Pues ya lo ven ustedes en la foto: un evento público del Ayuntamiento que, por tener la ayuda económica de un concesionario de coches, se permite meter un automóvil en todo lo alto de la plaza Romea. Una plaza cerrada al tráfico, peatonal desde hace décadas. Ah, pero el coche ahí, en medio del escenario.
Aducen los interesados que gracias al patrocinio de esa marca, el evento le sale gratuito al Ayuntamiento. Ellos se hacen publicidad y nosotros tenemos actuación cultural.
Hace unos años, cuando una marca o empresa cualquiera daba un dinero para colaborar, o pagaba un Museo, un evento o lo que fuera, se ponía su nombre en los créditos de las banderolas o en un rincón de la puerta del sitio. Ahora se permite que suban al escenario sus productos, incluso que pongan su nombre a edificios o hasta paradas de Metro. Parece que la insolencia del sector empresarial crece al calor de unos políticos inanes o cómplices de sus tontadas.
Poco a poco, se va aceptando la tontería de “si pagas, mandas”. Los gobiernos, a pesar de tener detrás el apoyo de miles de votos (¡con todo el poder que eso significa!), ha claudicado ante las empresas privadas.
Un coche, encima de la Plaza Romea. Como si poner un poco de dinero para un eventito permitiera romper las reglas de la convivencia, hacer lo prohibido.
Esto es especialmente grave en el caso de empresas automovilísticas y distribuidores de energía, porque son negocios relacionados con la contaminación mortal que sufrimos a diario. Relacionadas así mismo con la energía necesaria para movernos y poner en marcha todo. Esta característica de necesidad perentoria, que antaño les hizo candidatas a la nacionalización con gobiernos progresistas, les ha convertido en los `jefazos´ de sus obedientes gobiernos actuales.
Otro ejemplo: en Vereda de Solís, afueras de Murcia, se está alzando una gasolinera que rompe un montón de normativas de urbanismo. Una gasolinera en suelo catalogado con la máxima protección que contempla el Plan General de Ordenación Urbana (suelo NR) y a tan solo 10 metros del cauce del río, con el riesgo que eso comporta por tratarse de un terreno fangoso, inestable, inundable periódicamente, y sobre todo, donde atentará contra la poca fauna y flora que nos queda. A 500 metros de otra gasolinera, además. Sin embargo, el Gobierno y la Confederación Hidrográfica del Segura, en una autorización plagada de contradicciones, le dan su permiso por considerarla ¡“de interés público”!
Pero ¿qué interés puede haber en promover la construcción (¡otra vez el ladrillo!) de una gasolinera, que puede contaminar gravemente el agua del Segura con el próximo temblor de tierra? ¿No sería mejor reservar el entorno del cauce?
Lo cierto es que deberíamos estar procurando ya, por todos los medios, la evolución desde los motores de gasolina hacia el transporte público y la energía solar. Y eso incluye poner trabas a gasolineras, concesionarios y contaminantes varios. ¡No facilidades!
*Cristina Morano es escritora, diseñadora gráfica y miembro de CambiemosMurcia*Cristina Morano
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