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ENTREVISTA Neurólogo

Marc Suárez-Calvet: “Pronto habrá fármacos que modifiquen la evolución del alzhéimer, aunque no lo curen”

Marc Suárez-Calvet, responsable del Grupo de Biomarcadores en Fluidos y Neurología Traslacional del BBRC.

David Noriega

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El abordaje del alzhéimer no ha cambiado mucho en los últimos lustros. Un diagnóstico de esta enfermedad neurodegenerativa supone hoy una sentencia más o menos similar a la de una década atrás. Sin embargo, las investigaciones para entender sus mecanismos y descubrir nuevos fármacos están dando resultados. “No me arriesgaría a decir en cuánto tiempo, pero estamos en un momento de cambio. En los próximos años vamos a transformar todo ese conocimiento en cosas que tendrán un impacto en el paciente, como los biomarcadores para un diagnóstico mejor, más precoz y más certero y algunos fármacos que, aunque no lo curen, sí modificarán algo su evolución”, explica el neurólogo Marc Suárez-Calvet (Sabadell, 1979).

Responsable del Grupo de Biomarcadores en Fluidos y Neurología Traslacional del BBRC, el instituto de investigación sobre alzhéimer de la Fundación Pasqual Maragall, es uno de los investigadores que han conseguido descifrar cómo diagnosticar la enfermedad mediante un análisis de sangre. Esta semana, Suárez-Calvet dirige uno de los mayores encuentros del mundo sobre biomarcadores para enfermedades neurodegenerativas, en colaboración con el University College de Londres y la Universidad de Gothenburg.

¿En qué líneas avanzan las investigaciones sobre el alzhéimer en la actualidad?

En las últimas décadas ha habido mucha investigación y conocemos bastante bien los mecanismos de la enfermedad. Hay que reconocer que hasta no hace mucho acumulamos mucho conocimiento que, sin embargo, no tenía un impacto claro en los pacientes. De hecho, los neurólogos utilizamos los mismos tratamientos que se descubrieron hace 15 o 20 años, pero en los últimos años ha habido progresos muy importantes que tendrán un impacto en los pacientes y en sus cuidadores.

¿Cuáles son esos avances?

El primero es el de los biomarcadores, sobre todo en sangre. Al menos a nivel de investigación, ya somos capaces de detectar el alzhéimer con un análisis de sangre. En la Fundación y en el Hospital del Mar, donde soy neurólogo, lo hemos probado y funciona muy bien. Ahora estamos trabajando para implementarlo en la práctica clínica diaria. El segundo avance es que empezamos a tener terapias que muestran evidencia de que pueden modificar la evolución de la enfermedad.

A día de hoy, los tratamientos aprobados en nuestro país actúan sobre los síntomas, pero no van a los mecanismos de la enfermedad. Recientemente han salido ensayos clínicos de algunos fármacos que generan anticuerpos que eliminan el amiloide, la proteína tóxica que se acumula en el cerebro de las personas con alzhéimer, y ralentizan la progresión del deterioro cognitivo. Solo se frena algo la enfermedad, en ningún caso se cura. También hay un debate importante sobre si realmente esta disminución es significativa, pero por primera vez en la historia tenemos medicamentos que modifican la evolución de la enfermedad.

¿En qué fase están esos fármacos?

Hay dos con ensayos clínicos publicados y aprobados en Estados Unidos. En Europa van a ser evaluados por la Agencia Europea del Medicamento. No es una cosa inmediata, porque necesitan unos controles adecuados. El que está más avanzado en la vía regulatoria es Lecanemab.

Un estudio sobre este fármaco, uno de los más esperanzadores contra el alzhéimer, demostró que reducía el cerebro de los pacientes.

Lo más importante es ver la cognición y la funcionalidad de los pacientes. Lo que se vio en este ensayo clínico es que la progresión de los síntomas de las personas que viven con la enfermedad y toman el fármaco se ralentiza, mientras en el grupo de control, era más rápida. Eso es lo importante, pero sí es cierto que algunos hallazgos son sorprendentes. Efectivamente hay un leve encogimiento cerebral, pero tenemos que investigar a qué se debe. Una de las hipótesis que podrían explicarlo es que, al desaparecer las proteínas tóxicas que causan la enfermedad, la amiloide y la tau, hay menos inflamación del cerebro, aunque obviamente habrá que confirmarlo.

Su equipo ha conseguido identificar dos biomarcadores en sangre capaces de detectar los primeros indicios del alzhéimer. ¿Cómo funciona esta técnica?

El cerebro de los pacientes que viven con alzhéimer acumula dos proteínas tóxicas, la amiloide y la tau, que pasan al líquido cefalorraquídeo, que está alrededor del cerebro. Nosotros podemos analizar este líquido con una punción lumbar, que ahora mismo es la prueba de referencia para diagnosticar la enfermedad. La novedad es que estas dos proteínas también las podemos detectar en la sangre, algo que hasta ahora era muy complicado porque la concentración es muy baja.

¿Se detectan una vez que ha comenzado a manifestarse la enfermedad o antes de que aparezcan los primeros síntomas?

Primero se ha estudiado en pacientes con síntomas. En un estudio que hemos hecho en el Hospital del Mar, en Barcelona, comparada con la punción lumbar, funciona muy bien. Otra cosa diferente son las personas que aún no tienen síntomas, que están en fase preclínica. Esto es lo que estudiamos en la Fundación Pasqual Maragall, donde tenemos voluntarios cognitivamente sanos a los que les hacemos los biomarcadores, de forma que sabemos que algunos de ellos tiene amiloide y tau en el cerebro. Esto quiere decir que tienen una alta posibilidad de que finalmente acaben desarrollando estos síntomas.

¿Cuánto tiempo transcurre, de media, desde que aparecen estas proteínas hasta que el paciente comienza a desarrollar los síntomas?

Ahora estamos analizando muestras de sangre de personas de nuestros estudios que hemos seguido durante diez años, así que quizá te podamos contestar a esta pregunta en un tiempo. Lo que sí sabemos es que con la punción lumbar empieza a haber alteraciones incluso 20 años antes de que empiecen los primeros síntomas, pero depende de la persona. Es importante entender que la enfermedad no empieza de un día para otro, es un continuum donde van pasando muchas cosas en el cerebro mientras el individuo no tiene ningún síntoma. Y está el factor individual, porque en algunas personas progresa de forma muy rápida, en otras de una forma muy lenta y otras, incluso, están protegidas.

Los fármacos se empezarán a probar en la fase asintomática, pero no podemos decir que tengamos ningún medicamento que evite que una persona en fase preclínica pueda evitar que evolucione a la sintomática

En estos casos, desde que se detecta hasta que aparecen los primeros síntomas, ¿hay algo que podamos hacer para ralentizar o frenar que se manifiesten?

Aún no tenemos ningún tratamiento, aunque algunos de los fármacos de los que hemos hablado se empezarán a probar también en la fase asintomática, pero no podemos decir que tengamos ningún medicamento que evite que una persona en fase preclínica pueda evitar que evolucione a la fase sintomática. Lo que sí sabemos es que hay factores protectores que están relacionados con los estilos de vida. Esto es importante, porque pensamos en fármacos y moléculas y, obviamente, hay que investigar en este sentido, pero hay cosas de sentido común que pueden ayudar a retrasar al máximo su aparición. Por ejemplo, sabemos que controlar factores de riesgo cardiovascular, la presión, la diabetes o el colesterol protege el cerebro. Otra cosa de la que cada vez hay más evidencia es que la actividad física tiene un efecto protector muy claro, como dormir bien o el enriquecimiento social. Son cosas que ahora mismo ya podemos controlar, aunque ninguna de ellas sea definitiva.

Hay cierta predisposición genética, pero no quiere decir, en absoluto, que si un familiar tiene alzheimer lo vayas a tener

¿Qué peso tienen los factores genéticos?

Hay casos genéticos, que son extremadamente raros, en los que hay una mutación concreta, pero que afecta a algunas familias en todo el mundo. En el alzhéimer esporádico, que es el que conocemos la mayoría, hay muchos factores que se mezclan, como en la mayoría de enfermedades: en el cáncer, cardiovasculares… Hay cierta predisposición genética, pero no quiere decir, en absoluto, que si un familiar tiene alzhéimer lo vayas a tener. Después hay otros factores que conocemos poco.

El envejecimiento es un factor de riesgo, ¿se está probando algún tratamiento para atacar las moléculas del envejecimiento?

El envejecimiento también es un proceso muy complejo. Si se desarrollan terapias que actúan sobre él, uno podría actuar sobre todas aquellas enfermedades asociadas. Hay investigación activa en este sentido pero ahora mismo no hay ningún tratamiento que tenga como diana terapéutica principal el envejecimiento como tal.

Cuando aparece una enfermedad, nos centramos en el enfermo. En el caso del alzhéimer, ¿se descuida a los cuidadores?

Esto es extremadamente importante, porque la enfermedad afecta a los pacientes, pero tiene un impacto familiar, social y económico muy importante. Tenemos que decir claramente que no lo hacemos lo suficientemente bien. Tenemos que apoyar más a las cuidadoras y los cuidadores. Hemos empezado hablando de los grandes avances científicos, pero es importante no olvidar que ahora mismo hay personas con alzhéimer que no verán esos avances que vendrán en los próximos años y que tienen cuidadoras y cuidadores a los que hay que apoyar ya. Es una urgencia. 

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