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Cada vez más basura de plástico se acumula en el litoral español: los desechos en las playas crecen un 65%

Plásticos acumulados en el litoral canario.

Raúl Rejón

Un país con 7900 kilómetros de costa no podía ser inmune a la basura plástica que se acumula en el mar. Los desechos plásticos viajan. Recorren distancias kilométricas y terminan en los océanos. Se amontonan en las costas. En las playas españolas, la cantidad de desperdicios de plástico ha crecido un 65% en los últimos seis años, según el último balance del Programa de Seguimiento de Basuras Marinas del Ministerio de Transición Ecológica.

El plástico abandonado se desplaza por todos lados. Y cada vez más. El promedio de objetos recogidos en España por las campañas de estudio del Ministerio ha pasado de 172 a 286 por cada 100 metros de playa entre 2013 y 2018 en una tendencia ascendente sin descansos. El 71,5% de todo lo que se amontona en la costa es de origen plástico, según el análisis realizado por el programa. Los técnicos no pueden determinar el origen de la mitad de lo que recogen, pero, de lo que sí saben de dónde viene, la fuente más habitual es el turismo (26%) y la navegación (14%). Además, la marea de plásticos se extiende por todos lados. No hay fachada costera que se salve.

El informe de resultados preparado por la Dirección General de Sostenibilidad de la Costa y el Mar refleja cómo la basura se acumula por las distintas demarcaciones: en Canarias, en ese tiempo, la media de basura plástica ha pasado de 34 a 127 objetos en cada tramo revisado. En la costa noratlántica el promedio ha ascendido de 204 a 369 cada 100 metros. En la suratlántica de 53 a 104. El peor escenario se ha concretado en la zona del Estrecho-Alborán donde se ha pasado de 90 objetos de media a 503. Solo la parte levantino-balear ha decrecido: de 242 a 218.

“El plástico es ubicuo”, explica la doctora en Ciencias Ambientales de la Universidad de Barcelona, Anna Sánchez Vidal. “Hay en todas partes desde el aire hasta un huerto”, cuenta esta investigadora que ha estudiado cómo las fibras de plástico terminan por tapizar los fondos marinos. “La cuestión depende del tamaño. De si el objeto mide centímetros o milímetros para saber a qué organismo afectará. Una botella acabará en un cachalote. Una microfibra en una gamba, pero todos están afectados”, ilustra la ambientóloga que constata que la producción de residuos es incesante: “Cada vez que ponemos la lavadora se liberan 700.000 microfibras de plástico. Basta con ver un filtro de una secadora para darse cuenta de la magnitud de la tragedia”.

Parques nacionales, naturales, reservas de la Biosfera

Más allá de los datos, en los últimos meses, cada costa española ha padecido algún capítulo que ilustra cómo la basura generada a base de envoltorios, pajitas, tapas, colillas, bastoncillos, cubertería, botellas o paquetería de plástico avanza imparable incluso en áreas que disfrutan de, teórica, protección ambiental.

En octubre de 2018, el vídeo de un surfero vasco mostraba el biotopo protegido del Flysch de Zumaia (Gipuzkoa) infestado de pedazos de plástico. El paraje se había hecho célebre por haber sido escogido como localización para exteriores de la serie Juego de Tronos. También en la demarcación noratlántica, en el Parque Nacional de las Illas Atlánticas (Pontevedra y A Coruña), los pescadores localizaron en junio de 2018 una acumulación de plástico solo a tres millas de la isla de Ons. Además, el estudio de microplásticos del Ministerio para la Transición Ecológica ha detectado más 3 000 fragmentos por cada 100 metros en la playa de Rodas en la isla de Monteagudo en las Cíes.

También en el Atlántico, pero al sur, en Huelva, la acumulación de basura degrada las marismas del Odiel. La situación ha justificado que el humedal fuera prueba piloto en un proyecto LIFE del a Unión Europea que ha abordado, entre otras cosas, el abandono de residuos en el paraje protegido. Las marismas del Odiel, cerca de su desembocadura, son reserva de la Biosfera, humedal de importancia internacional Ramsar, Lugar de Importancia Comunitaria y Zona de Especial Protección de Aves.

Una vez en los océanos, los desperdicios viajan por el mar removidos por las corrientes. Esto hace que los residuos se acumulen a muchos kilómetros de donde se lanzaron. En Canarias, en la isla de La Graciosa, se ha comprobado que este archipiélago es destino final de una ingente cantidad de basura plástica. Y con especial preocupación en la playa de Lambra. La Graciosa es la isla canaria más pequeña habitada. La mayoría de su superficie pertenece al Organismo Autónomo Parques Nacionales: el 98% de sus 2 689 hectáreas que también están declaradas reserva de la Biosfera y se incluyen en el Parque Natural del Archipiélago Chinijo. Este mayo, un grupo de investigadores de las universidades de Alcalá de Henares y Autónoma de Madrid han comprobado que estos desechos tienen más de una década. Basura viajera e imperecedera.

Los fondos, también llenos

Además, la nueva frontera de la contaminación plástica está sumergida. La parte visible, la que flota en las aguas o termina en las playas es una porción menor. “El fondo marino es un vertedero”, remata la científica Anna Sánchez Vidal. Su investigación sobre fibras en los lechos oceánicos explica que, precisamente, los mares españoles están siendo especialmente perjudicados por esto: el mar cantábrico por un lado y por otro Alborán y la costa catalana presentan las mayores densidades en sus fondos.

“El Mediterráneo es especial por estar casi cerrado y soportar muchos impactos antropogénicos. Una vez están allí los plásticos es poco probable que salgan”, cuenta Sánchez Vidal a eldiario.es. Al depositarse en el fondo, ni siquiera se degradan porque no alcanza la radiación ultravioleta. “Todos los organismos marinos presentan contaminación plástica”, sentencia la investigadora que tiene un diagnóstico claro: “El problema no es que haya plástico sino el patrón de consumo que hemos desarrollado”.

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