La reforma fantasma
La referencia a “La amenaza fantasma” (Star Wars Episodio I) tiene su explicación. En dicha película suceden una serie de acontecimientos y se toman una secuencia de decisiones aparentemente intrascendentes que, sin embargo, con el desarrollo de las mismas en el tiempo, ponen “la galaxia” patas arriba. El entrenamiento de Anakin como jedi, el nombramiento de Palpatine como Canciller Supremo, son hechos que acabarán teniendo un impacto decisivo en la saga.
Algo parecido puede suceder con la aprobación de la nueva reforma laboral, pues desde mi punto de vista, supone un indiscutible cambio de tendencia. La degradación de las relaciones laborales venía siendo la constante desde hace décadas. Reforma tras reforma, legislación tras legislación y gobierno tras gobierno, la balanza entre el capital y el trabajo se ha ido desequilibrando progresivamente en favor del primero, en un trasvase continuo de riqueza de manos de la clase trabajadora hacia los bolsillos de los empresarios y accionistas.
Por el contrario, la nueva legislación laboral no marcha por esa senda de precariedad y desregulación del empleo en España que parecía incuestionable, sino que recupera ciertas posiciones perdidas, siendo algunas de ellas estratégicas. Y me quiero referir especialmente a todo lo relativo a la negociación colectiva y el papel de las organizaciones sindicales, sin menospreciar por ello el resto de ítems que aborda el documento.
A nadie se le escapa que, por muy diversas razones, el crédito sindical lleva tiempo desgastándose. A pesar de ser la “molécula” más relevante de la sociedad civil (organizando diariamente a millones de trabajadores), el movimiento sindical estaba dando síntomas de debilitamiento en las negociaciones pero también en las calles. La reforma laboral de 2012 fue un varapalo de esos que te fracturan varias costillas. Y es que las patronales tienen más claro que nadie (incluso que buena parte de la gente trabajadora) cuál es la espina dorsal que impide que nuestros derechos sean totalmente arrasados: la organización colectiva.
Por ello, todo lo que sirva para apuntalar la posición sindical y dar nuevas energías a la clase trabajadora, hay que ponerlo en valor y entenderlo como un elemento clave a la hora de seguir avanzando en la tendencia que parece abrir esta reforma, con Yolanda Díaz como gran artífice.
La ultraactividad de los convenios, la prioridad del sectorial sobre el de empresa en aspectos cardinales como el salario o impedir el pirateo de convenios en las empresas subcontratadas, supone una recuperación de derechos centrales en lo que respecta a la negociación colectiva.
Partiendo de la base de que la fragmentación de la clase trabajadora es una cuestión históricamente estratégica para las patronales, que nos quieren “de uno en uno y sin rechistar”, todo lo que contribuya a cohesionar y compactar nuestras condiciones de trabajo, debe dársele un reconocimiento explícito y acorde con su entidad. Más aún, si tenemos en cuenta el hecho de que esta reforma, además de reforzar la capacidad colectiva de los trabajadores, ha tenido la virtud de dividir (al menos temporalmente) a las patronales.
Algunos provenimos de una cultura política en la que recomponer tus filas y fisurar las del contrincante ha de considerarse un avance trascendente. Este paso adelante ha de servir, por un lado, para continuar abriendo el camino de la recuperación de derechos y la conquista de otros nuevos. Y por otro, para sacudirnos de encima el polvo de la resignación.
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