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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

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El trilema naranja

Juan Marín, candidato de Ciudadanos en Andalucía

Sebastián Lavezzolo

Ciudadanos ha sido uno de los grandes vencedores de las elecciones autonómicas en Andalucía. En un contexto de baja participación, ha sumado cerca de 290 mil papeletas en relación a las elecciones anteriores, ha doblado la proporción de votos válidos (de 9.2% a 18.5%) y cosechado 21 de los 109 escaños del Parlamento andaluz, doce más que en 2015. Se trata de un éxito sin paliativos.

Tan o aun más importante es que el nuevo reparto de escaños ha dejado a la formación naranja en una situación privilegiada para la formación de gobierno, ya que todas las coaliciones (ideológicamente posibles) para una investidura necesitan de su consentimiento. No obstante, dicha circunstancia, aunque privilegiada, es también endiablada. Eligiendo entre las posibles opciones para formar gobierno, Ciudadanos tendrá que asumir unos costes nada despreciables.

Independientemente de cuál sea el partido que presida la Junta de Andalucía, sabemos que una investidura exitosa solo puede ser el resultado de una votación coordinada (con apoyos activos o pasivos) entre PP-Cs-Vox, PSOE-PP-Cs o PSOE-Cs-AA. No se me ocurre otro tipo de alternativa que no caiga en lo estrambótico. Dadas estas opciones, pues, Ciudadanos se enfrenta a un trilema de difícil solución. Se trata de una trilema no porque existen solo tres tipos de combinaciones, sino porque con su decisión Ciudadanos intentará atender a tres objetivos que –como argumentaré más adelante– son incompatibles de alcanzar a la vez. De hecho, cada una de las posibles fórmulas para investir a un gobierno solo cumpliría con dos de los tres objetivos. El dilema recae en elegir cuáles dos merecen una mayor prioridad.

Los tres objetivos a los que me refiero son de vital importancia en la estrategia política de los de Rivera. Estos son: 1) propiciar la alternancia política en Andalucía tras 36 años de gobierno socialista; 2) evitar naturalizar al partido naranja como la muleta política de su principal rival, el PP, en un momento en el que la competición en la derecha está en plena ebullición; y 3) contribuir a frenar a la extrema derecha, una seria amenaza a los principios liberales en los que el partido dice reconocerse.

Si como se especula en los burladeros de la villa, Ciudadanos estuviera dispuesto a votar a favor a la investidura del PP junto a los apoyos de Vox, los de Rivera estarían cumpliendo solo con el primer objetivo (desalojar al PSOE del poder), pero se retratarían como actores secundarios en su propio espacio electoral, a la vez que cargarían con la loza de investir a un presidente de la mano de la extrema derecha. Si en cambio, como contrapartida del apoyo a la investidura de Moreno Bonilla consiguiesen la vicepresidencia de la Junta y un número suficiente de carteras para denotar un reparto de poder equilibrado, Ciudadanos podría cumplir no solo con el primer objetivo sino también con el segundo. Así, los de Rivera cogobernarían Andalucía, no se retratarían como una mera muleta del PP, aunque, claro, con el connivencia de la extrema derecha.

Que la formación de gobierno sea el resultado de un acuerdo entre PSOE, PP y Cs sería la opción preferida por el partido naranja siempre y cuando Juan Marín fuese quien presida la Junta. Si esto sucediese, Ciudadanos cumpliría con los tres objetivos anunciados: por un lado, acabaría con el gobierno del PSOE, por el otro, ganaría cuartos en su particular batalla con el PP y a su vez evitaría cualquier tipo de influencia de Vox en la política de gobierno. Tres pájaros de un solo tiro. Pero es inconcebible contemplar la posibilidad de que el PP invistiese a Marín, por los mismo motivos que ya se han apuntado antes: el PP y Ciudadanos están en plena competición por el espacio de la derecha.

¿Estarían los de Rivera dispuestos a apoyar la investidura de Moreno Bonilla si el PSOE también se mostrase a favor? Este escenario también es muy poco probable, pues el PSOE se estaría entregando a los leones. Pero de ser así, el apoyo de Ciudadanos, a pesar de propiciar la salida del PSOE y la contención de la influencia de la extrema derecha, daría alas al PP. Algo no deseable para los naranjas.

¿Y si los socialistas hiciesen más atractiva esta coordinación entre PSOE-PP-Cs, por ejemplo, proponiendo una candidatura diferente a Susana Díaz para presidir la Junta? Este escenario es bastante inverosímil. Requeriría, ante todo, un PP más preocupado por la gobernabilidad que por el avance de la extrema derecha. Pero si fuese el caso y Ciudadanos comulgase con esta opción, el partido naranja cumpliría solo con el segundo y el tercer objetivo (no permitiría que el PP le sacase una ventaja considerable gobernando la comunidad autónoma más poblada de España y mantendría al margen a la extrema derecha), pero no con el primero. El PSOE, aunque con una cara nueva, seguiría gobernando Andalucía. Camino, ya, a los 40 años.

La posibilidad de que el PSOE eliminase de la ecuación a Díaz también aparece como un alternativa si analizamos una potencial coordinación para la investidura entre PSOE-Cs-AA. Ante una jugada de este calibre –probablemente teledirigida desde Ferraz– los apoyos de AA estarían prácticamente asegurados (solo la amenaza de una alternativa con Vox debería movilizar su abstención en una segunda votación a la investidura) pero ¿qué haría Ciudadanos? Si apoyase la formación de gobierno, cumpliría –de nuevo– solo con dos de los tres objetivos: no permitiría el desmarque del PP y marginaría a Vox, pero no desalojaría al PSOE del poder.

Este último tipo de coordinación para la investidura (PSOE-Cs-AA) también podría ser analizado con Marín como jefe del ejecutivo. Un pacto à la Borgen. Si fuese así, los de Rivera sí conseguirían la cuadratura del círculo. Pero lo cierto es que el PSOE difícilmente soltará cuerda en este tira y afloja, sobre todo habiéndole sacado diez puntos de diferencia a Ciudadanos. Aunque la amenaza de Vox al mando de alguna Consejería podría propiciar un cogobierno rojo-naranja.

Planteado así, el trilema de Ciudadanos nos permite sacar algunas conclusiones útiles para el análisis de la situación actual en Andalucía. En primer lugar, si Ciudadanos opta por propiciar la formación de un nuevo gobierno, sea como sea, acabará asumiendo un coste significativo: no permitir la alternancia, fortalecer a su principal rival electoral o entrar en una fuerte contradicción con sus principios liberales. En segundo lugar, de permitir una investidura, los de Rivera seguramente acabarán por elegir entre dos males: un cogobierno muy equilibrado junto al PP, presidido Moreno Bonilla y en donde Marín debería ocupar la Vicepresidencia, pero asumiendo los costes del apoyo implícito de Vox, o un cogobierno con un PSOE sin Susana Díaz, desechando la posibilidad de propiciar por primera vez la alternancia. De estas dos opciones la primera da prioridad a la competición política regional, pone en riesgo la batalla en la derecha a nivel nacional y le saca las vergüenzas a Ciudadanos en Europa. La segunda, al evitar la coordinación con Vox, despejaría las dudas sobre la convicción liberal del partido naranja y sobrepondría la lógica de la competición estatal al interés regional, aunque una alianza con el PSOE sea también difícil de explicar. Dependiendo de cómo se valoren los costes de una y otra alternativa, tendremos una u otra predicción.

La última conclusión es que otro bloqueo institucional (esta vez en Andalucía) es muy probable. A pesar de que horas después de la noche electoral algunas alianzas se contemplaban como naturales, con algo de perspectiva, y algunas variables más sobre la mesa, los acuerdos entre tres fuerzas políticas dispares y en plena competición –no olvidemos el ciclo electoral que va asomando en el horizonte (municipales, autonómicas, europeas… ¿y generales?)– no se antojan ni fáciles ni inmediatos.

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