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Ranas yonquis y peces que cambian de sexo

José Luis Gallego

Hace años que sigo la labor del Dr. Damià Barceló, director del Institut Català de Recerca de l'Aigua (ICRA) y uno de los científicos de mayor prestigio internacional en la investigación del ciclo integral del agua.

Entre otras labores de estudio, este experto y su equipo llevan años intentando identificar los diferentes contaminantes que alteran la calidad del agua de nuestros ríos con el objetivo de elaborar un mapa de riesgos ambientales y para la salud. Y les aseguro que sus conclusiones son para echarse a temblar. Les pondré un ejemplo.

Uno de sus estudios más famosos a nivel internacional alertaba hace unos años sobre la presencia de una elevada proporción de cocaína, éxtasis, anfetaminas, opiáceos, cannabinoides y otros narcóticos en las aguas residuales de la ciudad de Barcelona. Gracias a los datos obtenidos en aquella investigación se pudo calcular que los sábados se consumían 40.000 dosis de cocaína sólo en la capital catalana, lo que suponía una media de entre tres y cuatro kilos de esta sustancia estupefaciente. Si estos datos se extrapolaban al conjunto del área metropolitana se obtenía un consumo medio de 73.000 dosis diarias: casi ocho kilos de cocaína al día. Alucinante (y nunca mejor dicho), sobre todo para los animales que viven en el río.

Las aguas residuales son un testimonio directo de nuestros hábitos de consumo. Nos guste o no somos lo que vertimos, de ahí que las conclusiones de este estudio resultasen tan incómodas para muchos. Pero más allá del aldabonazo sobre nuestras conciencias, los resultados no suponen ninguna amenaza para la salud pública, pues la dilución de las sustancias al entrar en las depuradoras las hace prácticamente inapreciables (estaríamos hablando de nanogramos por litro). Otra cosa es los efectos del vertido masivo de este tipo de sustancias en el medio ambiente, en este caso en los ecosistemas acuáticos y la vida que albergan.

Hace años que sabemos que algunos de los contaminantes acuáticos que eliminamos por nuestros bajantes afectan seriamente el organismo de los seres vivos que habitan en los ríos. El dato más espectacular es el del cambio de sexo provocado por la presencia en las aguas de disruptores endocrinos de origen sintético que actúan como estrógenos. Peces macho a los que de repente les aparecen óvulos, caracolas hembras a las que empiezan a crecerles penes: existen numerosos casos publicados en revistas científicas.

Este tipo de sustancias contaminantes, los disruptores endocrinos, está presente en muchos de los fármacos, detergentes y cosméticos que usamos a diario, entre otros productos de gran consumo. Las estaciones depuradoras de aguas residuales actúan cada vez con mayor eficacia sobre ellos, pero no consiguen eliminarlos del todo, por lo que siguen llegando a los ríos y alterando el organismo de cada vez más organismos acuáticos.

El problema es que no sabemos cuántos tipos de contaminantes estamos vertiendo con nuestras aguas residuales pues, como dice el propio Dr. Barceló, si no hallamos más es porque no los buscamos. Ni tampoco que reacciones generan cuando entran en contacto unos con otros en esa gigantesca coctelera en la que estamos convirtiendo los cauces fluviales.

Lo que sí sabemos es que nuestras aguas residuales recargadas de estrógenos sintéticos y restos de drogas, unas sustancias difíciles de eliminar en las depuradoras, son una auténtica bomba química para la vida acuática y que si seguimos incrementando su dosis pueden convertirse en una seria amenaza para nuestra salud y la del medio ambiente. Especialmente en estas fechas, cuando la afluencia masiva de turistas multiplica el volumen de las aguas residuales y su carga contaminante. Un aspecto que deberíamos tener mucho más en cuenta a la hora de valorar el impacto ambiental del turismo en nuestra naturaleza.

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