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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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Aprender de la lección escocesa

Sandra León Alfonso

A menos de tres semanas de que se lleve a cabo el referéndum que determinará la permanencia o no de Escocia en el Reino Unido, los análisis sobre sus implicaciones para el caso catalán se centran en las consecuencias que para Cataluña pueda tener el resultado. Sin embargo, no está muy claro que el triunfo del “Sí” o del “No” pueda contribuir a desencallar la situación en la que se encuentra el impulso soberanista en Cataluña. Más bien todo lo contrario: el resultado del referéndum escocés puede simplemente acabar reforzando los argumentos de quienes apoyan o se oponen a la celebración de la consulta catalana. Las principales lecciones a aprender de lo que está ocurriendo en el Reino Unido no se encuentran en el futuro desenlace del referéndum, sino en cómo se ha gestionado el proceso hasta el mismo día de la consulta. La insistencia en dirigir el debate hacia la decisión que finalmente tomen los ciudadanos en Escocia solo contribuye a soslayar el rotundo fracaso de la política en la gestión del conflicto en Cataluña.

La evolución del impulso independentista en Escocia es admirable si se tiene en cuenta que sus promotores han llegado más lejos con unas condiciones de entrada menos favorables. El apoyo a la independencia ha sido relativamente menor que en Cataluña, más oscilante en los últimos años y más pegado a la coyuntura económica. Un ejemplo de ello es que las regiones más pobres son más proclives a la ruptura con el Reino Unido, seguramente porque ven en la secesión la opción que las rescata del desempleo y la falta de oportunidades. La reivindicación de un modelo social escocés frente a los recortes en el Estado del Bienestar del gobierno de Westminster también ilustra el peso de la coyuntura económica en los argumentos que alimentan el debate de la secesión.

El giro independentista en Cataluña tiene una naturaleza más estructural y ha sido el resultado de la intensificación de cambios en la opinión pública catalana que se vienen produciendo desde antes de la crisis económica. El discurso ideológico pivota sobre todo alrededor de las cuestiones identitarias, y no las sociales. Ello se debe a que el debate ha encallado en la decisión sobre la convocatoria de la consulta y en todas las cuestiones vinculadas a la soberanía. Con excepción de algunas referencias por parte de ERC, no se asocia la independencia con un modelo social distinto, como ocurre en el caso escocés. De hecho, en Cataluña la relación entre nivel socioeconómico y apoyo a la independencia es inversa a la existente en Escocia, pues los grupos con más ingresos y estudios son más favorables a la secesión[1].

¿Por qué se ha avanzado más en Escocia? Es cierto que para Cameron aceptar la consulta era menos arriesgado, al tener prácticamente asegurado el triunfo del “No”. Sin embargo, este argumento resulta algo reduccionista, pues menosprecia que existe un cierto grado de incertidumbre sobre el resultado al que el gobierno central queda vinculado. Además, pasa por alto el hecho de que el proceso se ha planteado, triunfe o no la independencia, como un cambio en el statu-quo, al proponer Cameron una mayor descentralización como alternativa a la independencia.

En realidad, las condiciones de partida para la negociación posiblemente fueron en su día más favorables en Cataluña que en Escocia. Los escoceses comenzaron por reivindicar un referéndum sobre la independencia y todo apunta a que el proceso acabará en la obtención de mayor capacidad de decisión fiscal. En Cataluña la evolución ha sido la contraria: sus líderes iniciaron las demandas centrándose en la obtención de mayores niveles de autonomía y se han encontrado encallados en una consulta sobre la independencia. A diferencia de la posición pro-activa de Cameron, en ningún momento el gobierno de Mariano Rajoy consideró una opción distinta a la del mantenimiento del statu-quo, prefiriendo parapetarse en la Constitución y en un discurso identitario. Ni el gobierno central ni los líderes catalanes han querido renunciar a los réditos electorales generados en la teatralidad del enfrentamiento, en una estrategia de tierra quemada que ha dejado a la opinión pública en un estado de polarización difícil de revertir sin que ello suponga elevar los niveles de frustración[2]. Para superarlo se requiere un liderazgo político y una visión largoplacista de la que parecen carecer los protagonistas políticos actuales.

La paradoja de todo este asunto es que cabe la posibilidad de que Escocia y Cataluña acaben llegando a cambios institucionales similares – un reconocimiento de mayores niveles de autonomía– tras recorrer caminos opuestos. Si, como las encuestas apuntan, Escocia permanece en el Reino Unido, habrá culminado el proceso minimizando las cicatrices políticas y sociales. En España, el fracaso de la política en la resolución del conflicto durante todos estos años hará que un resultado similar para Cataluña tenga un precio más alto: el lastre de la polarización territorial y mayores niveles de frustración entre la ciudadanía.

[1] Ver encuesta postelectoral europea CIS 3028

[2] La convocatoria de la consulta en Escocia no ha tenido efectos en el resto del país (pues la mayoría de los británicos sigue apoyando la devolution tanto a Escocia, como a Inglaterra y a Gales). Ver aquí.

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