Imaginen otro país
Mucho más que una sucesión de acordes, mucho más que cuatro notas y veintidós versos, mucho más que una simple canción… Imagine, un clásico de la música y todo un himno intergeneracional, que viene a estas líneas –seguramente en vano– porque si algo tienen la polarización, la trinchera y la derecha española es que son previsibles en todas sus manifestaciones. ¿De qué se habla? Me opongo ¿Qué ha dicho Sánchez? Nosotros lo contrario. ¿Dónde está el acuerdo? Busquemos el disenso.
Si la lucha contra la pandemia ha sido desde el comienzo munición con la que cargar contra el Gobierno, no hay materia ya con la que el PP pueda elevarse y hacer un ejercicio de grandeza con el que demostrar sentido de Estado si es que algo le queda después de aquel tristemente célebre comentario con el que los populares imploraban que España cayera para después levantarla ellos. Han pasado doce años de aquello y vuelven por sus fueros.
Cuando uno viaja a Bruselas para decir “Sánchez miente” está diciendo a las autoridades europeas que no se fíen de España porque no es un socio creíble. Y cuando siembra dudas sobre cómo el Gobierno gastará el dinero de los fondos europeos, lo que está haciendo es poner palos en las ruedas de la recuperación económica del país, de la supervivencia de miles de empresas y de la estabilidad laboral de millones de trabajadores.
Nada queda en el ADN de la oposición que le otorgue el volumen que precisa una derecha civilizada con la que se pueda negociar y acordar. La irrupción de Vox en el panorama político ha arrastrado a Pablo Casado a una radicalización de su discurso para evitar fugas por su ala más extremista, le ha alejado de la moderación hasta límites preocupantes y, sobre todo, le ha dejado en el más absoluto de los ridículos.
Lean a Ursula von der Leyen: “El primer pago de Next Generation EU. 10.000 millones de euros para España ya están en camino. Espero tener muy pronto más buenas noticias para otros países de la UE”. La arriba firmante es la presidenta de la Comisión Europea, militante de la CDU, una conservadora de libro, de educación profundamente católica, colega de Angela Merkel y de la misma familia política a la que pertenece Pablo Casado. El tweet llevaba incluida la bandera de España, esa que luce en tirantes, pulseras y mascarillas la derecha española como si a ellos solo les perteneciera.
En efecto, el Tesoro español ya ha recibido esos primeros 10.000 millones de euros de los fondos europeos que anunciaba Von der Leyen. Y Pablo Casado ha perdido la ocasión, no ya de enmendar sus palabras y su comportamiento en Bruselas, sino de felicitarse por la lluvia de millones, que no tienen como destinatario al Gobierno, ni a Sánchez, sino al tejido productivo español.
Si hubiera vida inteligente en la calle Génova, alguien debería haber reparado en que al PP le convendría distanciarse lo más posible de Vox, moderarse de verdad y marcar la diferencia, si es que a estas alturas existiera, en asuntos que no debieran ser materia de la lucha partidista como la llegada de los fondos europeos y el posicionamiento de España en Europa.
De sumarse al acuerdo por la reforma laboral, ya ni hablamos. Su miope visión estratégica no le permite siquiera ver que decir sí a una revisión parcial del marco laboral es haber tragado con buena parte de la norma aprobada por el PP en 2012 y es abrir también un boquete en la mayoría parlamentaria que necesita el Gobierno para validar el texto que este martes aprobará el Consejo de Ministros.
Pues imaginen, imaginen un mundo, como el que concibió John Lennon, que sea uno solo. En este caso sería un país en el que la oposición celebrara los éxitos de todos; un PP que se sumase a los consensos transversales; una derecha que festejase las felicitaciones a España de los organismos internacionales y unos políticos que distinguieran entre lo que beneficia al Gobierno y lo que contribuye al bienestar y el desarrollo general. Imaginen bien porque ese país desde luego no es España y esa oposición tampoco es la que acredita Casado, convertido en permanente agorero del mal.
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