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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Acequias y demás

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Hace un tiempo propuse que con el soterramiento de las vías del tren al paso por mi barrio se ejecutara la solución prevista por ADIF, un sifón, a cambio que descubrieran la acequia Barreras que por ahí cruza. Alguien me llamó gilipollas, como entendí que era con cariño me planteé los motivos. Tras leer descubrí que el hecho de que la acequia transcurriera entubada por mi barrio había sido una petición de los vecinos ante los problemas de suciedad, olores, ratas e inundaciones en las zonas adyacentes.

A veces se nos escapa que la destrucción del patrimonio fue producto de la Huerta. El hecho que esta fuera una fuente de ingresos importante y dado su valor económico hizo que la ciudad creciera hacia dentro destruyendo su casco urbano. Fue con posterioridad a aquellos años cuando los grandes propietarios de la huerta vendieron sus terrenos ante su baja rentabilidad ampliando el número de huertanos propietarios que irían convirtiendo sus terrenos en chalet.

Las acequias da gusto verlas correr, pero también huelen y generan problemas entre los vecinos. Así sucedió en Casillas en 2018 donde los vecinos se quejaban de la situación lo que llevó al entubamiento de la acequia, y luego, un año más tarde, al asfaltado para alegría de los vecinos y queja de muchos, cuando deberían haberla dejado como lugar para el transito de ciclistas y peatones como hace veinte y tantos años. Me decía Trini, mientras paseábamos por la Era Alta, que debía hacerse y no se está haciendo, en parte por las resistencias de los vecinos, los mismos que luego se quejan que no tienen servicios, pero no ceden ni un milímetro y estallan si alguien habla de expropiaciones para poner una acera.

A día de hoy de la huerta queda algo menos del 50 por ciento, su rentabilidad esta por los suelos, y necesita de una planificación dada la gran cantidad de construcciones que han reducido ese 50 por ciento. Es cierto que la urbanización de la huerta, como ha demostrado Marcos Ros y Miguel García, no ha sido fruto del azar, sino que ha seguido una serie de variables que muestran un patrón en la ocupación del territorio que, en ocasiones, ha dejado espacios complementarios en los usos del suelo.

En ese marco, los entubamientos, pasaron de ser rechazados en ocasiones, a ser vistos como la solución, por la caída de rentabilidad del espacio agrario, el aumento de los costes de mantenimiento por la basura producida por la sociedad moderna y la disminución de los ingresos de la Junta por la reducción de la huerta. Esto intentó ser paliado con la venta del agua sobrante que fue posteriormente anulada. Todo ello parece que para evitar tener que girar derramas para la limpieza de las acequias que podían costar elecciones, desde los noventa las elecciones a presidente de la Junta son directas.

Luchar por el mantenimiento de las acequias conlleva exigir una limpieza que no siempre se cumple, pero también ser conscientes de la realidad. La Junta ante la falta de ingresos busca mantener el regadío del que depende la huerta, rebajando los costes de mantenimiento, entubando las acequias, a la vez que solicita dinero al ayuntamiento ante la presión para mantenerlas abiertas, mientras diversas entidades denuncian los acuerdos. Una colaboración que incide además en un problema de propiedad.

Desde tiempo inmemorial había sido el ayuntamiento quien controlaba las acequias y la Junta, glosando el primero en sus informes lapropiedad de las mismas, mientras los segundos amparados en la legislación democrática señalan su pertenencia que conservan en tanto instrumento para el traslado del agua, sin que de momento se vea conciencia de el patrimonio que atesoran: la gente pagaría por recorrer la Aljufía bajo la ciudad durante la época de mondas. Conjugar estas tres visiones, la necesidad de respetar un patrimonio, los intereses de los vecinos ante los olores y molestias y, por último, los de la Junta es una tarea difícil, y para hacerlo hace falta un plan. Es imposible volver atrás, pero si podemos decidir que hacer con el futuro sin caer en bucolismos, habrá que entubar en algunos sitios, desentubar en otros, y ayudar a conservar una parte del pasado sabiendo que a este no se puede volver.

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