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Descubren la tumba de un español asesinado en un campo nazi enterrado en Francia por error

Antonio Clemente

Marta Borraz

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Decenas de cruces blancas dispuestas en semicírculos pueblan la necrópolis del cementerio militar de Cambronne-lès-Ribécourt, a poco menos de 100 kilómetros de París. Una pequeña placa recuerda el nombre de quien allí descansa. Clement Antoine. Mort pour la France, reza una de ellas. A pesar de aparecer con un nombre afrancesado, Antoine Clement fue Antonio Clemente, un ciudadano nacido en Vera (Almería), asesinado en el campo de concentración nazi de Hradischko y trasladado por error por los franceses creyendo que era del país. Es lo que acaba de descubrir un grupo de investigadores que han seguido su rastro hasta dar con el hallazgo.

El inicio de la historia se remonta a 1945 en el crematorio civil de Strašnice, en Praga. Los soldados alemanes llevaron allí cargamentos de cadáveres de prisioneros asesinados por las SS en el campo nazi de Hradischko, que no tenía crematorio propio y que dependía de un campo más grande, el de Flossenbürg. Al principio, los cuerpos eran trasladados en tren a los hornos de este último para ser incinerados, pero la guerra ya no estaba en el mismo punto y las comunicaciones comenzaron a complicarse por el avance de las tropas aliadas y soviéticas. La solución que encontraron los nazis fue el cercano crematorio de la capital checa, a 40 kilómetros del campo.

El modus operandi que habían pensado los soldados alemanes pasaba por ordenar al administrador del cementerio, František Suchý, que quemara los cadáveres y se deshiciera de sus cenizas, pero ante el horror que contemplaba, decidió desobedecer. No solo no hizo desaparecer los restos, sino que con ayuda de su hijo los identificó. Tras las incineraciones, depositaba las cenizas de cada uno de los prisioneros en una urna individual con un número que apuntaba en una lista junto al nombre del asesinado y se las ingenió para esconder las vasijas con las cenizas.

Una vez finalizada la guerra y liberados los campos de concentración nazis, el gobierno francés inició una misión en la que halló las casi 2.000 urnas que había logrado guardar Suchý. Las vasijas con las cenizas fueron enterradas con honores en el recinto, en el que se levantó un monumento conmemorativo. Seis de ellos eran españoles, una noticia que ha sido conocida 75 años más tarde gracias al trabajo de los investigadores Unai Eguia, Antón Gandarias y Antonio Medina. Pero, además, el gobierno francés decidió repatriar las cenizas de sus compatriotas, unos 80, con el objetivo de entregárselos a sus familias. Uno de ellos, el de la urna 64.708, fue Antonio Clemente.

“No encontraron a su familia porque no era francés, así que le enterraron en el cementerio militar junto a otros deportados que tampoco pudieron ser entregados”, explica Eguia. Los investigadores han logrado recabar algunos datos de Antonio: nació el 15 de noviembre de 1908 en Vera (Almería) y pasó por los campos de Buchenwald, uno de los primeros y más grandes, Flossenbürg antes de ser trasladado a Hradischko, donde fue asesinado en fecha cercana al 11 de abril de 1945, semanas antes del fin de la guerra. Coincide que esos días los soldados ordenaron asesinar a más de 150 prisioneros mientras eran conducidos al trabajo, conocedores de que las tropas soviéticas estaban cerca.

¿Cómo han llegado hasta aquí?

El exhaustivo trabajo de estos tres investigadores, que por su cuenta han buceado en archivos nacionales e internacionales y entrevistado a testigos y familiares, permite conocer hoy la historia de Suchý y el infierno en el que vivieron los presos de Hradischko, un campo no directamente concebido para el exterminio, pero en el que las condiciones eran infrahumanas. “Estaban en barracones de madera, sin agua corriente y apenas comida. Muchos morían”, cuenta Eguia.

El recinto llegó a albergar a 40 españoles, según han documentado los investigadores, que tras consultar los archivos alemanes y portales con información clasificada de los transportes que documentaban las propias SS, han logrado elaborar una lista con sus nombres y datos. No es el único listado: la misión de repatriación francesa también hizo uno y está disponible la lista del propio Suchý, que fue anotando una a una las urnas que escondía y la del libro de la enfermería del campo.

La sospecha surgió cuando Antonio Medina, recuerda Eguia, revisando la lista de los franceses, reparó en un nombre, Antoine Clement, “y cayó en que en nuestra lista de españoles teníamos a un Antonio Clemente”. Lo único que no coincidía era el año, aunque sí el día, de su fecha nacimiento. Así que se pusieron manos a la obra. Uno de los objetivos fue aclarar era su lugar de nacimiento. La lista de los franceses aseguraba que Clemente era del pueblo francés de Peray, pero cuando investigaron en los archivos alemanes, otros muchos documentos le hacían oriundo de Bera (Navarra) y otros de Bera (sic), en Almería. No era extraño, ya en sus escritos los franceses admitían que habían tenido “dificultades para identificar a los deportados por la ortografía de los nombres”.

Tras comprobar que no estaba en la lista de los deportados vascos, los investigadores se centraron en el municipio almeriense de Vera. “El archivero del Ayuntamiento, Manuel Caparrós, se implicó y nos ha ayudado muchísimo. Nos facilitó los expedientes de quintas del pueblo y encontramos a Antonio”, rememora Eguia. Poco después dieron con su lugar de enterramiento, a casi 2.000 kilómetros de su pueblo. Ahora, el reto es encontrar a su familia, una tarea que recae en manos de las asociaciones memorialistas ante la escasa implicación que han mostrado históricamente las instituciones acerca de los 9.300 deportados españoles en campos nazis, un capítulo de la historia que Franco, aliado de Hitler hasta su derrota, se encargó convenientemente de ocultar.

Tierra de su tierra para homenajearlos

Antonio Clemente y el resto de españoles prisioneros en Hradischko que reposan en las urnas que Suchý logró rescatar del horror nazi serán homenajeados los próximos 11 y 12 de abril en el crematorio de Praga. Las investigaciones de Eguia, Gandarias y Medina han derivado en una red de familiares que llevaban décadas buscando los restos de sus padres, tíos o abuelos. Gandarias y Medina son, además, sobrino y nieto de dos deportados: Ángel Lekuona y Antonio Medina. Cuatro de las familias de los seis españoles que descansan en Strašnice se encontrarán ahora por primera vez con sus seres queridos.

El homenaje, impulsado por los investigadores y las familias, tendrá también tinte institucional y a él acudirán representantes de algunas comunidades autónomas, del Ayuntamiento de Praga y de las embajadas española, francesa y alemana.

“Va a ser en el mismo crematorio donde los incineraron. Cuando encontramos a los Moya y les informamos de dónde estaba Rafael Moya, uno de los deportados, su hija nos dijo que le habíamos llenado un vacío de toda su vida. Tiene 77 años, pero era muy pequeña cuando detuvieron a su padre”, afirma Eguia. Además del homenaje en el memorial, al día siguiente las familias se trasladarán a Hradischko, el campo en el que sus familiares fueron asesinados. Allí harán un agujero y depositarán un poco de tierra del lugar en el que nació o vivió la mayor parte de su vida cada uno de los prisioneros para después plantar un árbol.

De Maureillas-las-Illas, al otro lado de los Pirineos catalanes, llegará la tierra de Enric Moner, número de urna 62557; de Busturia (Bizkaia), la de Ángel Lekuona (62559), de Marsella, la de Rafael Moya (62563). Antonio Medina, con número de urna 62560, será homenajeado con tierra de Motril (Granada) y Vicente Vila Cuenca (62752), de Alberique (Valencia). De Pedro Raga (62558) llegará tierra de Ulldecona (Tarragona). Aunque no está enterrado allí, parte de la Vera natal de Antonio Clemente, también viajará hasta Praga. Será gracias al archivero del ayuntamiento, Manuel Caparrós, que no solo ayudó a identificarle, sino que ha enviado un poco de tierra de su pueblo a los investigadores.

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