Frente al cambio climático, nuestro cambio
Tenemos ante nosotros el mayor desafío al que nos vamos a enfrentar como sociedad. Un fenómeno global, universal y con algunos efectos ya irreversibles. Llevamos demasiado tiempo advirtiendo de la gravedad del problema sin afrontarlo de cara. Son necesarias soluciones a gran escala, sin duda, pero ese es un camino muy complejo y que exige una unidad de acción internacional que se vislumbra lejana. Y mientras, el cambio persiste, y el reloj corre. Y es aquí cuando desde la escala local asumimos el reto de actuar. Haciendo nuestras las palabras del ex secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, “no podemos permitirnos el lujo de la indecisión, las medidas a medias o los enfoques graduales. Nuestra meta debe ser una transformación”.
Este es el objetivo que proponemos con la Ley de Cambio Climático y Transición Energética que ha aprobado el Parlamento balear. Articular medidas a escala local para mitigar los efectos del cambio, poniendo en valor el hecho insular y sentando las bases de un modelo económico más diversificado y alejado de la estacionalidad.
Así que, frente al cambio climático, hemos decidido cambiar. Nos impulsa a hacerlo la responsabilidad, el respeto y la búsqueda de la resiliencia.
Actuamos por responsabilidad. Aplicando las tesis del sociólogo Anthony Giddens, la humanidad nos hemos fabricado nuestra propia incertidumbre. El cambio climático no es algo externo, y las consecuencias que de él se derivan son consecuencia directa de la intervención del hombre en la naturaleza. Frente a esta evidencia, nuestra responsabilidad es actuar con firmeza. Con propuestas valientes y pioneras en España.
Porque tan irresponsable sería no actuar como hacerlo sin convicción. Algunos nos acusan de querer ir demasiado rápido en nuestras políticas de lucha contra el cambio climático. Y yo les pregunto: ¿Acaso podemos esperar más? Los efectos del cambio climático son innegables. Los negacionistas son ya un reducto cada vez más exiguo. Surgen ahora los relativistas. Aquellas voces, silenciosas o públicas, que apelan a actuaciones pausadas. Temen los cambios y los dilatan, obviando que el cambio llegó para quedarse, y que no hay elección. O cambiamos ya, o no llegaremos a tiempo de modular los efectos que se avecinan. Eso sí sería verdaderamente irresponsable.
Actuamos por respeto. Nuestras islas son paisaje. Un entorno privilegiado y muy delicado. Cualquier alteración puede dañarlo, y acabar con aquello que hemos sido, somos y queremos ser. Por eso es necesario actuar ya. Por respeto a nuestro entorno, y por respeto a quienes durante generaciones han conreado este paisaje y nos lo han legado.
El hecho insular nos permite apostar más fuerte que otros territorios, pero a la vez nos hace más vulnerables. Los expertos avisan que el incremento de la temperatura en nuestro archipiélago será superior a la media global, y que puede disminuir la precipitación anual e incrementarse por el contrario fenómenos extremos como olas de color o lluvias torrenciales. Sería irrespetuoso mantener un nivel bajo ante estas evidencias.
La propia Comisión Europea ha situado a las islas en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático. Somos un territorio propicio que, además, cuenta con la voluntad y la convicción para ser referentes. Para ganarnos el respeto actuando con respeto hacia aquello y aquellos que nos rodean.
Mitigación y adaptación. La nuestra es una ley proactiva, una muestra de resiliencia. Entendemos que la amenaza puede tornarse en oportunidad. Hemos actuado tarde, no hay duda, pero aún tenemos tiempo de retomar el mando de la situación. La Ley de Cambio Climático dibuja una nueva economía para unas islas necesitadas de diversificación y de una actividad más regular en el tiempo. El campo de las energías renovables, de la movilidad eléctrica, de la eficiencia constructiva o de los nuevos métodos de comercialización de energía son algunas de las oportunidades que la Ley pone sobre la mesa.
Hemos querido dibujar nuestro futuro cuanto antes. Nos hemos marcado plazos ambiciosos para la implantación de medidas como la regulación de entrada de vehículos diésel para el año 2025, el consumo de un 35% de energía renovable en 2030 o el control de la circulación de vehículos de combustión para el 2035. Como lo han hecho ya otros países y ciudades de nuestro entorno. Noruega obliga a que todos los vehículos sean eléctricos en el año 2025, hito que países como Holanda, Alemania, Eslovenia, Irlanda o Israel han fijado para el año 2030.
Citando a Xavier Pastor, quien fue en su día Premio Nacional de Medio Ambiente, “Baleares tiene una oportunidad fantástica para liderar en esta transición y se beneficiará económicamente al convertirse en destino sostenible con bajas emisiones de carbono”.
Con valentía y firmeza, esta transición hacia un nuevo modelo energético, de movilidad y económico en Baleares es una oportunidad sin precedentes. Todo cambio implica renuncias y amplitud de miras. Se transformarán hábitos y modelos económicos, y algunas modificaciones serán más difíciles que otras. Por eso la Ley de Cambio Climático esboza el camino hacia una transición que queremos justa, y que en Baleares hemos comenzado a aplicar por la vía de los hechos. La apuesta por las energías renovables es ya una realidad, espoleada desde las administraciones, y con acciones como el cierre progresivo de la central térmica de Es Murterar, la única en las islas que aún funciona con carbón, la autorización para el mayor parque fotovoltaico de las islas, o el consumo exclusivo de energías renovables en los edificios públicos de la comunidad. También se están dando pasos decididos para convertir a Menorca en referente europeo en transición energética, con el objetivo que en el año 2030 el 85% de la energía que se consuma en la isla proceda de fuentes renovables, y se hace con un amplio consenso social, político, institucional y económico.
La Ley de Cambio Climático y Transición Energética encauza un proceso ya iniciado, irreversible e imprescindible. En Baleares queremos liderar esta transición, y aquí está nuestra apuesta. Una Ley que va más allá de las intenciones, que aporta medidas efectivas y planificadas hacia una transición justa. Frente al cambio climático, nuestro cambio.