Otro campo en el que Mei carga problemas es el conyugal; su vida junto a Guim parece haber entrado en un momento de inflexión que la separación temporal, él en Barcelona, ella en una casa en el monte que ha alquilado para escribir, terminará de definir como definitiva o no. Por último, la tóxica relación con una madre a la que odia y el recuerdo idealizado de su padre fallecido, que se hace más presente en la masía ya que perteneció a su familia durante su infancia, terminan de configurar el agobio de la protagonista.  

Frente a esta conjunción de dificultades que afronta Mei, la trama irá poniendo una serie de alicientes que la ayuden a sobrellevar sus problemas. El bosque en el que se encuentra la masía en la que se ha instalado y alguno de sus habitantes, una raposa con la que alcanza una especie de simbiosis, la protegerán de sus propios miedos; el color verde de la naturaleza, de gran simbolismo en la primera parte del libro, representará un refugio para la escritora. La literatura será otro bálsamo, ya que la soledad la ayudará a ir escribiendo su novela, con la que la propia Sola crea un juego de espejos. Más ambivalente será la relación que establecerá con Mercè, la tendera del pueblo más cercano de aspecto bonachón pero con tendencia al chisme, y con Flavio, otro ermitaño en el bosque y amante de la literatura como Mei de enigmático pasado y ambiguas intenciones. 

Todos estos ingredientes temáticos, su ritmo vertiginoso y un lenguaje que combina lo poético con la aspereza de algunos pensamientos de la narradora, se conjugan en una novela excepcional en la que Gurt nos sumerge en lo más profundo de ese enmarañado bosque que es la personalidad de Mei, su protagonista.

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