Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

Los símbolos como política educativa

El concejal de Vox en Murcia, José Palma, durante una visita este miércoles al colegio San Pio X

0

Vox ha centrado todos los esfuerzos de su lobotomía nacionalista en los centros educativos. Lo que tantas veces han criticado -la instrumentalización de la enseñanza por parte del secesionismo catalán- se ha convertido en el oscuro objeto de deseo de una estrategia que tiene como meta última la reeducación nacional. Y, desgraciadamente para todos los habitantes de esta tierra, la Región de Murcia se ha convertido en el laboratorio en el que diseñar esta nueva raza de españoles “de verdad”, no afectada por la mancha moral de la evolución y de la igualdad social. Por enésima vez en lo que va de 2021, Murcia fue tendencia, durante la semana pasada, a causa de la moción presentada por el grupo municipal de Vox en el ayuntamiento de la capital; una moción en la que se exigía la presencia de la bandera de España en cada escuela, el retrato de Felipe VI en todas las aulas y -como medida hiperbólica estrella- que el himno nacional sonase cada mañana al comienzo de las clases.

El contexto en el que esta propuesta surge -el más que probable indulto del Gobierno a los políticos del Procés- la convierte en gasolina con la que regar el ánimo de la sociedad española, y provocar así un incendio. Es muy probable que, en las próximas fechas, Vox repunte en intención de voto y la ultraderecha se convierta en mucho más que una excentricidad pasajera. Por lo pronto, lo que Vox ha conseguido, en estos últimos años, es transformar la relación que los españoles tienen con la tierra en la que viven. Esta relación ha sido principalmente de inmediatez, basada en la aceptación y el disfrute de una forma de vida que se nutre de lo mejor de la cultura mediterránea. Los españoles siempre hemos sido de presumir del país en el que vivimos –“como en España, no se vive en ningún sitio”, hemos escuchado decir cientos de veces. Pero, de repente, con la reavivación del franquismo promovida por Vox, esta inmediatez ha dejado paso a la mediación simbólica. A diferencia de Estados Unidos -un país en el que cada vez que se planta un árbol entonan el himno nacional-, los españoles no han necesitado del inflacionismo simbólico cotidiano para mostrar su respeto hacia el país en el que viven. Después de la dictadura, la democracia trajo una relajación simbólica que permitió la normalización de la bandera y del himno en los hábitos cotidianos. Nuestra cultura -tan dada al exceso en tantos otros aspectos- aprecia en mayor medida sus símbolos conforme menos intrusivos resultan. Y no porque se los desprecie, sino porque nuestra cohesión social se realiza mediante liturgias diarias más espontáneas y menos reguladas.

He aquí, entonces, que emerge Vox como fuerza nostálgica y reccionaria y plantea un modelo de sociedad en el que las relaciones ya no se vehiculan a través de las personas, sino de los símbolos.  El peligro de los símbolos es que cuanto mayor valor social se deposita en ellos, más fácil resulta manipular a la gente y, por si fuera poco, mayores riesgos existen de que una sociedad se sienta ultrajada como consecuencia de un eventual ataque a ellos. Vox es perfectamente consciente de que la hiperpresencia de los símbolos en la vida de los españoles terminará por dinamitar un sistema de convivencia más espontáneo, fluido e integrador. Los símbolos son medidores de patriotismo, y, siempre que los sentimientos se cuantifican, la sociedad se clasifica en buenos y malos, en ciudadanos ejemplares y ciudadanos degenerados. Decir un millón de veces “España” no te hace mejor español. Pero Vox necesita la implantación de marcadores sociales de comportamiento que permitan visualizar quién es “buen español” y quien, por el contrario, es un antipatriota. El exceso simbólico es un eficaz mecanismo de control social. De ahí que la ultraderecha pretenda introducirlo en las escuelas. Frente a todos los que hemos vivido a España como una experiencia -una buena experiencia-, Vox aspira a hacer de ella una abstracción disciplinaria, una suerte de catecismo plagado de mensajes amedrentadores. Aquello con lo que sueña Vox es que todos los que nos oponemos a su política de mediación simbólica nos declaremos abiertamente antiespañolistas. Que se olviden de ello. Los que animamos a nuestros alumnos a pensar libremente, a construirse críticamente como sujetos, a apreciar la diversidad, a no juzgar la vida de los otros, hacemos mucho más por nuestro país que los que quieren convertir las aulas en lugares de control y disciplina. Afortunadamente, España desborda a todo aquellos que quieren reducirla a una esencia -aquella que más les conviene.               

Sobre este blog

Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

Etiquetas
stats