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¿Las personas que pasan el COVID-19 se convierten en inmunes al nuevo coronavirus?

Una guía turística de Osaka es el primer caso documentado de reinfección por coronavirus.

Esther Samper

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Conforme la epidemia de COVID-19 se expande fuera de China, la posibilidad de una pandemia se vuelve más patente. Instituciones como la OMS avisan de que, aunque aún hay tiempo para contener al coronavirus, hay que prepararse en el caso de que esto no sea posible. El lado positivo de esta crisis sanitaria muestra que, en estos momentos y según los registros oficiales, hay más de 36.000 personas en el mundo que han sufrido el COVID-19 y se han recuperado. En realidad, esta cifra es mucho mayor, pues los casos asintomáticos y la mayoría de los casos leves (que suponen el 80% de las personas infectadas por el SARS-CoV-2 ) suelen quedar fuera de las estadísticas de las autoridades sanitarias.

Pese a que aún es pronto para saberlo con certeza, por el poco tiempo transcurrido desde el inicio de la epidemia, los estudios apuntan a que las personas que han pasado el COVID-19 desarrollan, en general, inmunidad frente al SARS-CoV-2. Ahora bien, por el conocimiento que se tiene del coronavirus SARS (el nuevo coronavirus comparte un 80% de su genoma con el virus SARS) y otros coronavirus estacionales, esta inmunidad es, con una muy elevada probabilidad, temporal. Eso significa que, a partir de un periodo de tiempo desconocido, estas personas podrían volver a padecer el COVID-19. Incluso algunos casos muy particulares, que han ocurrido en China y Japón, sugieren que la reinfección a corto plazo podría ser un fenómeno raro, pero posible.

La guía turística de Osaka que enfermó dos veces 

El caso más llamativo de reinfección, confirmado por diferentes pruebas, ocurrió en una guía turística de Osaka. Tras ingresar en el hospital, el 29 de enero se confirmó que había dado positivo en el test de laboratorio. El 1 de febrero salió del hospital al recuperarse del COVID-19. Varios días después se le realizó un seguimiento de control y se observó que daba negativo en las pruebas, aunque todavía mostraba algunos síntomas. Sin embargo, el 26 de febrero volvió a acudir al hospital porque se encontraba peor, con dolor en el pecho y garganta irritada. En esta ocasión volvió a dar positivo en las pruebas.

Los expertos apuntan a dos posibilidades: Que realmente se dio una reinfección con el coronavirus en un periodo tan corto de tiempo (aunque este proceso debería ser muy poco frecuente) o que, en realidad, tuvo una infección persistente del virus y las pruebas no se realizaron correctamente, dando un falso negativo cuando deberían haber dado positivo. Este caso aún sigue bajo el escrutinio de los médicos que tratan de aclarar qué ha podido ocurrir.

En general, cuando una persona previamente sana sufre el COVID-19 y se recupera, genera unas células defensivas llamadas linfocitos de memoria y también anticuerpos específicos frente a moléculas concretas del nuevo coronavirus. En el caso de que este individuo volviera a exponerse al mismo tipo de virus en un plazo corto de tiempo, se daría una reacción inmunitaria muy rápida y eficaz llamada respuesta inmunitaria adaptativa. Esta respuesta se da gracias a que cierto número de linfocitos de memoria y anticuerpos persisten en la sangre durante un tiempo indefinido. Al entrar en contacto de nuevo con el virus, no se llegaría a desarrollar síntomas o estos serían muy leves, gracias a la potente respuesta del sistema inmunitario. Las vacunas funcionan gracias a este mecanismo de protección inmunitaria tan refinado.

Una inmunidad pasajera

Desafortunadamente, los linfocitos de memoria y los anticuerpos específicos contra los coronavirus no permanecen mucho tiempo en el cuerpo. Estudios realizados con individuos que se recuperaron del SARS observaron que su nivel de inmunidad frente al virus descendía rápidamente (en un plazo de 6-12 meses). En cualquier caso, los autores indicaban que se desconoce qué niveles son suficientes para estar protegido clínicamente frente a dicho coronavirus. Otras investigaciones han detectado que, tras 3 o 5 años de su recuperación, los pacientes de SARS mostraban niveles muy bajos de anticuerpos específicos contra proteínas del virus SARS o no se encontró ningún anticuerpo en absoluto.

Además, hay otros dos fenómenos que respaldan la idea de que la inmunidad frente al nuevo coronavirus será muy probablemente pasajera. Por un lado, los dos principales tipos de coronavirus estacionales en el ser humano (OC43 y 229E) suelen causar epidemias cada tres años. Por otro, no se ha observado inmunidad a largo plazo en las personas frente a los cuatro coronavirus epidémicos.

Si se diera el desafortunado caso de que el virus se expandiera por el mundo, causando una pandemia, la inmunidad temporal frente a este sería determinante para que ocurrieran epidemias repetitivas a lo largo del tiempo, como acostumbra a hacer el virus de la gripe u otros coronavirus. Aunque los coronavirus no tienen una capacidad tan elevada para mutar como los virus de la gripe, su capacidad para provocar una inmunidad temporal garantizaría su resurgir en epidemias cada cierto tiempo. Conforme pasaran los años y la gente fuera exponiéndose a este nuevo coronavirus, este iría perdiendo protagonismo, teniendo finalmente una frecuencia similar a los otros cuatro coronavirus habituales. El rumbo de la epidemia determinará que esto ocurra finalmente o no.

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