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Ayuda contra las adicciones, servicio público en días de cuarentena

Asfedro, la Asociación Ferrolana de Drogodependencias está entre las veteranas del tejido social en Galicia y diversificó en los últimos años su actuación hacia otras adicciones, está adaptándose a los nuevos tiempos del confinamiento con atención telefónica y sólo presencial con la entrega de tratamientos, turnos diferentes para su personal o puertas cerradas en una de sus sedes.

EFE

Ferrol —

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Turnos diferentes para su personal o puertas cerradas en una de sus sedes no supone que la actividad se haya paralizado durante el confinamiento para Asfedro. La Asociación Ferrolana de Drogodependencias está entre las veteranas del tejido social en Galicia y diversificó en los últimos años su actuación hacia adicciones que ocupan más portadas que antaño.

Sin ir más lejos, la ludopatía ha adquirido nuevos tintes y ha logrado penetrar con virulencia entre los más jóvenes.

Su presidenta, Sari Alabau, destacada dirigente política y social en la zona desde el final del franquismo, cuenta a Efe que están “limitados por la propia situación” sanitaria.

Eso sí, no solo siguen operativos, sino que sus trabajadores se distribuyen “en dos turnos, unos días está uno y otros otro”.

La cuarentena ha provocado que se estén completando “muchas consultas telefónicamente” y que aspectos delicados, como la entrega de medicación a usuarios, sea “para un tiempo más largo” que antes.

“Una persona con problemas de adicciones va a estar perfectamente atendida”, relata al hablar del servicio que persiste en su centro de día y en su histórica comunidad terapéutica. Esta última, ubicada en el núcleo rural de O Confurco, acumula casi tres décadas de trayectoria y su trabajo también está regido por turnos.

Las restricciones son más notorias allí, ya que la pandemia ha frenado “nuevas incorporaciones” y ha forzado a algunos beneficiarios a quedarse sin contacto con sus allegados.

De puertas adentro, se continúa con las actividades convencionales aunque sea con los matices que determina el contexto de la Covid-19.

El momento de emergencia llevó a Asfedro a querer echar una mano en otros proyectos de alcance social, como la atención a personas sin techo que ofrece el Ayuntamiento de Ferrol. La Casa del Mar de la ciudad se ha convertido por el estado de alarma en un albergue provisional y la entidad está “colaborando en la limpieza” al disponer de un tren de lavado.

Alabau se muestra “orgullosa de que los internos quisiesen voluntariamente ayudar a devolver la ropa limpia” a los usuarios de esa instalación.

“Me hacen saber que se sienten orgullosos de aportar su granito de arena, influye en la autoestima”, apostilla sobre el grupo de beneficiarios de sus líneas de actuación para dejar atrás las tinieblas de la drogadicción o del alcoholismo. En su primer mes en O Confurco “no salen, después pasan el fin de semana con las familias”.

Sin embargo, el coronavirus ha incidido en sus rutinas y desde mediados de marzo está “suspendida” esa posibilidad, “no hay movimiento de salidas y entradas”.

Para cuando el confinamiento sea felizmente historia, Asfedro ya advierte de que la relevancia social de sus prestaciones tiene que recibir una respuesta clara. Su presidenta anuncia que es “necesario que se faciliten test masivos” para evitar cualquier contagio y favorecer el “aislamiento total” llegado el caso.

Sus dependencias en el barrio de Caranza, que canalizan la gestión administrativa del colectivo, están siendo desinfectadas a diario por efectivos militares.

La barriada, la de más población de toda la ciudad de Ferrol, se levantó en los estertores de la dictadura y fue uno de los grandes focos de la explosión del consumo de drogas cuando nació la democracia. Quienes lucharon por cortar aquella hemorragia social reclaman ahora que la mano que les ayuda les agarre con más cariño todavía.

Raúl Salgado

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