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Ola de calor en junio más sequía, el cóctel para que prendan los grandes incendios forestales

Un helicóptero sobrevuela el incendio en Cadalso de los Vidrios (Madrid) en junio de 2019.

Raúl Rejón

Tres incendios declarados durante la ola de calor “extremadamente adversa” que arrancó el 26 de junio han avanzado sin control durante días quemando más de 10.000 hectáreas en Tarragona, Madrid, Toledo y Ávila. El pico térmico llegó muy poco después de que la Aemet constatara que grandes áreas de España han entrado en sequía por la falta de lluvias acumulada este 2019. Los grandes incendios forestales, la minoría más devastadora del fuego que sin llegar al 0,2% de los siniestros abrasa el 44% de todo lo que se quema, encuentran en cursos como el que vive actualmente España los ingredientes para estallar: olas de calor tempranas, declaradas en el mes de junio, que aterrizan sobre años secos. “Condiciones meteorológicas adversas con una consecuente repercusión”, según reseña el análisis de grandes incendios del Ministerio para la Transición Ecológica.

Los técnicos del Ministerio explicaban así la acumulación de 88 grandes fuegos de 1994: “Ese año estuvo marcado por una ola de calor temprana (iniciada a finales de junio) que sobrevino tras un acusado periodo de sequía”.  Y añade que condiciones severas como esas se han repetido después entre 2004-2007 o en 2012 lo que relaciona con fuegos de grandes dimensiones y destrucción “su desarrollo está fuertemente influenciado por este factor”, dicen. El estudio se detenía en 2015. Pero en 2017, se produjo el segundo año más seco desde 1965 al que se le combinó una ola de calor de nueve días ya en junio: hubo 56 de estos siniestros, el segundo peor curso del siglo. El 0,4% de los incendios provocó más de la mitad de todo monte abrasado.

Así que estas condiciones atmosféricas preparan un escenario propicio para que el fuego avance y se alimente: altas temperaturas y escasa humedad en zonas cuya vegetación viene soportando poca lluvia. Unas condiciones agravadas por la crisis climática que conlleva “un incremento sustancial de las temperaturas, las sequías y las olas de calor”, según describen en la Agencia Europea de Medio Ambiente.

En ese teatro de operaciones se suceden los conatos e incendios que se originan en un 96% por las actividades humanas. De hecho, más de la mitad son directamente intencionados: el fuego fue iniciado a propósito. Dobla los casos de negligencias o accidentes que terminan en desastre natural (una colilla abandonada, una chispa al trabajar o una maquina recalentada…). Solo un 4% son achacables a causas naturales como un rayo. 

Técnicamente, los grandes incendios forestales son aquellos que queman, al menos, 500 hectáreas. Eso implica una casuística muy variable ya que engloba gigantescos fuegos como el que devastó 26.000 hectáreas en Cortes de Pallás (Valencia) en 2012 u otro que queme cinco veces menos. Lo que les une es que un grupo muy pequeño de siniestros acumulan gran destrucción.

“Descubrimiento de responsables, casi imposible”

En Ribera d'Ebre (Tarragona), las pesquisas indican que una pila de estiércol mal conservado entró en combustión por el calor: han sido más de 6.000 hectáreas calcinadas. En la zona de Almorox y Cadalso de los Vidrios más de 3.300 por un presunto fallo en una máquina. El fuego en Gavilanes (Ávila) se ha llevado más de 500 hectáreas de pinos “por causa humana”, según el director general del Medio Natural de la Junta, José Angel Arranz, que no se ha atrevido a precisar si fue por descuido o intención. La sequía y el calor extraordinario se combinan para favorecer la expansión de las llamas y la dificultad para atajarlas una vez que se ha prendido la mecha: las temperaturas altas y la vegetación que ha padecido la sequía ceban de combustible al incendio.

Así que los fuegos, que provocados en momentos de alto riesgo como el actual corren el peligro de derivar en grandes incendios, suelen venir de la mano humana. Si hasta el 16 de junio las comunidades autónomas han contabilizado 6.220 siniestros, más de 3.000 son intencionados. La última Memoria de la Fiscalía de Medio Ambiente refleja que los fiscales realizaron 175 acusaciones por incendio forestal en 2017 –un año antes fueron 233–. Las sentencias condenatorias oscilan entre 135 a 140 por año, según la recopilación fiscal. La última memoria incluye la siguiente descripción al hablar de sus investigaciones: “Pese a ello, y como suele suceder en los incendios forestales, el descubrimiento de sus responsables es una tarea sumamente compleja, y casi siempre imposible”.

La Agencia Europea de Medio Ambiente avisa de que habrá que estar preparados para una “mayor severidad y duración de la temporada de incendios forestales”.

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