Entramos en una de esas temporadas de emociones fuertes en la Universidad de Murcia a causa de las muy próximas Elecciones a Rector, en las que se elegirá al sucesor de José Orihuela, mandatario actual de la institución. Los que vivimos hace cuatro años su elección desde la perspectiva de estudiantes universitarios no olvidaremos fácilmente cómo el vuelco definitivo a su favor en el recuento electoral lo dio el respaldo mayoritario de nuestro grupo electoral, con 2 de cada 3 estudiantes apoyando al candidato.
La novedad de aquel caso fue mayúscula: era la primera vez que el cupo de los estudiantes contrarrestaba los votos del grupo de profesorado permanente. Y esto teniendo en cuenta que en los comicios el peso del voto de los estudiantes representa un 25% del total, pese a sumar más de 30.000 alumnos; mientras que el de profesorado, no llegando a las 3.000 personas, posee un cupo que conforma el 51% del peso del voto. En las últimas elecciones el voto de un docente fue el equivalente al de once estudiantes. Además, entre los dos candidatos solo consiguieron movilizar a poco más de cinco mil alumnos en una universidad.
Estos datos tan significativos constatan un hecho que se repite en gran parte del panorama universitario nacional: los estudiantes no participan lo suficiente dentro del sistema, aún cuando esta participación debería ser imprescindible como destinatarios finales de la docencia que se imparte y que es la principal actividad en la institución.
La Universidad, como institución social de educación superior, asume la función de aplicar y consolidar la cultura de la participación y la implicación política. No obstante, el día a día hace complicado pasar de las buenas intenciones a los hechos efectivos. Es cierto que los Estatutos dotan de órganos de representación propios de los estudiantes, como las Delegaciones de Alumnos o el Consejo de Estudiantes, y que también en los órganos de representación y gobierno de la Universidad se incluye entre un 25 y 30% de estudiantes en su composición (salvo el Consejo de Gobierno, excepción siempre señalada desde el colectivo).
Sin embargo, no basta con constituir una serie de estructuras y dotarlas de medios; la comunicación fluida, el intercambio de ideas y, sobre todo, la aplicación de ideas de otros colectivos, en particular el estudiantil es esencial para hacer que la participación se haga efectiva. Lo contrario genera pasotismo y desafección política entre los alumnos, con los efectos perniciosos que tiene para la sociedad en su conjunto.
La universidad española, y la pública murciana no es una excepción en esto, continúa manteniendo una actitud paternalista hacia los estudiantes, sobre todo desde la inclusión de la denominada “evaluación continua” con la LOMLOU (Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Universidades) y la modificación de los planes de estudio dentro del marco del plan Bolonia. La de hoy es una universidad en la que difícilmente se pueden conciliar estudios y vida laboral y familiar, con lo que la participación en órganos de representación y en la vida universitaria en general es un lujo que pocos se pueden permitir, especialmente cuando continuar en los estudios puede depender de una beca para la que se pide hasta un 90% de créditos aprobados al año y solo accesible para estudiantes a tiempo completo.
En este contexto, ¿qué podemos esperar de las Elecciones a Rector para los estudiantes? Sin duda, encontrarán numerosas llamadas al voto, actos y reuniones para ellos y, en general, un súbito interés por satisfacer demandas del colectivo. Esto no es malo; los que ya hemos vivido este tipo de elecciones anteriormente sabemos de lo importante que es este vuelco para conseguir introducir en la agenda universitaria las necesidades de nuestros compañeros. Pero, para ello, es necesario que los candidatos se muestren cercanos y creíbles, y no limitarse a hacer promesas vacías que contenten los oídos de muchos, se queden en nada y generen esa sensación de que todo el esfuerzo ha sido inútil.
Contar con los estudiantes en este proceso electoral es fundamental para el buen futuro de la Universidad de Murcia, puesto que la calidad de sus estudios y la capacidad autogestionada de resolver los problemas que le surgen son sus dos grandes ventajas frente a otras universidades del entorno geográfico. Los candidatos a Rector deben ser conscientes de esto y responder en consecuencia si quieren que este colectivo responda favorablemente a sus aspiraciones, pero también si quieren hacer de la de Murcia una universidad mejor para todos sus integrantes.
*Ignacio García Soblechero (@igsoblechero) y María D. Gálvez Martínez son expresidente y exsecretaria, respectivamente, del Consejo de Estudiantes de la Universidad de Murcia.@igsoblechero