Compañeros de pupitre
A la espera de la nueva cumbre para el reparto de Ucrania, sigo anonadada con la foto del pupitre y el mapa, entre Donald Trump y los líderes europeos, sentados cual díscolos escolares frente al presidente estadounidense esperando un castigo ejemplar. Entre tanta IA y fake news, pensé en un primer momento que era broma, que era uno de los tantos memes que pululan por las redes sociales. Y no iba desencaminada. Era la broma pesada con que Trump recibió a siete líderes europeos, de la UE y de la OTAN, anunciándoles la cruda realidad del final de la guerra exigido por el presidente ruso Vladímir Putin en la reciente cumbre de Alaska. Se trata de un ya conocido mapa étnico-lingüístico, e incluso político, con casi una cuarta parte de Ucrania que deberá pasar a ser territorio de la Federación de Rusia.
Rememoremos la reciente visita de los siete europeos autoinvitados escoltando al presidente Zelenski: el presidente Emmanuel Macron (Francia), la primera ministra Giorgia Meloni (Italia), el canciller Friedrich Merz (Alemania), el primer ministro Keir Starmer (Reino Unido), el presidente Alexander Stubb (Finlandia), el secretario general de la OTAN Mark Rutte y la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen. Son los protagonistas de la foto, por delante y por detrás.
Pese a la urgencia de Trump para cerrar en agosto la crisis ucraniana en Europa, y con la vista puesta en el Indo-Pacífico, al otro lado del mapa, Rusia ha demostrado no tener prisa. La apertura del Kremlin, no obstante, se ha hecho patente al no rechazar de plano un encuentro con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, a quien hasta ahora negaba el pan y la sal, obviándolo del proceso de negociaciones para la guerra y para la paz por considerarlo un presidente ilegítimo.
Así lo reconocía el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, l’enfant terrible de la acción exterior para el propio presidente Trump, adelantando la posibilidad de un encuentro bilateral o trilateral con Putin y Zelenski en algún lugar de Europa, donde se establezcan concesiones territoriales. “No es fácil, y quizá ni siquiera sea justo, pero es lo que se necesita para poner fin a una guerra”, insistía, en referencia al mapa “escolar”. Respecto a los “escolares”, también han pedido estar presentes y que el encuentro sea cuadrilateral y, a ser posible, en Suiza, país neutral que le ha prometido a Putin inmunidad, pese a la orden de detención del Tribunal Penal Internacional.
Y es que parece que la foto de los siete líderes europeos frente a Trump, con semblante circunspecto y con la sombra de la derrota sobre sus ojos, ha provocado el despertar de Occidente ante un final ya anunciado por décadas de autoengaño y supremacismo en este lado del mapa. La foto, real, mostraba por detrás el verdadero rostro de este conflicto, el de los siete líderes frente al mapa de una Ucrania dividida, con una cuarta parte de su territorio en conflicto, el Este rico e industrial, como parte del trueque. Si les ha quitado el sueño, o si era algo que ya sabían y preferían evitar, es algo que sólo el tiempo dirá.
El tiempo y la verdad de una Unión Europea, hoy más dividida que nunca ante un conflicto vecino que no ha sabido o no ha querido evitar o, incluso, que ha coadyuvado a provocar. Echemos la vista un poco más atrás, cuando en 2013 la Unión Europea, cuya acción exterior estaba en manos de la nefasta -y- británica lady Ashton, presionaba al presidente ucraniano Viktor Yanukóvich para que no firmara un acuerdo comercial con Rusia, so pena de no firmar el acuerdo de asociación previsto, como así ocurrió. Sólo hace tres años y medio, cuando el presidente Macron llamaba al presidente ruso al diálogo, en febrero de 2022, para terminar anunciando hace unos días que “Putin es una amenaza para los europeos”. Poco favor se hace -nos hacemos- si queremos ser parte importante en la resolución del conflicto, si queremos entrar en el “reparto de Yalta”.
Aunque este reparto, que se está firmando estos días como colofón al acuerdo comercial -“no vinculante jurídicamente”, según el comunicado de la Comisión Europea el día después del encuentro de Von der Leyen con Trump en Escocia- implica unos “debes” que menoscaban el Estado de Bienestar europeo y su balanza de pagos, y muy escasos “haberes”. Como ejemplo de la reunión del pupitre, Ucrania se volvió con la promesa de compra de armamento a Estados Unidos por valor de 100.000 millones de dólares, con cargo al presupuesto europeo y con un sobreprecio adicional el 10%, precio de “amigo”. No ha hecho nada que no estuviera haciendo hasta ahora. Lo malo es que se hace con un dinero que se encuentra en el limbo, el de los activos financieros rusos congelados en territorio europeo. ¿Alguien duda de que estos bienes de empresas y particulares rusos no serán parte del proceso de negociación para el fin del conflicto? Es decir, no tienen dueño…
Como tampoco lo tiene el dinero del acuerdo comercial de Turnberry (Escocia): “Cientos de miles de millones en armas durante los próximos cuatro años”, según declaró públicamente la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen. Precisamente se da -les damos- este plazo, porque el imperio armamentístico estadounidense se ha quedado sin “stock” y aún no está preparado. Y recuerden, se trata de dinero que no tenemos para un armamento que no existe. Poca broma…
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