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Y vino el lobo

El presidente de Vox, Santiago Abascal, junto al candidato en Castilla y León, Juan García-Gallardo

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Es increíble la capacidad de asombrarse que tiene este país. Y además, una vez tras otra por las mismas sorpresas. De repente ha venido el lobo. Ha sido al parlamento de Castilla y León, aunque ya está en otras comunidades y en el Congreso de los Diputados. Cunden desconcierto, irritación y alegría (esto en las huestes cavernarias de los cánidos). El lobo aparecía a diario en televisión, prensa y radio. Han logrado acreditar como periodistas a publicistas de sus ideas en el Parlamento español. Las redes están llenas de facciones lobeznas. Que el lobo de verdad, el animal propiamente dicho, es muy majo pero sus sinónimos muerden y despedazan. Hay gente que está –estamos- absolutamente saturada de ver su huella en todas las conversaciones de todos los temas. Sea a favor o en contra, favorecen su difusión. Viviendo en la sociedad del espectáculo, de la frivolidad, ¿cómo se extrañan de haber sentado en los centros de decisión a estos primos hermanos de chacales y coyotes? Dan juego, dicen los registradores de beneficios.

Hablando ya más a fondo, es que el lobo ocupa sitios destacados en la justicia, en el tejido del gran empresariado, en el ejército y fuerzas de seguridad. Es que el lobo se escindió mínimamente de los perros de presa que pueblan el que llaman principal partido de la oposición. Pero eso no impide la sorpresa, el rasgarse las vestiduras, el atacar a los que designan culpables –sin tocar a los auténticos- y piden autocrítica. ¿Han visto ustedes algo más ilógico que exigir que se autocritique otro? Sí, sí, hay muchos absurdos peores, pero éste es de nota.

“Sánchez pide al PSOE un análisis del éxito de la España Vaciada entre su electorado”. ¿No lo habían visto hasta ahora? Pues son décadas así. España es más que Madrid y son muchas las zancadillas pero no se puede dejar enquistados los problemas. Y los hay larvados aunque vivos pudriendo este país y lastrando el futuro.

La sorpresa surge con frecuencia y se diluye como llegó. Sin tocar las causas. ¿Se acuerdan ustedes de que hay un generalote que con otros cuantos colegas querían ejecutar a 26 millones de españoles? ¿Cómo es posible que la sagaz policía española perdiera la pista de la carta con amenazas y balas al entonces vicepresidente Iglesias? Nunca más se supo. ¿Cómo se explica que la captación de un arsenal para matar al presidente no sea noticia? Se diría que la ultraderecha tiene bula en España.

Todo esto viene de atrás. A nivel mundial, del mundo desarrollado al menos. En 2008 el capitalismo se derrumbó por sus excesos y la crisis no se resolvió como prometieron los G20 y compañía. No se refundó nada. Y, encima, vamos por el tercer año de pandemia de coronavirus, desbordados por la necesidad de apostar por la bolsa aunque sea a costa de vidas. Es mucho tiempo. La gente se cansa. Desde la depresión al negacionismo. Hay personas muy simples que precisan soluciones rápidas y claras, imaginarias si se tercia, y que termina aferrándose a la entelequia que creen rebeldía de los fascismos. Desde la razón es una auténtica atrocidad temeraria. Condena al fracaso personal y al colectivo que es lo peor.

Solo el sábado pasado mencionaba como eje de mi columna la película “Munich en vísperas de una guerra”. Hubo quien confió o prefirió engañarse en las promesas de Hitler. Luego se demostró, con un balance pavoroso, que creer en la palabra de un nazi es lo último en ingenuidad y lo máximo en asunción de riesgos. Pues ya están homologados en España y desde hace tiempo. Y se avisó reiteradamente.

Las circunstancias que propiciaron el estallido de la indignación en 2010 y 2011 no solo continúan intactas sino que se han agravado. Prescindan de etiquetas simplificadoras (qué fijación tienen con el 15M), el mundo es más desigual y son mayores los agravios. Y España juega, dramáticamente, en su propia liga llena de trampas.

En 2011, José Luis Sampedro, uno de los autores de “Reacciona”, el ensayo español más vendido ese año, invitaba a mirar lo que no se ve pero está… “Debajo de la alfombra aparece un suelo corroído que no va a mejorar remendando la alfombra para taparlo mejor”, decía si recuerdan. Pues sigue ahí y más podrido. Sampedro se preguntaba ya si una opinión pública tan absolutamente condicionada por la “presión mediática”, que llega incluso a avalar la corrupción con sus votos, se puede considerar democracia.

¿Qué se ha contado del programa de Vox? Ultraliberal en lo económico es partidario del tajo a sueldos y pensiones, a los servicios públicos como la sanidad. En lo ideológico, y de ello se pavonea el candidato a vicepresidente de Castillo y León, son profundamente machistas, homófobos, racistas y retrógrados. ¿Cómo se hace autocrítica desde la izquierda o simplemente desde posturas demócratas a quien se inclina por esas ideas para la gestión de su comunidad? ¿Cómo a los olonos encabritados?

Ciudadana de este país al fin, también me asombro a veces con obviedades persistentes. De que se esté pasando por alto el cúmulo de irregularidades que han jalonado estas elecciones. Alguna sería admisible, ocurre en otros países, pero ¿tantas? Cuesta entender que se pidan responsabilidades cuando ha habido factores ajenos presionando –lo que escribía José Luis Sampedro-. El PP y Vox hicieron propaganda electoral en la jornada de votaciones. Y los medios han trabajado por algunos candidatos y contra otros, en el día 13 y antes del día 13. Desde el anuncio de “siembra Vox” en la mayoría de los periódicos de Castilla y León, al tratamiento de la información en grandes medios. Se dan casualidades bien curiosas.

El lobo se pasea por las instituciones, las calles, las tiendas y los escaparates, las moquetas y el campo seco, por las ventanas abiertas de la información que apenas las personas con criterio saben abrir y cerrar. Los riesgos son ciertos pero hay soluciones. Se trata, como ya nos cansamos de decir, de coger los problemas de frente, en algunos casos al toro por los cuernos. Y acabar con este remedo de democracia, vaciando mochilas y afrontando una renovación de los poderes que fallan notablemente. Desde la cabeza a la justicia, las fuerzas del orden o los grandes ventanales en los que cuesta encontrar información rigurosa, limpia de barro y tertulias sesgadas, de paja y distracción. Siquiera RTVE, por favor. La tibieza en resolver problemas tan graves, de tanta trascendencia, es una forma de complicidad. Porque no es lo peor que el lobo haya llegado fiero a una comunidad española muy conservadora, es que el lobo avanza sin freno y a este paso lo veremos sentado en La Moncloa.

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