Reconocer el daño, reconocer la derrota
Que los presos de ETA reconozcan el daño causado durante más de cuarenta años de atentados, acepten la eternamente repudiada legislación penitenciaria española, clausuren las soluciones colectivas y acepten la vía individual para su reinserción significa un certificado explícito de la derrota de la banda, supone un triunfo de la democracia.
Nos duelen los ojos y los oídos de ver y escuchar a ETA que las vías individuales son una traición, que fuera del rebaño de lo colectivo no hay salvación, que aceptar la legislación penitenciaria es claudicar. Durante demasiados años ha habido presos de ETA que no se han atrevido a acogerse a medidas individuales, a entrar en vías de beneficios penitenciarios que les hubieran sacado de la cárcel sin agotar la condena.
El miedo a la propia banda; el pánico al rechazo social en sus propios pueblos, tan de calor de establo; la ciega disciplina en los tiempos en que fuera de las órdenes de la banda no había salvación; el pavor por estar metidos en esa espiral del silencio que durante años ha creado la muerte sistemática y planificada, que asesinaba incluso a antiguas dirigentes de la banda –“generales”, se les llamaba– como a Yoyes; todo ello ha impedido que presos que podían salir a la calle consiguieran la libertad. El miedo. Años de plomo en los que el miedo a ETA estaba también en la propia ETA.
Ahora, cuarenta años después, resulta que la banda reconoce que un preso puede acogerse a una vía individual que allane su salida de la cárcel y que lo haga al margen del colectivo militar que dictaba la recta vía.
Los presos reconocen el daño causado, aunque hagan el arabesco de denominarlo “multilateral”. “Reconocemos con toda sinceridad el sufrimiento y el daño multilateral generados”, dicen en una expresión atormentada porque, si reconocen el daño, tendrá que ser el causado por ellos mismos, el daño causado por otros deberían reconocerlo otros.
Pero este circunloquio en la forma de expresar su autocrítica informa también de un cambio muy relevante respecto a planteamientos anteriores, cuando los terroristas se jactaban de ese daño causado, lo veían como justo y necesario y echaban la culpa de él a las propias víctimas.
En ningún caso ETA reconocía que lo que habían hecho durante años (asesinar, herir, secuestrar, extorsionar, amedrentar, exiliar) estuviera mal. Presumían de ello. Ahora cambian radicalmente de postura y me imagino que en unos años acabarán reconociendo el daño “unilateral” causado. Al tiempo. También ahora reconocen cosas que hace unos años eran inimaginables.
Los presos renuncian a emplear en el futuro “el método utilizado en el pasado”, es decir, anuncian que dejan de asesinar y sembrar miedo. ¡Casi nada!, comparado con el elogio del terror practicado durante años como herramienta de prestigio, revolucionaria, necesaria, innegociable y justiciera. Todo eso se queda ahora en “método”. El orgulloso y terrorífico “ETA, mátalos” queda en método.
ETA está a años luz de anteriores comunicados en los que se hacía virtud necesaria, revolucionaria, urgente y liberadora la práctica del terrorismo contra el presentado como opresor milenario.
De manera que, dos años después de anunciar que dejaban la violencia, ETA da ahora vía libre a sus presos para que busquen salidas individuales, reconoce el daño causado con su terror y acepta que ha cometido un delito al acogerse a vías de reinserción establecidas en la legislación penitenciaria.
Del “presoak kalera”, “amnistia osoa” (presos a la calle, amnistía total) y del “amnistia ezta negoziatzen” (la amnistía no se negocia), hemos pasado al reconocimiento del daño causado, a las salidas individuales –se acabó el colectivo–, a analizar las responsabilidades de “cada uno de nosotros”, a la aceptación de las vías de reinserción y, por tanto, al reconocimiento implícito del delito. Todo esto sin la más leve concesión política. Todo esto después de años de golpes policiales, políticos, judiciales, de movilizaciones ciudadanas, de vías de negociación que también contribuyeron a achicar sus espacios.
Reconocer el daño causado. Toda una derrota de la banda. Todo un éxito de la democracia y las libertades.