Teófila, cuelga ya, que esto corre mucho
Lo que me reí contigo este viernes, Teófila. La burrada que has dicho, nada menos que en rueda de prensa: “Hay gente que viene y pide ayudas al ayuntamiento y resulta que tienen cuenta de Twitter”. Casi prefiero tu manera de arreglar el desaguisado concretando que lo que cuesta dinero es tener acceso a Internet: ha sido peor el remedio. Si es que todo está documentado hoy en día, y al minuto estaba colgada la publicidad que tú misma hacías hace ya dos años de los puntos de acceso gratuitos a Internet en la ciudad de la que eres alcaldesa, Cádiz. He visualizado a tu responsable de comunicación haciéndose cruces en alguna esquina de la sala, cerca de la puerta y contestando a pretendidas llamadas urgentísimas de teléfono con tal de no enfrentar las miradas ojipláticas de los periodistas.
El sábado insististe a través de un comunicado oficial. Que cada vez más los carga el diablo y casi mejor te lo debías de haber ahorrado: que no, que ya sabías que hacerse un perfil en la red social es gratis y que el acceso a internet tampoco es inalcanzable... ¡que te referías a los teléfonos! Era eso lo que querías decir, que los que piden ayudas sociales tienen un iPhone, ¿es eso? Y que lo usan además de para decirte lo que les parecen tus políticas, qué cosa tan horrible, para suplantar tu identidad en la red. Y nada que les pondrás una querella, al estilo Belén Esteban. Te voy a pedir dos favores. Uno para tu jefe de prensa (dale unos días de vacaciones extras) y otro para mí: preséntamelo algún día. No me dejes con las ganas.
No es cuestión de cebarse con una torpeza como la tuya porque oye, que a todos nos ha ocurrido alguna vez. Fíjate que yo hace poco en una cena afirmé que lo que nos comemos de los percebes es el pene del crustáceo mejor dotado del mundo. Tan segura estaba de ello como de que la tierra da una vuelta cada 24 horas sin Biodramina ni nada. Lo último que escuché entre carcajadas y quebrantos fue un “esto va a dar para mucho, te lo vamos a recordar”. Y ahí estoy, aguantando mi ignominia y esperando el escarnio eterno. Claro que yo no soy presidenta de la cofradía de pescadores de Cedeira, y tú sin embargo eres alcaldesa desde hace dieciocho años y diputada. Y exsenadora, y expresidenta del PP en Andalucía, y excandidata a la presidencia de la Comunidad... Algo de conocimiento de cómo es la sociedad en el 2013 se te presupone. Te quiero decir, que lo tuyo es algo más que una anécdota.
No eres la única representante política que nos habla desde algún espacio que yo imagino con mucho eco, donde solo se escucha el sonido exterior atrofiado como desde el fondo de una piscina. Por ejemplo, el Conseller de Salut de Catalunya, Boi Ruiz, dijo en marzo que las listas de espera en la sanidad pública habían aumentado “pero sin dramatismos”. Las cifras días antes no le respaldaban y casualmente por esas fechas una madre cualquiera (una amiga de una amiga, ya sabes) pedía cita en su ambulatorio para su hija adolescente. La pediatra quería observar algunos de sus niveles con cierta prioridad porque últimamente estaba bastante baja de fuerzas y le podía afectar a los estudios. Bien, el pinchazo se lo hicieron hace veinte días: a finales de julio. Tranquila que creo que la niña aprobó todo. Esa madre (me contaban) se preguntaba cuántos de la familia del conseller incluyéndose él mismo eran usuarios activos de la sanidad pública catalana.
No le quedó a la zaga Fátima Báñez en agosto pasado cuando, para explicar y defender los requisitos para acceder al plan Prepara que defendía, no dudó en ejemplificar la familia media de cuatro miembros con una renta conjunta de los padres de 8.000 al mes. Yo conozco a algunos que mandan al más pequeño de sus hijos al supermercado con un monedero de céntimos para pagar una garrafa de agua porque a ellos les da vergüenza con un “hale, que tienes que empezar a hacer recados y ayudar en casa: vas tú”. Me reconcome la duda de saber con qué familias se relaciona mi ministra de Empleo y Seguridad Social y cómo interpreta ella el día a día de un país con un 26% de paro y casi dos millones de hogares con todos sus miembros sin trabajo.
Esto ha dejado de tener gracia hace rato, Teófila. Te puedo citar el “en España no se desatiende a nadie en urgencias” de Ana Mato cuando la cronología de las visitas de Alpha Pam a los centros médicos mallorquines demostraban lo contrario, o el pack que forman la misma ministra de Sanidad y el de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, recortando una la ley de dependencia y a la vez pretendiendo el otro endurecer los requisitos para el aborto legal. El algoritmo resultante de combinar el sueldo medio en España —inferior a veinticuatro mil euros brutos— con la aún vergonzosa brecha salarial entre hombres y mujeres, unido a la posibilidad de hacer frente a una maternidad no buscada, no parece que tenga un saldo muy positivo. Nos hace preguntarnos de nuevo si realmente sabréis lo que está ocurriendo en la calle, en nuestras casas y trabajos.
Me dirás que únicamente hablo de vosotros (y de CIU, que se os parece mucho de vez en cuando si tocáis los dineros) pero es que gobernáis mucho. Demasiado para mi gusto, pero este es otro tema. De todas formas estoy contigo en esto, y podemos trascender vuestras siglas, sin duda: ¿recuerdas aquél día de 2007 en que Zapatero no sabía lo que costaba un café en la calle? El precio que conocía era el de la cafetería del Congreso de los Diputados, sensiblemente inferior al de cualquier bar y único espacio de socialización del jefe del Ejecutivo. Ocurrió en directo y en horario de máxima audiencia, y también dio para muchas risas.
Lo que ocurre es que no fue entonces tan divertido ni lo fue el viernes, Teófila. Sé que me contradigo y mira, si vosotros lo hacéis no voy a excusarme. Porque si un presidente del Gobierno no conoce los precios de algo tan cotidiano como es un café con leche, si una alcaldesa no sabe que hacerse una cuenta de Twitter no tiene un coste (y más aún, si deja entrever que le molesta que el ciudadano pueda usarla a su antojo), si la ministra de Empleo habla de sueldos medios de lujo, si un consejero de salud niega la verdad de un sistema público deficitario por recortes y privatizaciones, si... Si todo esto pasa, nosotros dejamos de confiar.
Y creo que la confianza es algo que os quita el sueño, tengo entendido. “Hay que generar confianza”, “estas medidas nos harán ganar confianza...”. Llevamos ya cinco años escuchando este mantra. El problema es que no es la nuestra la que buscáis, sino la de otros que tampoco conocen nuestro día a día ni les importa. Claro que no tienen porqué, si ellos no nos gobiernan.
Pero vosotros sí. No se te vaya a olvidar, Teófila. Quizá deberíais intentar conocernos un poquito mejor. Para gobernar también mejor.
Puede que hasta te lo diga en un tuit, que he clavado el número de caracteres. Vamos, si te parece bien.