Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Qué nos va a pasar

Agentes inspeccionan en la localidad polaca de Olesno la incursión de los drones. EFE/EPA/ANDRZEJ JACKOWSKI POLAND OUT
14 de septiembre de 2025 22:05 h

26

Cada día trato de acertar por dónde saldrá. Eso es tanto como adivinar qué nos va a pasar. Si en vez de leer las dos frases anteriores las has tarareado, es probable que tengamos edades parecidas y sensibilidades parejas. Son los dos primeros versos de 'Qué nos va a pasar', aquel tema tan bello como triste del grupo donostiarra La buena vida. Si no lo conocías, te llevas de regalo una bonita canción. Por cierto, inencontrable en Spotify y otras plataformas, para quienes piensan que gracias al streaming tenemos acceso a toooda la música.

Pero yo no venía a hablar de música indie melancólica, sino de qué nos va a pasar: de esos días en que te levantas tarareando el arranque de una canción que, pese a ser de desamor y pérdida (o quizás por eso), da el tono exacto de nuestro estado de ánimo. Cada día tratamos de acertar por dónde saldrá (el día, tu vida, el mundo), y eso es tanto como adivinar qué nos va a pasar. Qué nos va a pasar a cada uno de nosotros y a todos como colectivo, o si quieres como humanidad.

Qué nos va a pasar a cada uno, por estas vidas tan a menudo desbordadas y a merced de no sabemos qué, sometidas a cambios e incertidumbre, con problemas que no terminan de resolverse mientras asoman otros. Da igual si estás buscando piso o has cambiado de trabajo, si te salió mal la última jugada o dudas de cómo terminar este mes, si tu pareja o familia sufren la misma fatiga de materiales que parece contagiarse a todo, o si llevas una buena temporada pero no acabas de fiarte. El pensamiento siempre es el mismo: qué nos va a pasar.

Esa vulnerabilidad personal, la sensación de estar siempre a punto de perder pie, convive con una tremenda vulnerabilidad colectiva, global, de época. Los jodidos “tiempos interesantes” que nos han tocado vivir, que tal vez no sean tan interesantes como a veces creemos (basta mirar al pasado y compararnos con generaciones anteriores), pero son los nuestros. El sobresalto permanente, la “última hora” que siempre trae malas noticias, el adjetivo “histórico” aplicado a granel, la sensación de que también el mundo está a punto de perder pie a cada paso.

Esta semana pasada, por ejemplo, nos desayunamos varios días con los sintagmas “guerra civil” y “guerra mundial” rebotando por tertulias, columnas de opinión y, por supuesto, redes sociales. El asesinato del joven trumpista Charlie Kirk llevó a los titulares la expresión “violencia política” aplicada a Estados Unidos, y decenas de expertos y tertulianos leyeron el mismo libro para contarnos cuáles eran los pasos previos a una guerra civil, y concluir que en Estados Unidos los van recorriendo todos: uno, dos, tres…

En los mismos días, unos drones en Polonia aventaron titulares de mucho voltaje: “Incursión rusa en Polonia”, “Agresión rusa a Polonia”, “Putin mete la guerra en la Unión Europea”, “Putin viola el territorio de la OTAN con drones de guerra”, “Europa manda cazas de guerra al Este tras la agresión rusa en Polonia”… Todos copiados de la prensa tradicional, la de papel, a toda portada. Habituados al alarmismo, intentamos bajarle grados al findelmundismo, pero cantamos una vez más: qué nos va a pasar.

No sé tú, pero a mí esta mezcla de vulnerabilidad personal y global me agota: buscar un piso en alquiler mientras Rusia invade territorio OTAN, confiar en que no se te caiga un proyecto laboral al tiempo que Estados Unidos se asoma a la guerra civil, cuidar de tus hijos presenciando un genocidio en directo, vivir una separación o un problema de salud viendo cómo resopla la ballena reaccionaria por allí y por allá. Y solo sentirte capaz de cantar canciones tristes. Por ejemplo, otro verso del mismo tema, casi como un conjuro: “Sin embargo, mientras tanto, yo me guardo la esperanza”. Ánimo con la semana.

Etiquetas
stats