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Los migrantes hacia Estados Unidos, la mercancía más valiosa

Un migrante saltando de un vagón de un tren de mercancías a otro. FOTO: Edu Ponces / RUIDO Photo.

Paloma Bravo Pérez

“Queríamos intentar recorrer y explicar el fenómeno. No entendíamos la dimensión del problema de los viajes desde Centroamérica hasta la frontera con Estados Unidos”. Con esta intención comenzaron el fotógrafo Edu Ponces y su equipo la realización del documental 'María en tierra de nadie“. Una pieza audiovisual que muestra la realidad de las migrantes indocumentadas que viajan desde El Salvador, Guatemala y Honduras hasta Estados Unidos, a través de las experiencias de mujeres secuestradas por Los Zetas -organización criminal responsable de numerosos actos de violencia contra las personas migrantes en México-, víctimas de la trata de personas o mutiladas en el camino. Con motivo de las jornadas de 'Periodismo a pie de calle' de Vitoria, se ha presentado en un Cine-Forum y Edu Ponces, tras el visionado, comenta cómo vivió la toma de imágenes y la realidad de aquellos países.

“María en tierra de nadie” es el fruto de más de un año de trabajo -desde octubre de 2008 hasta diciembre de 2009- de un equipo compuesto por el cronista Óscar Martínez, la directora salvadoreña Marcela Zamora, la documentalista israelí Keren Shayo y los fotógrafos Edu Ponces, Toni Arnau y Eduardo Soteras. El documental recoge testimonios directos de las más vulnerables: las mujeres secuestradas por los Zetas, víctimas de la trata o mutiladas en el camino.

10.000 secuestros en seis meses

Este viaje en busca de oportunidades, de entre 3.000 y 5.000 kilómetros de recorrido, está lleno de riesgos y peligros, donde los migrantes viajan a bordo de trenes de carga expuestos a múltiples accidentes y mutilaciones con el continuo miedo a los robos, a las agresiones y a los secuestros de las organizaciones criminales. Tal y como se muestra en la pieza audiovisual, la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México reveló en su informe de 2009 que 10.000 personas indocumentadas habrían sido secuestradas en los seis meses en los que se recogió la muestra. A esta cifra hay que sumar “a los que no fueron a denunciar el secuestros”, según Edu Ponces. “La cifra real se eleva mucho, nunca la sabremos”, asegura.

Los asaltos y secuestros son continuos en todo el recorrido. El objetivo de los secuestradores es llevar a los migrantes a las cárceles clandestinas y exigir un rescate a sus familiares que residen en Estados Unidos. Los familiares proporcionan a los migrantes un dinero destinado al 'coyote', la persona que se encarga de acompañarlos en tramos del viaje. “Este 'coyote' les cuesta a los familiares entre 1.500 y 2.000 dólares”, explica Ponces. Pero, ¿qué pasa si la familia no puede enviar esa cantidad de dinero o, peor aún, no hay nadie que pueda responder por esos migrantes? “Entonces, un miembro de los Zetas, el 'carnicero', se encarga de matarlos, meterlos en barriles e incendiarlos”, relata el fotógrafo.

Las patronas, “el mayor acto de bondad que he visto en mi vida”

El documental, que recoge testimonios directos de varias mujeres secuestradas, violadas o víctimas de la trata, muestra el lado más humano de la realidad estremecedora que se vive en esos 5.000 kilómetros de recorrido. Entre ellas, una de las historias más conmovedoras es la de 'las patronas', unas mujeres que viven al lado de las vías de tren donde los migrantes pasan subidos en los convoy de carga. Ellas, con sus recursos, preparan bolsas de comida y bebida para que, cuando el transporte pasa a toda velocidad por las vías, lanzarlo y que lo alcancen los viajeros. “Nosotras nos quedamos contentas, les tiramos la comida y bebida que tenemos, no podemos hacer más”, cuenta una anciana. Edu Ponces califica el acto de estas mujeres como “el mayor acto de bondad que he visto en mi vida”.

El fotógrafo, en un intento de análisis de la realidad que se vive en estos viajes, cree que “al ser un tema oculto, no se cubre porque ocurre en zonas periféricas y porque muchos implicados, al querer superar la situación cuanto antes, no denuncian”. Además, reconoce que “son territorios que son difíciles para el trabajo periodístico”.

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