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El fiscal no es dócil, pues se cambia

Rosa Paz

Ya se sabía que las proclamas de Mariano Rajoy sobre su intención de luchar contra la corrupción chocaban con una realidad que las desmentía una por una. Anuncios de nuevas normativas, más leyes y más duras para la regeneración de la política, pero ni el más mínimo cambio de actitud que haga pensar que en el Gobierno y en el PP alberguen alguna dosis de arrepentimiento y, menos aún, el propósito de enmendar esos comportamientos que, según el jefe del Ejecutivo y del partido que lo sustenta, son “cosas del pasado”.

Este jueves, la realidad volvió a cuestionar ese espíritu regenerador y de combatiente anticorrupción del que presume, pero carece, el Gobierno. Ocurrió con la dimisión del fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, a petición de quienes le nombraron y a los que molestaba que ejerciera su función con independencia. No cuando la Fiscalía ha aceptado sugerencias y, por ejemplo, se ha puesto de parte de la infanta Cristina en el caso Nóos, pero sí cuando no lo ha hecho y ha actuado con autonomía en la investigación de la corrupción que afecta al PP, en los sumarios abiertos por la trama Gürtel, Bárcenas y demás familia.

Como les molestaba este fiscal, pues lo cambian por otro. Eso sí, envolviendo su dimisión con solemnes declaraciones sobre las bondades de Torres-Dulce y la independencia con la que ha actuado y que le ha costado el cargo. La misma mentira de siempre. Le piden en privado que se vaya y cuando lo hace le cubren de falsos halagos.

Más o menos lo que han venido haciendo desde que se abrió la causa de la Gürtel: pregonar de palabra su absoluta disposición de colaborar con la justicia y demostrar, de obra, su intención de entorpecerla. Consiguieron que se inhabilitara al magistrado que la inició, Baltasar Garzón, y ahora quieren quitarse de en medio al juez Pablo Ruz, al que prefirieron frente a Javier Gómez Bermúdez, pensando que sería más proclive al PP, pero que les ha defraudado con su empeño de actuar con independencia, sin aceptar presiones políticas.

Las resoluciones de Ruz han ido echando por tierra las afirmaciones de los dirigentes peperos. “La Gürtel no es una trama del PP, es una trama contra el PP”, dijo Rajoy en 2009, y el juez hace un mes precisó que el PP fue partícipe a título lucrativo, como lo había sido Ana Mato por la vinculación con la trama de su ahora exmarido. Antes, en abril de 2013, Ruz había expulsado al PP de la causa por entender que ejercía la defensa en lugar de la acusación particular, incluso había ordenado el registro de la sede de Génova. Y entre una cosa y otra se supo de la destrucción de los discos duros de los ordenadores de Bárcenas, de los libros de visitas y de las agendas de los extesoreros, uno en la cárcel de Soto del Real, Bárcenas; y los otros dos, imputados, Álvaro Lapuerta y Ángel Sanchís.

Curiosa manera esta del PP de colaborar con la justicia. Y luego se sorprenden de que haya tantos ciudadanos que no se creen su intención regeneradora, que desconfían de sus buenas palabras. No deben de darse cuenta de que los hechos pesan mucho más que la verborrea y son tan contundentes que, por más esfuerzos que hagan por ocultarlos, acaban por emerger. Más aún cuando no se cortan un pelo y cambian jueces, policías y fiscales con tal de entorpecer la investigación de las causas que les afectan.

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