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La cúpula del PP se reparte los papeles de poli bueno y poli malo con Rita Barberá

Los vicesecretarios y Jorge Moragas, en la última conferencia política del PP.

Luz Sanchis

La postura de Mariano Rajoy y de la dirección nacional del PP sobre los indicios de corrupción que apuntan a Rita Barberá no parece unánime, a juzgar por el rosario de declaraciones más o menos contundentes sobre la exalcaldesa de Valencia. Desde la defensa de Rajoy a su amiga desde hace años, “¿Tengo que expulsarla? No es tan fácil”, a la dureza de las palabras de Pablo Casado, “hay vida fuera de la política”, media un trecho perfectamente calculado. Con el reparto de papeles de polis buenos y malos, Rajoy ha conseguido que Barberá saliera a dar la cara en una rueda de prensa, pero ha evitado ejercer la presión públicamente. 

“No se puede hacer más. Como no sea matarla...”, bromeó un miembro de Moncloa a la pregunta de qué decisión se iba a tomar con ella y cómo convencerla de que diera un paso atrás por responsabilidad política antes de que se la impute. Desde el Gobierno se justificaba así que se había hecho “todo lo posible”, aunque se evitaba responder a la pregunta de si el presidente la había llamado para pedírselo expresamente. Poco después era el propio Rajoy quien reconocía que él y otros dirigentes del PP de máximo nivel habían mantenido conversaciones con Barberá y se inclinaba por confiar en su inocencia.

Cuanto más alta la responsabilidad dentro de la dirección del PP, menos contundente ha sido la actitud contra Barberá. En orden descendente, el líder del PP ha sido quien más precavido se ha mostrado con el argumento de que no puede juzgarla porque no sabe de qué se la acusa hasta que se levante el secreto del sumario. A la siguiente línea de poder pertenecen tanto María Dolores de Cospedal como Javier Arenas, elogiados por la propia Barberá en rueda de prensa por haberla apoyado.

También fue de su agrado la reacción del ministro de Justicia, Rafael Catalá, que sigue defendiendo toda su “legitimidad moral” para ocupar un escaño en el Senado, y la del portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, quien dedujo que la exalcaldesa es “una mujer honrada” y hasta justificó su absentismo en el Senado con la falta de sesiones parlamentarias. 

Una vez formuló sus agradecimientos a sus “buenos amigos” por haberse cuidado de presionarla en declaraciones públicas, Barberá disparó contra los dirigentes que más duros fueron con ella. No los citó por sus nombres, pero no hizo falta. Sobre los vicesecretarios más jóvenes han recaído los papeles de polis malos. Pablo Casado, Andrea Levy y Javier Maroto han desempeñado el rol de indignados oficiales. 

“Por juventud o por otras razones han estado precipitados, pero puedo entenderlos”, dejó caer Barberá con displicencia el pasado jueves. Levy había dicho que la exalcaldesa debería plantearse su situación. “Uno está en el PP para sumar. Y si no suma, haría bien en apartarse. Es lo que yo haría”, declaró la joven dirigente catalana, que no obstante tuvo mucho cuidado en precisar que no está aún imputada.

También Maroto se ha referido a la necesidad de hacer una verdadera “purga” en su partido. El vicesecretario del área sectorial del PP insistió en que hay que “depurar y limpiar y hacer las cosas de otra manera, caiga quien caiga”. El coste, dijo, “merece la pena”. 

Pero quien más se ha esforzado por trasladar la indignación en público ha sido el vicesecretario de comunicación. Casado fue gráfico al confesar que estaba “hasta las narices” de los casos de corrupción, usó adjetivos como “vomitivo y abominable” y distinguió entre su propia opinión y la de Barberá, que en un comunicado había defendido su gestión en el Ayuntamiento de Valencia como “impecable”. Casado fue más allá al explicar que su papel de portavoz le obliga “a salvaguardar el buen nombre del partido”.

A pesar de la comparecencia pública, la intervención de Barberá no ha convencido a los conservadores. Sólo les ha quitado algo de presión. El responsable de organización, Fernando Martínez-Maillo, fue el único en opinar que se sentía “satisfecho” después de las semanas de silencio y le agradeció la “valentía”, pero se negó a entrar en el contenido de las explicaciones de Barberá.

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