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Las derechas juegan al ajedrez con bates de béisbol mientras imponen a la izquierda las reglas de la esgrima

El líder del PP y candidato a la Presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, durante el pleno de investidura

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El contexto es importante, vayamos con algunos hechos.

Hecho número 1: El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, junto a importantes dirigentes del su partido, presionó durante días al rey Felipe VI con todo tipo de declaraciones públicas para que le encargase la investidura, a sabiendas de que no contaba con los votos para ser presidente. 

Hecho número 2: Una vez finalizada su ronda de consultas, el jefe de Estado podría haber pedido a los distintos candidatos que siguieran buscando apoyos, ya que ninguno lo tenía garantizado, pero, en una controvertida decisión, decidió encargarle la investidura a Feijóo, un candidato sin mayoría. El líder popular y sus dirigentes redoblaron la presión, esta vez sobre la presidenta del Congreso, Francina Armengol, para que concediese varias semanas de margen al candidato popular y que este pudiese fijar una ronda de contactos con los mismos partidos que ya le habían dicho que en ningún caso iban a hacer a Feijóo presidente. 

Aclaración importante sobre el hecho número 2: El líder del PP exigió a Armengol un margen amplio en declaraciones públicas, pero también en privado, a través de una carta en la que recordaba plazos de anteriores investiduras: 24, 33 y 46 días. Es decir, Feijóo lo reclamó por escrito y dejó pruebas de ello, aunque luego quisiese dar a entender que el mes de margen, que se le acabó haciendo eterno, había sido responsabilidad exclusiva de la presidenta del Congreso. 

Hecho número 3: Tras recibir de nuevo el ‘no’ de todos los diputados de la Cámara, salvo Vox, que había garantizado su apoyo la misma noche electoral, uno de UPN y la parlamentaria de Coalición Canaria, el Partido Popular hizo llamamientos públicos a diputados del PSOE para que ejercieran de tránsfugas, traicionasen a su partido y facilitasen el Gobierno a Feijóo, el candidato que se presentó a las elecciones para “derogar el sanchismo”.

Hecho número 4: En vista de que ese último recurso no salió, y de que sus exploraciones con Junts tampoco dieron sus frutos, el PP organizó en Madrid una manifestación contra una supuesta amnistía de un hipotético gobierno no nato que debe salir de un futuro acuerdo entre PSOE y Sumar con los nacionalistas vascos (PNV y EH Bildu) además de ERC y esta vez Junts, el partido de Puigdemont. (La manifestación se programó para dos días antes de una sesión de investidura que todo el país sabía fallida).

Hecho número 5: En lugar de presentar su programa de investidura, cuando la presidenta del Congreso dio la palabra este martes a Feijóo, el candidato del PP arrancó su discurso arremetiendo contra la supuesta amnistía. Y dijo tal vez la mentira más grosera de todas las que se le recuerdan, incluidas las de su campaña electoral: aseguró con toda solemnidad, en su primera intervención en el Congreso, que cuenta con los votos para ser investido presidente, pero que no lo será porque él sí antepone sus principios y porque el fin no justifica los medios. Ni uno solo de los 350 diputados del Congreso, incluido Feijóo, pudo creerse semejante falacia. 

El argumento del líder popular es que no será presidente porque se niega a aceptar la amnistía que exige Junts, que según dijo en el hemiciclo el líder del PP había puesto el mismo precio a su partido y al PSOE. 

Vayamos a los números: en el supuesto caso de que Junts estuviese dispuesto a investir a Feijóo presidente si pactase con él la amnistía, Feijóo contaría con los votos del PP (137) más los siete de Junts (144 en total). La mayoría absoluta para superar la primera votación está en 176. En una segunda votación donde valdrían más síes que noes, necesitaría al menos 172, porque 171 diputados ya han dejado claro que votarán en contra. 

Suponiendo que Coalición Canaria y UPN mantuviesen su apoyo en ese escenario hipotético, Feijóo llegaría a 146. Le faltarían 26. Así que las cuentas del candidato del PP implican dar por hecho que Vox apoyaría una investidura junto al partido de Puigdemont a cambio de una amnistía para el president y el resto de políticos catalanes que organizaron el procés. 

¿Creíble, verdad? 

Pues Feijóo lo repitió varias veces desde el atril del Congreso con un tono muy solemne y mientras reivindicaba el valor de la verdad y de cumplir con la palabra dada. Al tiempo que repetía estos argumentos y que él jamás optaría a la presidencia sin ser la lista más votada -a diferencia de todos los presidentes autonómicos del PP y algunos alcaldes que le aplaudían desde la tribuna de invitados y que debieron de tomar ese camino contra la opinión de Feijóo- el candidato popular se presentaba en el hemiciclo como un “presidente de fiar”. 

Ese era el contexto, cuando se inició el turno de réplicas del resto de los partidos en el Congreso. A la vista de semejantes antecedentes, cabe plantearse algunas preguntas: 

¿Seguro que fueron PSOE y Sumar los que denigraron el Congreso con la decisión de que sus líderes no participasen en una sesión de investidura que en ningún caso iba a serlo? 

¿De verdad ha sido la izquierda la que ha pervertido un mecanismo constitucional o ha sido el PP el que lo ha hecho involucrando a la Corona en una maniobra para sus fines partidistas? 

Si toda la Cámara sabía, incluidos diputados y periodistas, que la sesión de esta semana no es una investidura y solo sirve a los intereses del PP, ¿está obligado el presidente del Gobierno en funciones y la vicepresidenta segunda, líderes de sus respectivos partidos, a tomar la palabra en este pleno? 

¿Debe considerarse gravísimo que el PSOE encomendase a Óscar Puente, uno de sus diputados más beligerantes, confrontar con el PP en su mismo terreno y en un pleno que Feijóo planteó como el inicio de otra campaña electoral o, en su defecto, como la inauguración de su labor de oposición a un gobierno que aún no existe?

¿Pueden esas firmas insignes de la derecha mediática con sus cantinelas del “que te vote Txapote”, “los amigos de ETA”, “las cenizas de Hipercor” y el “España se rompe” ejercer de indignadas cada vez que un dirigente de izquierdas las interpela directamente?

(Esta última pregunta es retórica: a la vista de los titulares y editoriales del miércoles, es evidente que pueden y quieren). Lo cual anticipa una nueva cuestión: 

¿Por qué creen esas mismas derechas que han decidido jugar al ajedrez con bates de béisbol que pueden imponer para sus adversarios las reglas de la esgrima?

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