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Y los latinos y las latinas son...

Protesta en El Paso contra el odio y el racismo

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“Calientes”, “putas”, “dóciles”, “tontas”, “aprovechadas”.. “Las latinas son…” es el nombre de la obra y la frase que propone completar la compañía Teatro sin papeles con alguno de los tropecientos estereotipos que se nos endilgan a las sudakas. El pasado fin de semana vi en Madrid esta cuestionadora y bella pieza que visibiliza y denuncia las realidades que viven las mujeres migrantes de Abya Ayala en España, entre el racismo, la violencia de género, la explotación laboral y el brutal paternalismo, desde sus propios cuerpos, escrituras y voces (el sábado 28 de noviembre se vuelve a presentar en la Sala Metáforas de Carabanchel). Y hoy tengo que oír la cháchara nacional e internacional sobre el factor del “voto latino” en las elecciones estadounidenses que solo revelan la profunda ignorancia que hay en el mundo sobre la latinidad y todos los prejuicios que la rodean, mientras el mundo sigue atento lo que va a pasar con el imperio.

No hay nada dicho a esta hora en un país partido mucho más que en dos y en el que la población latina es tan numerosa como toda la que vive en España y que reparte su voto como se ha repartido entre Florida, donde ganó Trump, o Arizona, donde ganó Biden. La propia reelegida Alexandria Ocasio-Cortez ha admitido que su partido no ha hecho bien su trabajo con esa comunidad de la que ella misma procede. Y es que para hacerlo bien tendrían que tener claro que el “voto latino” no es uno sino muchos, que no es una sino varias comunidades de latinos de muy distinta condición las que operan en ese país. No es lo mismo ser un cubano o venezolano exiliado en Miami, que comparte en grupos de WhatsApp fake news sobre la amistad entre Maduro y Biden, que un mexicano o un salvadoreño que a duras penas ha cruzado la frontera y que será penalizado toque rojo o toque azul. 

La periodista mexicana residente en USA, Eileen Truax, contaba en este esclarecedor podcast de Revista 5W, que los que menos votan en ese país son los negros, los latinos y los asiáticos, porque ninguno de estos gobiernos, por su particular bipartidismo, resuelven las problemáticas de estas comunidades que allí aún se llaman “minorías”, en las que, por cierto, se detectan los mayores niveles de pobreza, que están asentadas en las zonas más contaminadas y que ahora son los primeros en enfermar y morir de COVID. Es de esperarse que en estas zonas se castigue a Trump por su manejo de la crisis sanitaria pero ni eso es seguro. También podría esperarse que lo hicieran porque es quien más leña echa al fuego de la brutalidad policial y la violencia racista pero ni eso nos asegura que pierda. Más que por Biden, si votan las minorías lo hacen contra Trump, contra el bulo del virus chino, contra el discurso del muro, contra el método del Ku Klux Klan.

Eso es lo que ocurre en sociedades tan discriminadoras como la española o la estadounidense, donde un sector amplio y lamentablemente en crecimiento propugna su supremacía. Los jóvenes estadounidenses que no han ido a votar, según Truax, muchos de los cuales marcharon en Black Live Matter, saben que ni Trump ni Biden van a arreglarles la vida. 

Y, sin embargo, se sigue hablando del voto latino, del voto negro, del voto de las minorías, como si fueran bloques estancos. El estereotipo viene del menosprecio, de las pocas ganas de saber del otro, quién es en realidad, de reducir a las personas y a grupos de personas a las cuatro ideas que rondan nuestras cabezas y despojarlas de matices, y cómo no, sobre todo, los estereotipos son las manos del racismo. Y, en última instancia, son la puerta abierta por la que acabará colándose más y más violencia.

Las latinas y también los latinos son y siguen esperando ser mirados, entendidos y valorados en su diversidad y potencia, todos los días y no solo cuando los de siempre los necesitan para ganar o ponerse medallitas.

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