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Pedro Sánchez congela las negociaciones y pretende trasladar la presión a Unidas Podemos en plena crisis interna

Pedro Sánchez junto a Carmen Calvo, Enrique Barón y Beatriz Corredor en la exposición de los 140 años del PSOE.

Irene Castro

Pedro Sánchez calca la estrategia de Mariano Rajoy, tres años después. Lejos han quedado los movimientos de los socialistas hace tres años para intentar hacerse con el Gobierno, que comenzaron antes incluso de que el candidato del PP renunciara a intentarlo. El líder del PSOE aguarda ahora agazapado cuando el proceso de la investidura se ha puesto en marcha formalmente con la ronda de consultas del jefe del Estado, que le designará este jueves candidato a la presidencia. Los dirigentes del partido mantienen un perfil bajo, alejados de los focos y los micrófonos, mientras observan la crisis en Podemos y las primeras desavenencias en las negociaciones de la derecha para los gobiernos autonómicos y municipales.

La estrategia de los socialistas pasa por descargar toda la presión sobre Pablo Iglesias, convencidos como están sus dirigentes de que acabará aceptando un acuerdo que le deje fuera del Ejecutivo antes que jugársela en las urnas, que vienen dando la espalda a Unidas Podemos en las últimas convocatorias.

El PSOE no ha hecho ni una llamada para empezar las conversaciones para la investidura de Sánchez, que se prevé para la segunda semana de julio. El presidente en funciones irá este jueves al Palacio de la Zarzuela pudiendo acreditar solo sus 123 diputados antes de aceptar el encargo del rey. Más allá de la reunión con Pablo Iglesias a principios de mayo y de las negociaciones de Adriana Lastra e Irene Montero para la Mesa del Congreso, los contactos han desaparecido. PSOE y Unidas Podemos solo se han retado a través de los medios de comunicación.

La estrategia del PSOE –que pretende hacer la primera llamada la próxima semana– pasa por esperar y ganar tiempo mientras se va resolviendo el rompecabezas de los municipios y comunidades autónomas. “Comer palomitas”, ironiza un miembro de la Ejecutiva socialista sobre la actitud que está manteniendo el partido. Esa misma fuente considera que es la táctica que deben llevar a cabo ahora mientras la derecha empieza a negociar –en Moncloa creen que si Vox tensa mucho la cuerda Ciudadanos puede acabar mirando al PSOE en algunos municipios y comunidades– y ante la situación de Podemos justo cuando arrecian las críticas internas e Iglesias ha apartado a Pablo Echenique de la Secretaría de Organización.

La intención de Moncloa es configurar otro Gobierno monocolor, a pesar de la presión de los de Pablo Iglesias para que el Ejecutivo sea de coalición. Los resultados del 26M reforzaron al PSOE en su creencia de que Unidas Podemos no estaba en condiciones de reclamar presencia en el Ejecutivo –de hecho, algunos dirigentes socialistas anticiparon que Iglesias se enfrentaría a una crisis interna–. El secretario de Organización del PSOE y ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, abrió la puerta a que, en todo caso, se incorporaran “miembros de otros partidos, en este caso de Unidas Podemos” de forma individual sin que ello requiera una coalición al uso.

El PSOE ha optado por alejarse de los focos: durante dos días el partido no tuvo agenda oficial y han desaparecido los dirigentes de las entrevistas en radio y televisión. Sánchez ha reaparecido en la inauguración de una exposición con motivo de los 140 años de historia del PSOE en la que solo se ha permitido la entrada a los cámaras de televisión y fotógrafos. El presidente en funciones no contesta a preguntas de los periodistas en España desde el 26 de abril (antes de ganar las generales) y lo ha hecho en dos ocasiones desde Bruselas, donde la tradición obliga. En una solo se refirió al estado de salud de Alfredo Pérez Rubalcaba y a cuestiones comunitarias y, en la segunda, envió un mensaje a Iglesias: “Todos tenemos que reconsiderar nuestras estrategias, todos”.

Fue una advertencia clara para el líder de Unidas Podemos tras el hundimiento de Podemos y sus confluencias el 26 de mayo. Sin embargo, Iglesias insiste en que nada tienen que ver las generales con los comicios autonómicos, municipales y europeos. Pero la crisis desatada dentro de su partido –con las críticas del alcalde de Cádiz, José María González, Kichi, el exdirigente Ramón Espinar reclamando una renovación del proyecto y Alberto Garzón desmarcándose de la exigencia de un Gobierno de coalición a cambio de su apoyo a Sánchez– alienta a los socialistas en su “propósito” de gobernar en solitario.

El PSOE seguirá su estrategia pausada, a pesar de las críticas de todos los grupos por no haber movido ficha, y con el convencimiento de que Unidas Podemos acabará apoyando a Sánchez en su investidura. Los socialistas sostienen que Iglesias no se puede permitir ir a una repetición electoral porque consideran que sería su final. Sin embargo, lo que emiten en Unidas Podemos es que si Sánchez no acepta incluirlos en el Gobierno tendrá que elegir entre pactar con Albert Rivera o ir de nuevo a las urnas y correr el riesgo de perder el poder. Por ahora en Moncloa ni siquiera contemplan el escenario de que Sánchez salga derrotado del Congreso en la sesión de investidura y que tenga que repetirse tras el verano (la Constitución establece que si ningún candidato logra la mayoría suficiente en dos meses tras la primera votación, se disuelven las Cortes y se repiten las elecciones).

Los cálculos que hace el presidente es salir investido en segunda votación por mayoría simple (para hacerlo en la primera requiere los 176 escaños de la mayoría absoluta) con los votos afirmativos de PSOE, Unidas Podemos, PNV, Compromís y PRC (173) frente a los noes de PP, Ciudadanos, Vox, ERC, JxCat, Bildu, Coalición Canaria (171) y la abstención de UPN (2) además del vacío que dejan los cuatro diputados presos independentistas.

Por el momento, Sánchez no tiene ninguno de los respaldos garantizados y los ocho dirigentes que ya han pasado por la residencia del rey han asegurado que no van a dar su apoyo a Sánchez sin que se abran conversaciones y se atiendan sus reclamaciones. Moncloa no tiene prisa por ahora.

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